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Tuve miedo de volver a casa de Christian. La verdad era que me aterraba tener una de esas "crisis convulsivas" estando sola con él, y me imaginaba tantas situaciones espantosas y vergonzosas, que lo último que quería era hacerle pasar un rato de esos a mi lado.

Me llamó varias veces entre el lunes y el martes. Creo que se cansó de escuchar el tono en mi celular, y pude escuchar a mi madre hablando con él desde la cocina. Le hice una seña para que terminara la llamada pero mi madre me ignoró categóricamente. ¿Desde cuándo hablaban tan cómodamente esos dos?

Tenía que ignorar toda la situación, tomé una manzana del mostrador y me encaminé a mi habitación para encerrarme; no sin hacer un escándalo al azotar mi puerta.

¿Qué le ocurría ahora?, ella sabía mejor que nadie que lo mejor era que me alejara de Christian, y ahora la tenía hablando con él.

Revisé mi teléfono móvil para ver si había noticias de Sam, pero no había nada. Me dejé caer en la cama y abracé la almohada. Estaba enloqueciendo, no era posible que estuviera aquí esperando tener noticias de Sam, cuando hacía algunos días que había sentido celos de una enfermera por verla cerca de Christian. ¿Qué me estaba ocurriendo?

¿Por qué Sam no había llamado aún?, ¿sería que ya había visto mis estudios y, tal como había imaginado, no tenía intenciones de permanecer a mi lado?

Me abracé a mí misma y cubrí mi rostro con la almohada; me sentía patética, y lo último que quería era que alguien pudiese escucharme en caso de que empezara a llorar.

Por la tarde me sentí de mejor ánimo y acompañé a mi padre a caminar por el parque Clover. Creo que no lo había hecho desde la adolescencia, y ciertamente no recordaba haberlo hecho con mi padre.

—Tu madre me dijo que al fin le dijiste a Sam lo que ocurre —dijo él acariciando mi brazo.

Lo miré a los ojos y me sentí un poco cansada, no estaba segura de querer hablar de eso con mi padre. Caminamos hasta llegar a una banca y tomamos asiento.

—Sí, bueno... No fue eso exactamente lo que ocurrió —admití.

Me miró contrariado; al menos mi madre no había sido muy específica respecto a cómo se habían dado las cosas en mi "conversación" con Sam.

—¿Por qué no me cuentas qué es lo que pasa con Sam? Tal vez yo pueda ayudarte —dijo él de forma comprensiva. Me recordaba a todos esos momentos en los que había corrido hacia él en mi infancia, buscando que me salvara de todos mis "problemas".

—Las cosas entre Sam y yo han estado un poco frías últimamente —confesé.

—¿Últimamente?

—Un año, tal vez dos... o tres. Ya perdí la cuenta —admití —, la cuestión es que cada vez que me preguntaba por qué seguía con él, me convencía a mí misma de que aún estaba enamorada de él; y cuando hacía algo que me decepcionaba, trataba de consolarme con el argumento de que "todas las parejas tienen sus altas y bajas" —declaré haciendo un ademán con mis manos. Mi padre me observaba atento—, pero cuando supe lo que estaba pasando conmigo; léase supe mi diagnóstico, creí que Sam me dejaría cuando supiera y creo que tuve miedo a experimentar ese rechazo.

—¿Y por qué pensaste eso?

—Porque, papá, si Sam y yo prácticamente ya no hablamos de nada y no somos románticos a no ser que haya público, no puedo imaginarlo cuidándome en la cama de un hospital y limpiando mi vómito del suelo —lo vi hacer una mueca—, perdón si te ofende; pero es la verdad. No suena sexy, ni atractivo de ninguna forma; pero tú y yo sabemos que incidentes como lo de las convulsiones, el vómito y sólo Dios sabe cuántas cosas desagradables más, se están convirtiendo en mi pan de cada día, ¿puedes imaginar a alguien como Samuel Ackermann limpiando mi vómito?

I'll follow you Donde viven las historias. Descúbrelo ahora