XX

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Había llegado el día en que emprenderíamos el viaje de regreso a casa. No quise decir nada pero mis ojos empezaban a darme problemas, cada vez se me hacía más borrosa la visión, y podía sentir que el tiempo para estar sola y poder hacer mis propias actividades se estaba terminando.

Patricia me dio el abrazo más cálido que una persona ajena a mi familia me había dado jamás; preparó algunos bocadillos para que su hijo y yo "no tuviésemos hambre durante el camino" y me invitó a regresar a la que llamó "mi casa" cuando quisiera. No pude evitar sentir un poco de culpa porque sabía que las probabilidades de que eso sucediera se estaban reduciendo drásticamente al cero por ciento. Y también me sabía mal no haber tenido el valor de comentarle lo que estaba sucediendo conmigo y mi salud. Supongo que no quería hacerla sentir mal por mi situación, y el hecho de que a sus ojos empezaba a haber una relación entre su hijo y yo.

Me dejé abrazar y le agradecí por todas sus atenciones. Realmente extrañaría volver a verla y probar su comida. Había sido una gran anfitriona.

En nuestro camino a casa nos metimos al río en Mississippi y me divertí como una niña. Quería correr, quería gritar, cantar, llorar, si hubiera podido volar lo habría intentado una vez más. Iba de la mano de una persona encantadora que había aprendido a golpes que lo único que te llevas de este mundo son las experiencias. Y ahora sólo me lamentaba de no haberlo conocido antes, de no haber estado con él antes y no haber podido compartir con él más tiempo.

Me gustaba sentir el aire en mis manos mientras él conducía. Sacaba mi mano derecha por la ventanilla y dejaba que el viento se colara entre mis dedos. Si hubiese sido un convertible habría viajado como Alicia Silverstone en el video de "Crazy". Estaba muriendo y me sentía más viva que nunca.

En este viaje había comido cosas exquisitas que jamás había probado, me di la oportunidad de jugar en las tiendas como sólo los chicos lo hacen. Christian me llevó a un concierto en Mississippi, de una banda a la que ninguno de los dos conocía, y que fue un verdadero escándalo sólo por el gusto de sentir la energía de un espectáculo en vivo.

Empecé a dormir en la misma cama que Christian y aunque no había habido nada sexual entre nosotros, me sentaba muy bien sentir sus brazos a mí alrededor durante la noche.

Christian tomaba sus medicamentos frente a mí y me dio una cátedra sobre cómo y cuándo tenía que tomarlos. Yo sabía que lo olvidaría eventualmente. Supe que los utensilios de plástico habían sido a necesidad de evitar sufrir accidentes y lo mismo aplicaba para el alcohol, sumado al hecho de que estaba tomando medicamentos. Le confesé que me hubiera encantado compartir el resto de mi vida a su lado; el me hizo ver que de hecho eso estaba haciendo.

En Dallas me llevó a una tienda de novias y fingimos que estábamos buscando mi vestido de novia, tomamos muchas fotos que le envié a mi madre con la leyenda: "Ya no te quedarás con las ganas de verme de blanco", él se probó un esmoquin y posó junto a mí. Fue realmente divertido.

Fuimos al estacionamiento de un Wal-Mart a media noche sólo para que Christian me permitiera conducir en un lugar en el que "no podría golpear a nadie". Estaba tan agradecida por cosas tan simples y estúpidas como esta, pero que ahora significaban todo para mí.

Lo llevé a una tienda de instrumentos musicales en un centro comercial de Dallas sólo para que tocara una canción que me encantaba. Empezó haciéndose el gracioso hasta que un empleado le pidió que lo dejara porque "no era un juguete" y entonces le demostró que de hecho era un pianista virtuoso. Jamás olvidaré la expresión facial de aquel empleado.

Fuimos a una tienda de discos para jugar un juego. Siendo que mi jefe me había pagado y en este momento el dinero no era un problema le pedí que escogiera diez discos que considerara que tenía que escuchar antes de morir y yo haría lo mismo. Ambos estaríamos obligados a escucharlos y ya que nos restaban bastantes horas en carretera hacerlo no sería un problema.

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