21 de Enero

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Tom canceló su regreso. Se ha quedado conmigo todo el tiempo, pegado a mí como no hacía desde hace mucho... y lejos de ser lindo es sofocante. No me suelta, y cuando me desaparezco por mínimo que sea el tiempo, siempre lo tengo detrás de mí preguntando dónde he estado.

Es... frustrante.

Y si está Anis ahí... ¡joder! Se pone pesado y cortante. Lo trata mal...

— Anda, Tom —y ésta es la quinta vez que Andy le pide que lo acompañe por unas cosas del colegio. Juro que si Andy no estuviera con nosotros, ya me habría vuelto loco tratando de soportar el comportamiento de Tom—. Acompáñame sólo por hoy...
— Ya te dije que no.
— ¡Por favooooor! —le dibujó una cara suplicante, llena de ternura y terminó por aceptar— Lo entretendré unas horas, así que has de todo. Diviértete, ¿vale? —me susurra de manera cómplice mientras su hermano va por una chaqueta.

Yo me limito a sonreírle, agradeciéndole y acompañándolos a la puerta, donde muy sin ganas, recibo el beso de despedida de Tom, junto con un "no tardo" muy seco.

Suspiro y entro de nuevo, tomando mi chaqueta para salir unos instantes después.

Si aún estoy con él... es porque no sé cómo terminar la relación. Es... extraño.

Termino en el café de siempre y tomo asiento en la mesa del fondo. Afortunadamente, hoy la encargada no se encuentra, así que no seré sometido a interrogatorios incómodos.

Me quedé un rato ahí, sentado sin pedir nada, cuando una voz familiar me tomó por sorpresa.

— ¡Pero miren a quien tenemos aquí! —sí, era Anis. Estaba ahí a mi lado, con su eterna sonrisa. Al verme, torció un poco los labios, como si tratara de reconocerme— Bien... estoy seguro que te conozco de algún lado...
— Serás tonto. —reí leve, negando.
— Te pareces mucho a alguien que conozco... sólo te falta esa sonrisa tonta de niño pequeño —se acercó un poco más hasta quedar a unos centímetros de mi rostro, y volvió a sonreír—. Tal vez si me dices tu nombre —borré mi leve sonrisa al escucharlo, y suspiré, haciendo que él también borrara la suya y se alejara un poco—... ¿He dicho algo malo? —negué, desviando la mirada— Sea lo que sea... perdona. Sólo estaba bromeando.
— ¿Crees que mi nombre sea difícil de olvidar? —pregunté, perdiéndome en los recuerdos que tanto dolor me seguían causando.
— ¿Por qué lo dices?
— Sólo es una pregunta —volvió a cuestionarme—. Es doloroso recordarlo.
— Sabes que puedes decirme lo que sea, chico.

Tomé aire, cerrando un momento los ojos y hablé. Le conté todo con cada detalle: cuando rompí con Tom y lo mal que lo pasé; cuando regresamos y los pocos mensajes que me mandaba y me respondía; nuestro distanciamiento y el repentino control que quería tener sobre mí desde que lo conoció. Todo.

— Ahora... no sé cómo terminar la relación —apreté una servilleta entre mis manos, retorciéndola—. Tengo miedo de ganarme su odio y un nuevo "gracias por nada" de su parte.

Anis se quedó un momento callado, clavando la mirada en la mesa.

— Por lo de olvidar tu nombre y hacerse pasar por otra persona... bueno, tal vez tenga algún trauma o algo parecido y por eso lo olvidó; tal vez tenga problemas que tenga que tratar con un loquero —lo vi; esperaba que sonriera de manera burlona como acostumbraba cuando hablaba de psicólogos... pero se mantenía serio—. Tal vez... tenga problemas con sus sentimientos.
— Es por eso que también pienso en si sería lo mejor terminar o no —murmuré—. ¿Que tal que decido terminar y se corta y le pasa algo grave? No quiero eso.
— Pero si no lo haces, te sofocará con sus celos —no dije nada—. Tú también tienes derecho a seguir tu vida, chico. Él ya no te ama como antes.... y tampoco te deja ser feliz. Eso es ser jodidamente egoísta —suspiré, bajando la mirada—. Él no te merece. —colocó su mano sobre la mía, en un intento de consolarme.
— Tal vez... tengas razón pero...
— Está bien que seas masoquista —por fin, ese tono entre burla y alegría regresó a su voz—, pero hay que saber por quién sufrir y por quien dejar de hacerlo. Y Tom es alguien que no merece el que estés haciendo tanto por él.
— Pero él...
— No te merece. He dicho —le vi, sonriendo de lado al escucharlo—. Así que usted va a ir a casa, va a terminar con él y después...
— Y después dejas de llenarle la cabeza con estupideces. —la voz de Tom frente a nosotros me sobresaltó. Se veía enormemente molesto, clavando la vista en nuestras manos.
— Perdona. No pude... —y Andy se veía agitado y preocupado, tratando de excusarlo.
— Vámonos, Bill —me tomó fuertemente del brazo, tirando para que me levantara y lo siguiera.

Anis se puso de pie, tratando de que me dejara en paz, pero no logró nada. Antes de que empezaran una pelea tonta, le dije que "estaba bien" y que lo vería después.

Ya en el departamento, me soltó.

— ¡¿Es que eso querías desde el principio?! Escaparte... y verte con ese... ese...
— ¡Nada tendría de malo si Bill se quiere ver con un amigo! —Andy... él siempre sacando al cara por mí— Él es tan libre como tú, Tom.
— Tú no te metas, Andy. Anda, vete por ahí. Bill y yo tenemos que hablar.
— ¡Pero...!
— Anda —me acerqué despacio a él, tomándole suavemente del brazo—. Déjame arreglar ésto, ¿sí?

Me vio preocupado y, aunque negó e insistió en que se quedara, le convencí de que se fuera... y lo hizo, azotando la puerta al salir.

— ¿Por qué, Bill?
— La pregunta es, ¿por qué, Tom? —me deshice despacio de la chaqueta y tomé suavemente el punto donde él había tirado de mi brazo, pues aún sentía dolor— ¿Por qué te comportas de esa manera?
— Eres mi novio —respondió fríamente—. Mío.
— Eso no parecía importarte antes —repuse triste, viéndole—. ¿Qué pasó con el distanciamiento y las respuestas cortantes? Desde que regresamos...
— El trabajo...
— ¿El trabajo? —repuse en una sonrisa sarcástica— No, Tom. No uses eso como pretexto.
— Si no puedes entenderlo...
— No. No lo entiendo. Yo también he estado trabajando, ¿sabes? Y aún así había días en los que no podía dejar de pensar en ti. Te mandaba mensajes... rogaba por que me los contestaras y vinieras a verme de vez en cuando... pero, adivina: no lo hiciste. Respondiste menos de la mitad de esos mensajes y todas eran respuestas frías. Te desapareciste mucho tiempo... y nadie sabía decirme de ti. ¿Por qué? ¿Es que te estabas escondiendo de mí? ¿Es que de pronto te cansó tener un novio como yo? —apretó la quijada, sin responder— Y ahora que un amigo ha venido a verme... te pones celoso y quieres controlarme a todas horas. ¿Por qué? ¿Es que por fin tienes miedo de perderme?
— No entiendes...
— Tienes razón. No lo entiendo. No entendí por qué rompimos aquella vez y no lo entiendo ahora.
— ¿Sigues pensando en eso?
— Uno no deja de pensar en ciertas partes de su vida hasta que puede cerrar ese capítulo —pasé de largo a su lado, yendo a la habitación—. Y como tú no lo recuerdas, nadie puede aclararme las cosas... así que seguiré dándole vueltas a ese asunto, siempre.

Cerré con llave y me senté en la cama, escuchando como, después de un rato, salía azotando la puerta, igual que su hermano.

Diario de un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora