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Pasaron diez minutos desde que la comida había sido servida en nuestra mesa por un amable mesero, y decidí que no me quedaría más tiempo allí. Estaba harta de pasar de raperito a raperito en una gran guerra de egos. De tanto drama casi se me había olvidado cuál era mi propósito inicial; conseguir el dinero de la creciente e incesable deuda de mis padres.

Agarré mi bolsito y me levanté del asiento. Mateo, con medio tenedor adentro de su boca me miró extrañado. 

-¿Qué hacés? -me preguntó con la boca llena y levantándose también de su lugar.

-Me voy.

Y empecé a caminar hacia la salida del lindo restaurante. No sabía exactamente dónde estaba ni cómo volvería pero sabía que me las ingeniaría de alguna manera, como siempre hice.

Sentí los pasos de Mateo atrás, pero poco podría importarme. Solo quería irme a casa.

-Casandra, Casandra, podés parar -seguía insistiendo el morocho-. Frená Casandra.

Frené sin darme la vuelta y lo oí dejar de caminar.

-No te entiendo, boluda. Te molesta todo y yo solo estoy tratando de ser buena onda con vos.

Me giré y lo miré con los ojos entrecerrados.

-Sos buena onda conmigo porque podés darte ese lujo, no te cuesta -le dije seria, tratando de mantener la calma porque en cualquier momento me enojaría, me conocía-, y porque querés que yo sea tu trofeo.

-¿Trofeo? -escupió Mateo incrédulo de lo que le decía.

Me quedé en silencio porque no me iba a repetir.

-¿Por que carajo decís que quiero que seas mi trofeo, boluda? Estás mal si pensás así...

-Vos y Daniel en todo este tiempo que los he conocido solamente me han hecho sentir como un trofeo que pasa de mano en mano, y si voy en contra de ustedes soy una malagradecida porque ¡cuánto me han ayudado ustedes! Me tienen harta.

Me dí vuelta y seguí caminando hacia la parada del colectivo que había visto a lo lejos.

-¡Capaz tenés razón, pero jamás quise hacerte sentir mal! -me gritó Mateo mientras me iba-. ¡Sólo quería darte la oportunidad de conseguir lo que querías sin tener que andar detrás de un pelotudo cargoso como Daniel!

Frené y sentí el enojo correrme por las venas. No sabía como tomarme lo que me había dicho. Si bien era cierto que me había dado la oportunidad del modelaje y no era cargoso como Daniel, su comentario se sentía condescendiente. Como si él hubiera sido mi salvador.

Me giré y caminé los largos pasos que nos separaban con enojo hasta que estuve frente a él. Lo agarré del cuello de su remera Polo azul y  pegué su nariz con la mía.

-No me vuelvas a escribir en tu vida. No quiero nada de ti. Ni de Daniel. ¡Déjenme en paz!

Lo solté con el mayor desprecio que podía sentir y esa vez me fui sin darme vuelta.

No volvería a dejar que ningún hombre quisiera hacerse el héroe conmigo. No dependería de nadie más aunque la vida me costáse. Yo sola podía ante cualquier adversidad.

Pasó un colectivo a la media hora y me lo tomé sin siquiera saber a dónde ir. Sin embargo, cuando empecé a ver calles conocidas, me bajé en la parada de siempre. Caminé las oscuras calles hasta llegar a la casita de mis viejos, con la fachada toda arruinada, y las paredes sin revocar, pero era mi hogar. Sonreí al ver la casa. Extrañaba tanto a mi mamá. La vida antes de que se fuera parecía haber sido más fácil y tranquila, desde su partida todo era conflicto y caos, y a veces sentía que no iba a poder sola.

Abrí la reja chiquita, y caminé hacia la puerta, preguntándome si mi hermano estaría ahí o no. Era demasiado impredecible. Saqué mis llaves y las puse en la cerradura, solo para darme cuenta de que estaba destrancada. Abrí suavemente, con un poco de miedo, y me lo encontré durmiendo en el sillón.

La imágen me dió ternura. Me hizo recordar a cuando éramos chicos y los fines de semana les rogaba a nuestros padres para dormir en el living con la tele prendida. 

Me acerqué a él sin hacer ruido, y lo tapé con una manta que había a sus pies. Limpié la mesita ratona, que estaba llena de puntas de cigarros en un cenicero, y las cenizas por todos lados. Me senté en un banquito de la mesada de la cocina y lo observé dormir mientras yo me fumaba un pucho.

Que jodida era la vida, y cuánto daño nos había hecho.

Mi hermano y yo solíamos ser tan unidos. Éramos él y yo contra el mundo. Me gustaba perseguirlo por ahí y joderlo con que se cuidara, me gustaba hacerlo rabiar adelante de sus amigos. Y a él le gustaba andar atrás de mis amigas y aparecerse en todas las jodas a las que yo iba, aunque fuera demasiado chico para estar en ellas. 

Pero ahora... Ahora éramos dos extraños, que se odiaban y se despreciaban. Bueno, yo no lo odiaba ni lo despreciaba, pero sí estaba enojada con él. Se había convertido en un perro de boca rastrillo, que a la primera que me descuidaba podría robarme hasta el aire que respiro. Él, en cambio, sí me odiaba, estaba segura de eso. Me odiaba porque no le dejaba ver cómo me afectaba todo.

Cuando mamá y papá murieron, él cayó en las drogas y empezó a juntarse con gente de mierda. Yo por otro lado, me enfoqué en trabajar para pagar la deuda. Nunca los lloré. Él los lloró todos los días. 

Seguramente sea por eso que me odia. Y porque pareciera que uso a los raperitos estos para conseguir dinero. Aunque no sea exactamente así, yo también me odio por eso.

Ahora tengo todo un embole mental por haber empezado a relacionarme con esa gente. Debería haberme mantenido en la cafetería veinticuatro siete, sin hablar con nadie. 

Lo único que podría destacar de todo eso es que había descubierto el modelaje y lo bien que me iba en eso... igual, no sabía si después de haberle cortado el rostro a Mateo podría seguir haciendo eso. Capaz era mejor. El modelaje era una fantasía, algo demasiado bueno para ser verdad.













bueno... aparezcooo perdon por haber estado inactiva la vida fuera de wattpad y los libros es muy jodida y no importa cuanto me guste escribir se me dificulta un monton pero siempre vuelvo!!!!

lo publico así nomás no se si tiene faltas o si tiene sentido perdon

𝙈𝙊𝘿𝙀𝙇𝙊; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora