VI
Christian no estaba en casa cuando regresamos, le había arruinado los planes de tomar café y pastel a mi madre. Tenía una jaqueca increíble y no estaba segura de que el olor a peróxido y tintes de la estética, lo hubiese provocado.
Las manos de mi madre acariciaban mi cabello mientras esperábamos que los analgésicos surtieran efecto.
—¿Hay alguna otra habitación? —quiso saber mi madre.
Moví mi dedo índice para decir que no.
—¿Y dónde duermes?
Señalé el sofá cama en el que estábamos "hablando".
—¿Y dónde duerme él?
Señalé el piso frente a sus pies. No dijo nada más, acarició mi frente y jugueteó con mi cabello. En algún momento me quedé dormida y desperté con los ojos verdes de Christian. Estaba frente a mí, asegurándose de que estuviera viva o algo así.
—Buenos días —saludó—, ya está despierta —agregó.
La luz se filtraba por las ventanas, ya era de día. Christian vestía formal y su cabello olía a modelador. Lo escuché despedirse y asegurar que volvería con la cena, pero no pude moverme a tiempo para ver con quién hablaba. Me había vuelto lenta.
—Buenos días mi amor —me saludó mi madre besando mi frente y. Ayudándome a sentarme.
—¿Te quedaste a dormir? —cuestioné de forma ingenua.
—No mi amor. Sólo hubiera podido dormir encima de ese muchacho, y no creo que tengamos la suficiente confianza todavía; además, tú estabas aquí —bromeó.
Traté de reír, pero me sentía tiesa.
— ¿Cómo te sientes?, ¿tienes ganas de salir?
—Estoy bien —aseguré acomodando mi cabello, parecía estar hecho un desastre.
—Quiero ir a comprarle una colchoneta o futón a este muchacho, para que duerma sobre una superficie adecuada.
Tenía razón. Desde que había llegado, Christian había tenido que dormir sobre el suelo y yo me había hecho de su sofá cama. Para tratarse de un desconocido había sido demasiado amable conmigo, y yo muy desconsiderada.
Mi madre se alejó. Pude percibir el aroma a panqueques apenas unos minutos después, se trataba del desayuno.
Para ser un platillo tan común, me resultaba nostálgico de solo pensar que hacía años que no comía las panquecas que mi madre preparaba.
—¿Sólo hay platos de plástico? —cuestionó al percatarse de la escasa colección de utensilios de cocina.
—Sí —respondí de inmediato, de hecho todo lo que Christian tenía en la cocina era de plástico. Las tazas de cerámica las había comprado yo al siguiente día de haber llegado —, ¿no crees que es un poco extraño? —añadí.
—Tal vez son más baratos —respondió sin darle mucha importancia al asunto.
—Tal vez... —murmuré.
—¡Ven a desayunar! —ordenó utilizando el mismo tono que cuando era niña—, también buscaremos una vajilla apropiada para agradecerle.
El desayuno estaba delicioso; era el sabor de la comida de mi madre, un sabor que había añorado durante todo el tiempo que estuve lejos de casa, y que no valoré mientras viví bajo el mismo techo.
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I'll follow you
ChickLitSienna es una mujer que ha vivido los últimos diez años de su vida enamorada de Samuel. Cuando un diagnóstico desafortunado la hace cuestionarse sobre el rumbo que va tomando su vida vuelve a casa en donde conocerá a Christian quien la ayuda a repla...