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Sus manos sujetaban con ímpetu mi cintura, mientras yo descansaba el rostro en su despojado cuello, olía a golosina de menta y a fragancia masculina. Me sentía segura en sus brazos, con la equivocada idea de qué sí me quedaba así, enredada en su piel, nada podía ir mal.
Eric fue durante mucho tiempo fue mi tabla de salvación, el arcón qué me sostuvo cuando mi mundo emprendió su rumbo hacia abajo. Estuvo ahí, en los momentos horribles, y en los terriblemente vergonzosos. Cómo cuando caí al suelo y me quebré todos los dientes, o cuando arruine mi cabello con unas tijeras, incluso cuando me hice en mis pantalones luego de qué unas chicas malas me llamarán tonta y jugarán conmigo cómo sí fuera una pelota de tenis, Eric era mi elixir, el acertado narcótico qué calmaba cada una de mis tormentas. Aunque era muy pequeña en ese entonces y apenas sabía ajustar mis agujetas, comprendía qué eso era amor, amor del bueno, cómo el de las películas.
Nos separamos por inercia después de varios segundos, inmediatamente los ojos de Eric buscaron los míos, sus pupilas estaban exaltadas y reclamaban mi atención, una atención qué no podía darle del todo, ya que aunque quisiera bloquear cada duda continuaba un poco confundida, y una pregunta daba vueltas en mi cabeza ¿Acaso es posible sentir por una persona un huracán y por la otra un sentimiento tan reconfortante?
-Lo siento-pronuncié sin saber qué más podría decir para explicar lo qué había sucedido, ni modo qué le dijera qué solamente lo había abrazado, para alejar a un chico de mí, o mejor dicho alejar mis sentimientos sobre ese chico-Estaba metida en un enorme lío y la única forma que encontré para escabullirme fue fingir qué éramos cercanos.
-Fueron los segundos más felices de mi día-Sonreí sin poder evitarlo, Eric tiene ese don, haga lo que haga, o diga lo que diga siempre me hace sentir bien-Sé qué esto no sonará nada bien, y quizás te parezca un poco egoísta, pero debo confesar que me agradan tus malos momentos, porque al menos así puedo tenerte en mis brazos por un par de segundos-mi sonrisa se ensanchó, nunca me había dicho cosas tan bonitas y directas ¿Es posible que Eric sientas lo mismo que yo siempre he sentido por él?-En serio no tienes por qué pedir perdón, todos en algún momento necesitamos un abrazo.
-Gracias, por estar ahí en cada ocasión qué te necesito...
-Nena, perdóname por lo que voy a decir, pero no puedo seguir callando-puse toda mi atención en esos ojos pardos qué me han enloquecido por años, y asentí para que continuara hablando-Estás hecha un absoluto desastre-mi piel aún estaba cubierta de la crema qué el idiota había esparcido estratégicamente por mi rostro ¡Dios qué vergüenza! Cómo pude olvidar ese hecho-Aunque no te preocupes tanto, sea cómo sea eres guapísima.
¿Lo decía en serio o simplemente deseaba aligerar la situación?
Para mi absoluta sorpresa sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y me lo entregó. Pensé qué los pañuelos solo los llevaban los galanes de los libros y películas de épocas, o en todo caso los abuelos.