Eran casi las nueve de la noche cuando llegamos a Atlanta, yo estaba muy cansada y no tenía muchas ganas de hacer algo más que ir a dormir.
Una casa de dos pisos con techo a dos aguas, me parecía muy apropiado para haber sido el lugar en el que Christian había crecido. Las luces estaban apagadas cuando llegamos, hacía un poco de frío. Christian buscó entre los arbustos al pie del porche de la casa; parecía haber encontrado algo. Se acercó a la puerta y la abrió.
—Las viejas costumbres nunca mueren —dijo mostrándome la llave, me preguntaba por qué una mujer sola dejaría la llave de su casa al alcance de cualquiera.
Encendió las luces y me invitó a descansar en la sala, había un fuerte olor a aromatizante y noté las abundantes charolas con potpurrí que estaban distribuidas por toda la sala. Christian salió a buscar las maletas. Los sillones estaban estampados con unas enormes flores de color dorado y en la pared había muchos retratos en blanco y negro. Me puse de pie y me acerqué para verlos.
Pude ver algunos de Christian e incluso algunos en los que estaba tocando en un escenario. Era extraño que todos estuvieran en blanco y negro.
—A mi madre le parece que las fotografías en blanco y negro hacen que todo el mundo se vea más atractivo de lo que en realidad es —dijo él colocando las maletas en le suelo, parecía haber leído mi pensamiento.
—¿Y tu madre?
—No tengo la menor idea —dijo dejándose caer sobre el sofá, se quitó las botas y las arrojó al otro lado de la sala. Esto explicaba el desorden en su casa en Santa Mónica.
—¿Tu madre sabe dónde vides en Santa Mónica? —no sé por qué se me vino eso a la cabeza.
—Sí, más o menos —dijo frunciendo el entrecejo, parecía estar considerando su respuesta.
Me senté en un sillón, su respuesta me parecía extraña.
—Bueno, sabe que vivo en Santa Mónica, le dije que estaba en un bonito apartamento de una recamara muy cerca de Santa Mónica Pier, no he sido muy específico al respecto. Pero le he mandado unas imágenes geniales de la costa.
—Ok...
—¿Quieres algo de beber? No tengo idea de lo que pueda haber pero siempre hay agua del grifo
Me reí por lo inesperado de aquello, acepté el agua y observé la habitación en la que me encontraba mientras aguardaba el regreso de mi acompañante. La puerta principal se abrió y escuché un "¡Quién anda ahí!" que se oyó severo. Me puse de pie y en ese instante la madre de Christian entró a la sala.
—¿Quién eres tú? —cuestionó con el teléfono móvil en la mano. Supuse que llamaría al 911. No supe explicar mi presencia ahí.
—¡Mamá! —Christian salió de la cocina con los brazos extendidos para abrazarla. Pude ver el rostro de la mujer iluminándose.
Se abrazaron y vi a la mujer acariciar el rostro de su hijo, parecían haber estado lejos mucho tiempo.
—¡No me dijiste que vendrías! —reclamó ella.
—¡Quería sorprenderte! —respondió él.
—¿Quién es tu amiga? —preguntó con amplia sonrisa en el rostro.
—Sienna Hartman —me adelanté a presentarme a mí misma, no recordaba si le había dicho mi apellido a Christian, no quería un momento incómodo con su madre como el que le había hecho pasar a él con mis padres.
Nos dimos la mano y los correspondientes "mucho gusto", la señora se presentó como Patricia Kavanaugh, era una mujer madura pero en su rostro se reflejaba la imagen de una mujer fuerte de carácter firme y corazón cálido que albergaba un gran amor por su hijo. Sugirió que saliéramos a cenar a "algún lugar bonito" pero Christian me cubrió diciendo que ya habíamos cenado y que necesitaba descansar porque me había hecho viajar desde California en un solo recorrido; era una mentira pero funcionó para que su madre me permitiera ir a dormir mientras ellos "se ponían al día".
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I'll follow you
ChickLitSienna es una mujer que ha vivido los últimos diez años de su vida enamorada de Samuel. Cuando un diagnóstico desafortunado la hace cuestionarse sobre el rumbo que va tomando su vida vuelve a casa en donde conocerá a Christian quien la ayuda a repla...