Eva
—¿Estás bien?— preguntó Rapha
Estaba totalmente sudada, con la respiración agitada y el corazón latiendo a mil. Esa pesadilla se había sentido tan real, esa sonrisa, esos ojos oscuros, y sus palabras, todo indicaba lo que pensaba.
—S...si— me sentía ida, podía estar físicamente ahí, pero mis pensamientos viajaban muy rápidos, a quien menos le estaba prestando atención era a Raphael
—¿Entonces?— me preguntó con una sonrisa picara
—¿Si?— dije inocentemente, esperando que entendiera que no había escuchado un comino de lo que dijo
—Nunca te había escuchado decir tan poco entusiasta que querías panqueques— en definitiva no me entendió
—Bueno, son las nueve de la mañana— dije riendo –No funciono... ahora sí... ¡Panqueques!— grité sonriendo —¿Ahora si estás satisfecho?
—Contigo es imposible no estarlo— se inclinó hacia mí y dejó un casto beso en mis labios— Ahora en serio ¿Estás bien? no te levantaste de la mejor forma que digamos
—Estoy en perfectas condiciones, gracias por preguntar lindo— dije devolviéndole el beso
Nos levantamos aún con los pijamas, era sábado a la mañana y lo más probable es que después durmiéramos un rato más para aguantar toda la noche bailando.
Bajamos a la cocina mientras que veía el comedor. Todo estaba normal, nada de lo que había pasado en mi sueño era verdad, los cuadros estaban en su lugar, no hay rastros de sangre ni ningún mensaje escrito en la pared, todo era normal, porque todo es normal.
Raphael tomó la sartén y los ingredientes para hacer la comida. Yo por mi parte saqué algunas frutas para preparar un batido.
—Mierda— escucho a Rapha quejarse mientras ve su celular
—¿Qué pasa?
—Solo un imbécil de la universidad, le dije que me pidiera las cosas con tiempo— estaba enfadado, diría que a punto de tirar su celular al fuego
—Anda, yo me voy a encargar de este último— me acerqué a la hornalla
—¿Estás segura? Sabes que confío en ti, pero la última vez...— dijo haciendo su voz más fina mientras se encogía de hombros
—Ahora si te vas— agarré un trapo y le comencé a pegar para que se vaya de la cocina, cuando lo eché tomé la sartén pero en menos de lo que uno dice fideo ya lo tenía de nuevo a mi lado, miramos los dos la mezcla y hablamos a la vez
—¿Me pasas mi celular?
—Por un minuto pensé que iba a quemar todo, toma
Miré su dedo que estaba enfrente de mí señalando su celular. Mientras que yo tenía la sartén extendida hacia él.
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MARÍA SANGRIENTA©️
HorrorLe bastó una sola noche de películas y juegos a Eva para que se vuelva loca. * * * * Eva Ademaro, estudiante normal, con normales amigas y normales costumbres. Todos los fines...