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-¡Eli! ¡Eli! ¡Eli!
Me desperté sobresaltada a los gritos de mis hermanos, supongo qué soy más afortunada qué la mayoría de las personas, ni tan siquiera necesito programar una alarma para levantarme, ya qué esos dos enanos se encargan de ello.
Me separé de la cama y con los ojos aún cerrados me encaminé hasta el baño ¡Definitivamente los martes no puedo con la vida!
Estos son los momentos qué desearía ser Mia Thermopolis¹ y qué mí abuela millonaria me viniera a facilitar la vida y a convertirme en la princesa de una nación ¡Sería idílico!
Cuando logré darme una ducha decente asalte mí clóset buscando algo cómodo para ponerme, finalmente opté por unos pantalones holgados y una camiseta de los Beatles combinada con unos tenis blancos, no será el último grito de la moda, pero al menos sabía con certeza qué estaría cómoda.
No podía hacer mucho por mí cabello ya qué debí lavarlo, pero cómo mí secador está descompuesto no lo hice, y ya qué hoy no me apetecía ir en modo loca y mucho menos tener cabello pegado en la cara durante todo el día, lo até en un mono perfectamente ordenado a lo alto de mí cabeza y le puse un par de broches, para qué luciera menos aburrido.
Comenzaron nuevamente los gritos de mis hermanos, pero está vez con más intensidad ¿Qué tienen en la garganta? Un pedazo de lata.
Soltando un bufido de frustración me encaminé hasta donde supuse qué era el alboroto, la cocina.
Menudo desastre deben haber armado ¿Por qué me suceden estás cosas a mí? ¿Porqué el universo me odia tanto?
Al llegar a la cocina quedé con la boca abierta, no había desastre ni cosas por aquí y por allá, de hecho todo estaba limpio y ordenado, lo qué me pareció de lo más sospechoso.
El desayuno ya estaba preparado y perfectamente servido, consistía en una rodajas de pan con mermelada de frambuesa y un enorme vaso de coca cola.
Bueno, al menos lo intentaron, yo a su edad no sabía ni en qué dirección se encontraba la cocina.
-¡Sorpresa!-gritaron a unísono, provocando qué mis tímpano casi comenzarán a sangrar.
Definitivamente, por más ternura qué me den, los niños no son lo mío.
Inhala, Exhala.
Mire a ambos esperando una muy buena explicación para su tan repentina amabilidad pero no recibí respuesta de sus partes, sólo unas risitas traviesas.