Me quedo allí, helada, sola. Pablo se encargó de cerrarme la puerta en plena cara. Aún tengo los latidos acelerados. Apoyo la espalda en la pared y dejo caer lentamente mi cuerpo, hasta abrazar mis rodillas. Abro los ojos, no sé cuánto rato he permanecido en esa postura, pero siento cada músculo y articulación totalmente entumecidos. Me dirijo a su armario y cojo una enorme sudadera roja, unos boxer negros, un chándal corto y calcetines. Todo me queda al menos tres tallas más grandes. Me siento en la cama y me tumbo de lado, echándome el edredón encima. Pongo la mente en blanco, Jason...
Abro los ojos poco a poco, la poca luz que deja entrar la persiana me ha despertado. Él no ha vuelto. Arreglo la habitación. Hace un rato ha venido un chico con el pelo corto y pelirrojo. Me ha traído una bandeja con tostadas, fruta y agua. He intentado preguntarle pero solo me esquivó y desapareció por donde vino.
Tras hincharme, literalmente, de reponer energías, me pongo en acción. En la mesita de noche está la supuesta crema para cicatrizar, con base de rosa de mosqueta. Me la aplico como puedo. Observo el cuarto, pintado de un tono grisáceo que contrasta con el vivo burdeos del edredón. El armario es empotrado, con puertas grandes que hacen función de espejo. Me acerco y veo mi cara reflejada, he perdido peso. Ya no tengo el ojo hinchado, y la raja y el labio están cicatrizando. Subo la sudadera y me giro para ver las finas líneas rosadas que adornan mi espalda. Me voy a vengar de todos y cada uno de ellos. Empezando por el culpable de mi secuestro, Jason.
Me da por asomarme bajo la cama, hay un baúl marrón. Lo que encuentro dentro hace que pierda el aliento por unos segundos. Ahí está, tal y como lo perdí. Mi querido y preciado bolso negro. Lo cojo casi instintivamente y vacío su interior en el suelo. Está todo, todo excepto mi foto de la buena suerte. Me permito el lujo de pensar en ella por un instante, no es momento de flaquear. Cojo el neceser de color lila y me dirijo al cuarto de baño. Tras asearme, me recojo la melena en una cola alta, he tardado como diez minutos en deshacer todos los nudos. Aplico una base de maquillaje para tapar lo que queda de los morados y heridas, me pongo una fina línea de eyeliner, y por último, el rímmel, aunque nunca lo he necesitado, pues tengo unas largas pestañas (cortesía y herencia de mi padre). Ni si quiera sé por qué hago esto, casi me resulta ridículo. Ahora solo quiero engañarme a mí misma.
No entiendo nada de lo que está pasando, de hecho creo que mi mente ha creado una barrera defensiva que me hace "acostumbrarme" a la rutina.
Decido salir, ya estoy harta de estar encerrada, suena irónico, ya que por mucho que salga de esta maldita habitación seguiré estándolo. Uff ya hablo hasta conmigo misma, esto no es bueno.
Cierro la puerta tras de mí, ni si quiera tenía la llave echada, me sorprende y a la vez me asusta esa sobreconfianza que tienen sobre mi, como si dieran por hecho que no iba a intentar huir...
El pasillo está prácticamente oscuro, por suerte decidí cambiarme de ropa en el último momento. Ahora agradezco llevar siempre una ropa de muda en el bolso y el haber lavado la ropa interior la noche anterior.
Me choco de golpe contra alguien y se me corta la respiración.
-¿Qué haces aquí?-. Lo dice suave, casi puedo notar su sonrisa. Con el fuego del merchero consigo ver que se trata del chico pelirrojo. Siento un gran alivio.
-Esto...yo necesito despejarme, ya sabes...-decido jugar, me cojo un mechón de pelo y le doy vueltas en mi dedo, funciona- voy a volverme loca ahí dentro.
Da una larga calada y expulsa el aire lentamente, de una manera muy sensual. La sonrisa no se le borra de la cara.
-¿Despejarte eh?-. Asiento intentando dar pena, poniendo cara de cordero degollado, y parece que mi nueva imagen funciona, ya que primero me mira con algo de lástima y después sonríe pícaramente. Presiento que acabo de encontrar un cómplice, más bien mi primera víctima mortal.
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Atrapada en sus manos.
Aksi----------Jason poco a poco fue dejando de hacer fuerza, hasta que la liberó por completo. Una parte de Emma deseaba que no la soltase nunca, esa sensación de ser suya, estar a su voluntad, sumisa, la volvía loca. Adoraba estar atrapada en sus manos...