— ¡Joder estoy hecho un lío!—vociferó el idiota dedicándome una secuencia de mirada en las qué me dejaba ver qué sólo deseaba una cosa en este momento, asesinarme.
Estaba enojado, muy enojado y eso me causaba mucha gracia, tanto qué no podía parar de reír. Mis carcajadas eran tan fuertes qué incluso varias personas que pasaban a nuestro alrededor ponían caras extrañas al escucharlas, pero sinceramente no me importaba pasar por semejante vergüenza, ya qué verlo cabreado me complacía a sobremanera.
Toda la mezcla de dulces estaba acumulada en su boca y parte de su nariz, y por mucho qué había intentado retirarla de su rostro a cada segundo se adhería más a la misma.
—Se te ve muy bien—expuse mordazmente aguantando mi estómago para evitar hacer aguas menores en mis bragas ¡Joder pero qué divertido!—Cómo que de momento comienzo a mirarte menos desagradable...
—No es gracioso—soltó mosqueado haciendo una mueca de desagrado.
— ¿Sabes?—Comencé a hablar con voz de chica de comercial de televisión— Los Cupcakes contienen muchísima azúcar, y la azúcar es buena para exfoliar la piel, así que en menos de lo que imaginas tendrás una piel libre de imperfecciones. Yo qué tú no me enojaría tanto, ya saben lo que dicen por ahí, no hay mal que por bien no venga.
Se aproximó a mí a pasos lentos y por un momento volví a sentir ese huracán de sensaciones abrumadoras, esa ráfaga de vulnerabilidad, qué hace añicos cada centímetro de fuerza qué posee mí cuerpo.
Podía haber huido, salir corriendo hasta llegar a mí casa y cobijarme en los brazos de mí enorme colcha rosa, pero no, me quedé estática, inmóvil cómo una muñeca sin pilas esperando lo que sea qué tenga para ofrecerme. Pensé que vendría una avalancha de insultos y sarcasmo a pulso, pero no sucedió nada de lo que había previsto, el idiota había pasado de la furia a la dicha en cuestión de segundos, y ahora una enorme sonrisa colgaba de su rostro.
¡Debe ser bipolar!
—El karma es una perra ¿No?
No pude descifrar el significado de sus palabras, ultimadamente no entendía nada de lo que sucedía a mí alrededor, y mucho menos en mis emociones, cómo en este momento, aún no captaba qué hacía aquí, en medio de la nada, aguantando a este pedazo de imbécil.
Bajo toda esa montaña de azúcar, crema, e idiotez resplandecían sus ojos, eran bonitos, brillantes y sobre todo pícaros, pero a la vez eran profundos, intensos y un poco grises, toda una contradicción este chico, aunque por alguna extraña razón, quería más, necesitaba más…
— ¿Qué buscas en mí?—le pregunté con determinación—Sé qué te gusta jugar, pero esto ya es demasiado ¿Dime idiota qué he hecho yo para merecer tanta atención de tú parte?
—Digamos qué crecí viendo Tom y Jerry, y quizás simplemente me gusta qué tú seas el ratón y yo el gato.
— ¿Sí sabes qué en realidad Tom no odiaba a Jerry, sólo fingía detestarlo para qué la señora de la casa no comprara otro gato qué sí quisiera acabar con él?
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Un desastre llamado tú
Teen Fiction"Nunca imaginé que odiarlo tan solo era el primer paso"