-¡Eh! ¡Aquí! Venga Edwin, ayúdame con la puerta-. Tras abrirla, apareció detrás, tumbado boca abajo, Paul, el chico al que Emma disparó, en defensa propia. Tenía la nariz rota y una herida de bala en la parte superior de la pierna, solo le rozó. Sus compañeros tardaron dos segundos en levantarle y sacarlo de allí. Todos estaban sorprendidos con el comportamiento de aquella chica, parecía frágil, pero tenía más coraje que todas a las que habían secuestrado.
JASON:
Joder, esta vez me he pasado. Aún me cuesta ver con claridad y apenas mantengo el equilibrio. ¿Pero, desde cuándo me castigo a mí mismo? Puedo hacer, tomar, beber y meterme todo lo que me dé la gana. Lo que yo haga o deje de hacer no le importa a nadie, y mucho menos a mí, ¿no?
Emma pesa muy poco, es fácil llevarla en brazos como si nada. Pero al llevarla a caballito me cuesta más, ya que no veo los lados de las escaleras y no quiero que se haga más daño. Se oye jaleo, acabo de subir los últimos escalones y me dirijo con cuidado a la habitación donde la tenemos secuestrada. Hay sangre por el suelo, los chicos ya han debido de encontrar a quien le pertenezca. Me gustaría saber qué le hizo para provocarla, aunque tampoco es muy difícil. Me rio hacia adentro ante ello. En fin, van a volver a por ella, lo sé porque hace tres días yo hubiese hecho lo mismo. Por eso decido llevarla a mi habitación.
Está atenta a cada paso que doy y a cada movimiento, pero no dice nada. Casi no pestañea, y de sus ojos no paran de surgir lágrimas. La siento con cuidado en el borde de mi cama, sobre el edredón burdeos. La observo, tiene la mirada perdida y el tirante del sujetador caído sobre su brazo derecho. Con el dedo índice se lo subo hasta su hombro, noto como se le eriza la piel a mi paso. Por un instante, siento la tentación de mirar, tocar, probar… Dirijo mi mirada hacia la suya, ahora no Jason. Me contengo, trago saliva y la ayudo a darse la vuelta, quedándose tumbada boca abajo.
-Esto… voy a preparar un baño, tengo que desinfectar las heridas antes de curarlas, ¿vale?-. Pero no obtengo respuesta alguna. Ni se inmuta.
Me incorporo, por si acaso… voy hacia la puerta, cierro con la llave y el pestillo, oigo como suspira. Camino, entro al baño, me miro en el espejo, observo como mi imagen, poco a poco, es sustituida por el vaho. La bañera está apunto de rebozar, cierro el grifo. Mañana es lunes, el día del caos, recoger, reponer, localizar… suelo encargarme junto con Marc, pero no sé qué hacer con ella. ¿Y si la liberase…? ¡No! Jason, joder, no. ¿En qué coño estoy pensando? Me doy con el puño en la cabeza, como para expulsar esa absurda idea de mi mente.
Voy a por ella. La ayudo a incorporarse, cada vez tiene el ojo más morado, y el labio más hinchado. La herida rosada que le cruza la cara…pff no sé por qué, pero de pronto me hierve la sangre, debe ser el efecto de las drogas.
Emma:
“He tenido ganas de morir. He intentado aguantar la respiración, pero no he podido. Creo que mi mente ha tatuado su mirada en mi alma, para siempre. Jamás le había visto así, parecía otro. Yo solo… solo le había dicho que en ese momento no, no me apetecía, no quería. Aun siento sus dedos apretándome la garganta. Tal vez no le conocía como yo pensaba, aunque todos me lo advirtieron. Quizás debí hacerles caso. Estoy en su cama, nuestra cama, como yo decía. Ahora sé que nunca lo fue. Llevo puesta su camiseta negra, la de letras blancas y rojas que tanto me gusta. Me la había dado. Más bien no le gustaba, y no le importó que me la quedase. Me daba igual, yo me sentía bien llevándolo conmigo, puesto, encima de mi piel, a todas horas. Luego se convirtió en literal”.
Jason estaba preocupado, Emma había dejado de respirar por un instante, en el que su mente atrajo un horrible recuerdo de su pasado, pero él no lo sabía. Simplemente la zarandeó suavemente, para que volviese a respirar. Ella abrió mucho los ojos, volviendo a la realidad, el dolor de la espalda y la cara le recordó donde estaba. Fueron hasta el baño. Emma se quitó los pantalones, zapatos y calcetines. No dejaba de mirarle, no confiaba en él, ¿o sí? Jason pensaba quedarse también en ropa interior, pero al ver la expresión asustada de ella, optó por quitarse solo la camiseta y los tenis. La chica pudo contemplar por segunda vez, aquellas marcas en su piel. Pequeñas “heridas de guerra” como hubiese dicho su padre. Cada una tendría una historia que contar, se preguntaba si algún día lo sabría. Ambos estaban de pie, el uno frente al otro, en medio de aquel baño azul. Él avanzó un paso y ella lo retrocedió.
-Ten- Le tendió su camiseta blanca- Estarás más cómoda con ella, no pasa nada si la mojas-. Emma dudó tres segundos, que a Jason se le hicieron eternos. Finalmente la cogió y con su ayuda se la puso. Acto seguido, con cuidado, se deshizo del sujetador. Nada más hundir su cuerpo en la bañera rebosante de espuma, la camiseta, ahora levemente rosada, se le adhirió a la piel provocándole una horrible quemazón.
-¡Ay!-. Jason entró con los vaqueros puestos. Se sentó detrás de ella para tener al alcance las heridas. Cogió una toalla pequeña de color crema, y la mojó con el agua caliente y un poco de jabón.
-Esto… iré con cuidado, intentaré que sea lo menos desagradable posible-. Le subió despacio la camiseta hasta los hombros y comenzó a desinfectar. Le dolía, pero no se movió ni un milímetro. Apretó fuerte la mandíbula y aguantó. El caso es, que siempre había tenido la capacidad de evadirse, ponía la mente en blanco y su cuerpo entraba en un estado de calma que la ayudaba a superar el dolor. Sin embargo, esta vez, un montón de pensamientos y preguntas sin respuestas invadieron su cabeza, alejándola del relax. ¿Qué había pasado con Jason? ¿Por qué la ayudaba ahora? ¿Había cambiado o simplemente fingía para hacerla sufrir más? Él la distrajo de sus pensamientos.
-Listo, después te echaré una crema que evitará la infección-. Al ver que ella no reaccionó, se arriesgó. Cogió el bote de champú y empezó a lavarle la larga melena. Emma era consciente de que llevaba horas sin hablar, y seguiría así por un tiempo. Hablar la llevó a aquella horrible tortura.
Cuando Jason terminó, le pidió que se diese la vuelta. Cogió otra toalla con la que le limpió la sangre seca. Empezó por la raja, desde la ceja hasta la barbilla. Luego continuó con el labio. Sabía que ella tenía su mirada fija en él, pero continuó con su trabajo. Cuando vio aquel derrame de color púrpura que se cernía sobre su ojo, no pudo evitar sentir ira. La miró directamente a los ojos y algo se encendió en su interior. Algo que no le permitió controlar sus palabras.
-No te volverán a tocar, te lo prometo-. Hasta él se sorprendió al oir aquella frase. Era una promesa casi imposible de cumplir, pero él era un hombre de palaba, ¿no? Bajó su mirada y se quedó embobado. La camiseta mojada, dejaba ver sus redondos y perfectos senos. Ella reaccionó rápidamente dándole una torta en plena cara, y rompiendo su voto de silencio.
-¡Cerdo!-. Primero se quedó atónito al volver a oír la voz de Emma, incluso se alegró. Pero acto seguido, el orgullo volvió a él.
-¡Estúpida niñata desagradecida!-. Salió de la bañera de forma brusca y le lanzó de mala forma una toalla. Había vuelto el diablo. Al salir tan rápido, empapó el suelo de agua y espuma, por lo que su pie derecho resbaló, haciéndole caer fuertemente contra el suelo.
-Ah, Joder, me cago en la puta-. Emma no pudo evitar soltar una carcajada bastante sonora. Jason le dedicó una mirada asesina.
-¿La has encontrado? La dignidad, digo-.Ahora le tocaba a ella vengarse.
Él se incorporó y comenzó a quejarse del tobillo. Emma salió de la bañera y envuelta en la toalla fue a ayudarle, cuando Jason la cogió del pelo poniéndola frente a la pared. Sabía que su pecho estaba apretando las heridas de la espalda de ella, y en lugar de apartarse, se acercó aún más, atrapándola contra la pared.

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Atrapada en sus manos.
Action----------Jason poco a poco fue dejando de hacer fuerza, hasta que la liberó por completo. Una parte de Emma deseaba que no la soltase nunca, esa sensación de ser suya, estar a su voluntad, sumisa, la volvía loca. Adoraba estar atrapada en sus manos...