Nada

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Tres meses encerrada. 

Mandaron a Jae a México a solucionar diversos acuerdos. No nos despedimos, no se despidió de mí. Solo sé que llevo más de un mes sin verlo, sin saber nada de él, ni siquiera sé si sigue vivo. Un leve escalofrío recorre mi cuerpo que ya casi está cubierto por una fina capa de color púrpura. Los golpes se han convertido en parte de mi vida. Él me prometió que nadie volvería a hacerme daño, pero ellos dejan tantas promesas sin cumplir...

Básicamente mi vida se resuelve en levantarme, ayudar a otras chicas a limpiar, hacer de comer, servir la comida, y servirles a ellos. Pueden pedir lo que quieran, si te niegas golpe, si protestas golpe, si hablas golpe... De verdad, dicen que acabas acostumbrándote al dolor, pero no es cierto, cada uno me duele como el primero, son pequeñas torturas diarias que te destrozan el alma, si es que aún me queda algo de ella.

Hace frío. Mucho, tengo las manos heladas. Lo único que conservo es el cuarto de Jae, nadie puede entrar ahí, salvo yo. Supongo que lo dejó claro antes de largarse, siento como si tuviera que estar agradecida por ello, pero no, no lo estoy. Estoy muy enfadada, triste, amargada, harta, apenas hablo lo justo, no sé lo que es reír, se me ha debido de olvidar, de todas formas, sería irónico poder reírse en un sitio como este, ¿no?

-¡Emma!-. Odio su voz de asqueroso maduro calentorro. Pablo me da asco, es oír su nombre y se me revuelven las tripas. Será mejor que vaya rápido, no quiero consecuencias por tardar más de la cuenta.

-¿Por qué has tardado tanto?-. Un leve ardor me recorrió la boca del estómago, Pablo esperaba que yo le preguntase qué quería, pero al ver mi impasibilidad, desistió, y decidió no perder más tiempo, su tiempo. -. Necesito que hagas una cosa por mí, bueno por todos, por el negocio vaya je je je-. Dejó escapar el humo del puro poniendo los labios en forma de u.

-¿El qué?-. Sonríe maliciosamente, ha conseguido que hable, me repatea su victoria, pero no quiero sorpresas.

-Verás guapita, en unos días vendrá un cargamento completo de felicidad (burundanga), y esta noche se pasará por aquí su proveedor, y necesitamos caerle mejor que bien si queremos seguir haciendo negocios  con ellos-. Yo apuntaba cada frase en mi mente, por si acaso, pero aún no me quedaba claro qué quería exactamente Pablo de mí, y la incertidumbre me mata.

-¿Qué coño quieres? Sea lo que sea, puedes perdírselo a uno de tus lameculos, seguro que están encantados de caerle bien a ese camello por tí.

Se crujió los nudillos de ambas manos, haciendo que yo tragase saliva haciendo más ruido del que me hubiese gustado, acto seguido se sacó el puro y lanzó al suelo lo que quedaba de él. Se levanta de su asiento de escritorio y se acerca lentamente hacia mí. Yo permanezco inmóvil, totalmente quieta. Se planta justo delante de mí, amenazadoramente.

-Quiero que lo seduzcas, rubia-. Dejé escapar un ruido de mi garganta-. No te voy a mentir, es un tipo peligroso, por eso te necesito a tí, no tienes miedo, y eso no siempre es bueno, pero en este caso nos va a venir de lujo, total, ¿tienes algo mejor que hacer?-. Me mira de arriba a abajo y yo le lanzo una mirada asesina-.

-No-.

-No es cuestionable, vas a hacerlo-. Me coge un mechón del pelo, lo huele y le da varias vueltas sobre su dedo índice-. Además, sabes que puedo ser muy cabezota-. Sonríe mientras me pasa un dedo por la espalda, sobre aquellas finas líneas ahora de color blanquecino, un escalofrío recorre mi cuerpo y automáticamente retrocedo.

-¿Cómo es?-. Aunque no lo hiciera directamente, preguntaba por TODO, su aspecto físico, su carácter, su forma de pensar, sus gustos, etc...

-Le gustan las rubias-. Y diciendo esto, se gira y se va, dejándome allí, sin respuesta alguna.

Recuerdo que siempre, de pequeña, mi madre me recordaba cada día lo rebelde que era, siempre persiguiendo sueños a mi manera, no aceptaba que nadie me dijese lo que debía hacer o no, cabezota hasta el final, me decía, por un momento sonrío al recordarla, aunque sé lo mucho que me molestaba que me lo dijera, sobre todo porque ambas sabíamos que ella era igual que yo.

Pienso en voz alta, mientras pronuncio: -A mi manera-. Dibujo una sonrisa de complicidad conmigo misma, y me dirijo hacia el vestidor. 

Hoy nadie me ha molestado durante el día, supongo que Pablo habrá dado la orden para que me dejen mentalizarme y prepararme... el olor a amoníaco me nubla la mente por un instante, abro la alcachofa y espero a que se temple el agua, después entro en la bañera, tengo una especie de "deja vu" aquel día, Jason ayudándome con las heridas, enjabonándome el pelo, así sin más, sin pedirlo, sin hablarlo.... una leve punzada en el pecho me permite volver a la realidad, ya no está.

Llevo unos tacones negros de aguja,  y un vestido totalmente pegado hasta un poco por debajo de la rodilla de color negro también, eye liner, el gloss rojo, llevo el pelo hacia un lado semi recogido y levemente ondulado. Entro a "el centro", en la barra americana hay sentados tres hombres, altos, para nada me esperaba ese aspecto. Todos van con chaqueta y camisa, parecen sacados de una revista de modelos. El chico del medio, quizás el más joven, se peina levemente el tupé con la mano derecha, a la vez que bebe un sorbo de su martini. No sé que hacer, pero tengo que moverme ya, fuera nervios, fuera nervios Emm.  Camino hacia ellos decidida, preguntándome cual de ellos será mi presa, y no sé por qué, ya lo sabía.


Atrapada en sus manos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora