Tenía jaqueca y no estaba de ánimo para más estupideces. Sam llegó como a eso de las nueve, me había llevado un enorme pastel de chocolate y un ramo de rosas. Yo sabía que era su forma de pedir disculpas sin tener que mencionar la palabra "perdón".
Me dolía mucho la cabeza y la tierra seguía moviéndose, se sentía como viajar en un bote a gran velocidad. Insistió tanto en que probara el pastel que terminé comiéndome una rebanada que vomité apenas unos minutos después de ingerirla. Se esforzaba tanto por ser amable que resultaba molesto; él y yo sabíamos que no estaba siendo él.
Sugirió que hiciéramos algo tranquilo por el día de hoy y salió en busca de algunas películas para que las viéramos juntos. Yo revisaba mi teléfono celular constantemente en espera de algún mensaje de Christian, lo extrañaba mucho y lamentaba no haber estado aquí cuando había venido a buscarme.
Samuel volvió con una colección de cine francés porque recordaba "cómo habíamos disfrutado esas películas juntos". Corrección, a él le encantaba el cine francés, yo sólo había querido compartir esos momentos con él; pero supongo que el hecho de que él tuviera esa idea sobre mí había sido mi culpa.
Me senté en la sala durante horas a deleitarme con sus películas hasta que de alguna forma mi cerebro se desconectó y debo haber caído dormida; eso era algo bueno que me ofrecía esta situación. Tenía el pretexto ideal para ausentarme de las situaciones sin que nadie pudiera decir o hacer nada al respecto.
Era casi media noche cuando desperté en mi cama con mi padre recostado junto a mí, tenía uno de los discos que Christian había escogido para mí entre sus manos. Parecía haber estado revisando el panfleto. No quise despertarlo y me acurruqué con él.
Por la mañana las náuseas habían desaparecido, pero la mitad izquierda de mi cuerpo había decidido dejar de responder a mis órdenes, se sentía rígida y no podía moverme. Me asusté porque esto ya había pasado una vez en Atlanta pero ahora me resultaba más difícil conseguir algo, mi habla también era torpe y yo misma no lograba reconocer mi propia voz. Llamé a mi padre para que me ayudara a llegar al baño.
La expresión en su rostro lo dijo todo una vez que me vio, empezaba la recta final. Esperaba que no fuera doloroso.
Mi madre tuvo que ayudarme, me bañó en la tina porque yo no podía permanecer de pie sobre mi pierna derecha por mucho tiempo, y todavía me sentía un poco mareada. Le pedí a mi padre que no me llevara al hospital; todos sabíamos que esto pasaría, sólo que no esperaba que sucediera tan rápido. Creí que me vería a mí misma en esta situación hasta llegar al final de los tres meses ofrecidos por el médico.
Papá tuvo que atender a Sam cuando llegó. Debió haberle explicado la situación porque cuando pude verlo ya se había encargado de pedir que le llevaran una silla de ruedas.
La sola imagen de dicho artefacto me generaba aversión. Pero ya estaba dicho que se convertiría en mi medio de transporte. Desayuné sin mucho entusiasmo, Samuel me observaba como si estuviera ante un extraterrestre; sabía que esto pasaría. Aun así, se esforzó por ser amable y trataba de hacerme sonreír.
No estaba de ánimo para hacer cosas, pero de alguna forma Samuel se las arregló para convencer a mis padres de que acudiéramos a un karaoke por la noche. Esas cosas me habían gustado en mi infancia y tierna juventud, y creo que accedí únicamente porque me pareció que les debía algo divertido a mis progenitores.
Mamá fue muy cuidadosa con la comida. Se aseguró de que no comiera nada pesado y preparó una bolsa con mis medicamentos, papel higiénico, toallas húmedas y otras cosas que consideraba útiles en caso de que tuviese alguna molestia. Se sentía como si aquella bolsa fuese una pañalera, sólo que el bebé tenía treinta y uno.
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I'll follow you
ChickLitSienna es una mujer que ha vivido los últimos diez años de su vida enamorada de Samuel. Cuando un diagnóstico desafortunado la hace cuestionarse sobre el rumbo que va tomando su vida vuelve a casa en donde conocerá a Christian quien la ayuda a repla...