III

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III

Esa noche no pude dormir; Christian me había cedido su "cama" y lo tenía en el piso frente a mí. Se veía tan tranquilo durmiendo, que no pude evitar sentirme culpable por haberle quitado la cama solo para no poder dormir.

Lo había visto cocinar al regresar de casa de mis padres y me había parecido un escenario fascinante. Me sonrojaba de sólo pensar en lo que estaba empezando a sentir por él. ¿Qué pasaba conmigo? ¡Ni siquiera conozco a este tipo! Me dije a mí misma sabiendo que el daño estaba hecho.

En algún momento caí dormida a causa del cansancio. Cuando desperté estaba sola y Christian me había dejado una nota sobre el mostrador de la cocina:

"Parecías estar agotada, no quise despertarte. Ayer fue mi día libre, ahora estoy en el trabajo.

Hay comida en la nevera, siéntete como en tu casa.

—C"

¡Qué vergüenza!, me sentí tan avergonzada al percatarme de que eran las 11:00 am, y yo no tenía la menor idea de a qué hora Christian había dejado esta nota. Además, todavía no sabía nada sobre él, el día anterior lo había estado arrastrando en mis problemas personales y jamás tuve consideración de su propia agenda. Había sido una egoísta.

Revisé la nevera y encontré más envases de jugo que lo que podía comer. Me preguntaba si Christian vivía a base de jugos, y decidí que haría las compras en retribución a las atenciones que el anfitrión había tenido conmigo.

Después de haber tomado una ducha, me preparé un café y revisé mi teléfono móvil; aún no había noticias de Sam, supuse que estaría ocupado en el trabajo.

Hacer las compras me resultó más complicado de lo que imaginaba. Cada vez que me decidía por algo empezaba a preguntarme si sería algo que Christian comería. "No sabes nada sobre él", me decía una y otra vez. Al final, terminé comprando enlatados y bastante jugo de tomate. Cualquiera que hubiera visto el contenido de mis bolsas pensaría que tenía un fetiche por el jugo de tomate.

De camino a conseguir un taxi, me encontré con una casa de música; la imagen de la guitarra de Christian vino a mi mente y terminé comprando varios juegos de cuerdas. El panorama se hizo complicado cuando me preguntaron el número de las cuerdas que necesitaba, el material de la cuerda y el tipo de guitarra. Así que terminé comprando paquetes de diferentes clases y marcas, Christian ya podría decidir cuál le era útil.

Eran aproximadamente las cuatro de la tarde cuando llegué a la casa de Christian. Me preguntaba a qué hora volvería, y qué debería hacer mientras tanto.

Miré a mi alrededor y decidí organizar un poco las cosas. Si bien el lugar no era un desastre; me quedaba claro que el dueño del lugar no era muy quisquilloso respecto a la limpieza.

Lo más inusual estaba en la cocina. Si bien los cubiertos y vajilla de plástico resultaban más baratos, era un poco extraño no encontrar algo que no fuera de ese material. Además, con el calor de Santa Mónica no estaba segura de que beber líquidos en vasos de plástico resultase muy placentero.

Mis manos tropezaron con una caja metálica parecida a una de herramientas pero que contaba con una cerradura. Originalmente se encontraba debajo de la mesa de la cocina, pero era algo estorbosa. Por más que traté de buscarle un lugar, no pude hacerlo y terminé abandonándola en el mismo sitio en donde la había encontrado. Para ser un objeto tan rebuscado era inusual que estuviera tan ligero. A primera vista parecía estar pesado.

Estaba acomodándolo cuando escuché la voz de Christian.

—¿Qué estás haciendo? —no parecía molesto pero el tono era severo.

—Bienvenido —saludé —, estaba acomodándolo de vuelta.

Se veía alarmado, por un momento pensé que era el lugar donde escondía sus drogas o algo así. Su expresión facial era realmente alarmante.

Lo vi mirar a su alrededor; se percató de los cambios y sonrió de forma sorpresiva.

—No tenías que hacer esto —declaró.

Me sentía un poco incómoda e insegura por el asunto de la caja. Sabía que su declaración atisbaba agradecimiento, pero era evidente que se había molestado al encontrarme tocando aquel objeto.

—¿Estás molesto? —me animé a cuestionar, él pareció sorprenderse por la pregunta.

—Claro que no —expresó con una sonrisa—, es sólo que esta cosa es muy pesada y podrías lastimarte —mintió refiriéndose a la caja, yo ya sabía que no era muy pesada—. Además, no deberías sobre esforzarte haciendo la limpieza en un lugar como este.

Se dirigió al frigorífico en busca de algo y permaneció ahí, con la puerta abierta por algunos segundos.

—¿Fuiste de compras?

—No había mucho qué comer, ¿quieres que te prepare algo? —me adelanté a sus movimientos —, aún no he comido nada —añadí.

—¡Claro! —exclamó con falsa alegría, creo que lo había incomodado.

Christian llevaba una cadena al cuello, y de ella colgaba una llave; me pregunté si se trataba de la llave que abría la dichosa caja.

Comimos sin hacer comentarios sobre lo ocurrido; tuvimos una conversación superficial sobre el presidente y nuestras posturas políticas. Por supuesto, a estas alturas me importaba poco la política, pero al menos sirvió para matar la incomodidad que había generado el incidente de la caja.

Estuvimos hablando hasta que el sueño empezó a hacer estragos en mí. Estaba por dormirme cuando escuché a Christian decir:

—Por mí está bien si quieres quedarte aquí. Puedes hacerlo el tiempo que quieras.

Cuando desperté Christian no estaba, y tampoco la caja...

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