XIV

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¿Cómo haces para despedirte de tu vida sin lastimar a nadie?

Esa pregunta me acosaba todo el tiempo, a veces pensaba que si me limitaba a permanecer en un rincón sin hacer o decir nada, podría ir dejando de existir poco a poco sin que nadie terminara extrañándome realmente. Pero existir sin hacer nada me resultaba imposible, empezaba a tener mareos que me llevaban a perder el equilibrio, siempre hacia el lado izquierdo. Eso no era efecto del alcohol, algo se había movido allá arriba y con honestidad no tenía intenciones de correr al hospital más cercano para tratar de averiguarlo.

Estaba terminando de acomodar unos libros en mi librero cuando escuché la voz de Christian.

— ¡Vaya!, parece que alguien debería decorar los bares de Santa Mónica —me alegró volver a verlo.

Lo recibí con una sonrisa.

—Creí que no volvería a verte —confesé.

—¿Y eso por qué?

—Pensé que te alejarías porque Sam fue muy molesto contigo —Sonrió y me guiñó un ojo.

—No es la primera vez que alguien es "molesto" conmigo, a veces me pasa por ser tan "cool".

No pude evitar reírme, me asombraba como todas las cosas parecían resbalarle sin molestarle.

—¿Cómo estuvo la boda?

—Te dije que había estado muy sola sin ti —dijo tomando asiento en mi cama.

—¡No es cierto!

—¡Claro que sí!, te dije que la decoración había estado cursi como en todas las bodas y que la comida estuvo buena, te mandé fotos.

Tomé mi teléfono móvil, estaba apagado. Se había quedado sin batería y yo había olvidado conectarlo. Sentí un escalofrío. Cómo se me había olvidado algo como eso, sobre todo cuando había estado esperando tener noticias de Christian o Sam durante todo el fin de semana. Encontré los mensajes de Christian y una llamada perdida del padre de Sam. ¿Qué podría querer?

—Le dije a tu madre que quería llevarte a Atlanta —dijo de la nada mientras yo mantenía la mirada fija en el teléfono.

—¿Qué? —no había entendido eso último

—Que le pedí permiso a tu madre para llevarte a Atlanta —me guiñó un ojo.

Tenía la boca abierta, no entendía de dónde había sacado tal idea, recordé a mi madre con su "te ves tonta hijita" y cerré la boca.

—¿Y tu trabajo?

—Ya no lo tengo, ahora soy desempleado. Así que como tengo un poco de tiempo libre pensé en ir a visitar a mi familia. La cuestión es que te prometí que pasaría tiempo contigo y no puedo hacerlo si yo estoy en Atlanta y tú aquí. Además, eres mi boleto de regreso y pretexto para no estar ahí mucho tiempo.

—¿Cómo que ya no tienes empleo? —pregunté intrigada.

Suspiró.

—Un cliente pareció molestarse con mi forma de tocar, y dijo haberse sentido molesto por mi actitud hacia él.

Sam... tenía que ser él, ¿quién más sino él? Era un auténtico imbécil.

—Lo siento mucho —me disculpé por las acciones de mi estúpido ex novio.

—No importa, él va a estar hospedándose ahí por un tiempo y hay muchos otros hoteles y bares a los que les haría bien tener un pianista. También he estado considerando volverme tatuador profesional, pero no sé dibujar y creo que eso puede ser un problema —No sabía si reír o tomarlo en serio —, ¡como sea! ¿Vienes conmigo?

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