27 de Octubre

774 95 10
                                    

Estos últimos días estaba tan deprimido... no tenía ganas de nada. Ni siquiera de abrir este estúpido diario pero... terminé por rendirme. Después de todo, necesito desahogarme y por lo menos escribir algo.

En el trabajo evito verlos a los ojos; tengo miedo de que se den cuenta de lo mal que estoy. En casa me mantengo en silencio; encerrado en mi habitación sin comer o tomar agua si quiera. Me estoy matando lentamente... y no me importa.

De Tom... no he sabido nada. Quiero verlo, sentirlo, escucharlo... aunque me haya roto el corazón de esa manera. No importa. Quiero estar con él.
.........


Aquí estamos: de nuevo en el trabajo; preparándome para otra larga y tediosa sesión de fotos, siempre con una sonrisa falsa en el rostro.

Ria es la nueva maquillista: una chica morena y ahora pelirroja; suplente de Natahaly, quien estará ausente un tiempo en lo que el riesgo de la amenaza de aborto desaparece.

En cuanto nos quedamos solos y termina de arreglarme, se sienta a mi lado, observándome con gesto triste. Yo ni siquiera la miro de frente. No es que me caiga mal, simplemente sé que es amiga cercana de Tom y eso... no sé... es incómodo para mí.

— Tom ha estado deprimido estos días también —dijo de pronto, sin quitarme la vista de encima. En seguida le vi fijamente y me apresuré a preguntar por él—. ¿Por qué te preocupa?
— Yo... sólo quiero saber... —murmuré desviando la mirada.
— Todavía lo amas...

Asentí despacio.

— Puede que ya no estemos juntos y que no haya nada entre nosotros, pero todavía me preocupa —limpié una lágrima que rodaba por mi mejilla—. Yo solamente quiero que este bien.
— Está mal —su respuesta hizo que mi corazón se estremeciera de inmediato y mis ojos se cristalizaran—. Me dijo que ni siquiera le habías dicho tu nombre...
— ¡Se lo dije! —elevé el tono de mi voz mientras una lágrima más resbalaba por mi rostro— El día que nos conocimos... nos presentamos y se lo dije. Yo... yo creí que me llamaba de todas esas maneras por cariño y no porque había olvidado mi nombre —a esa segunda lágrima le siguieron muchas más que no me molesté si quiera en limpiar al verle—. ¿Cómo... cómo pudo haber estado saliendo con alguien de quien ni siquiera sabia su nombre?

Ria me miró con tristeza, suspiró y me abrazó.

— Eso fue lo que me dijo —me aferré a ella, zollozando—. Los dos están muy mal...
— Quiero verlo —afirmé entre lágrimas, escondiendo mi rostro en su cuello—. Pero... ¿y si me ignora? ¿Y si no quiere verme?

Ella me separó despacio, limpiando mi rostro.

— Yo trataré de ayudarlos, ¿de acuerdo? Haré que se dé cuenta de las cosas.

Asentí agradeciéndole de manera baja.

Diario de un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora