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Tenía el celular lleno de mensajes y llamadas perdidas del boludo de Dani y no pensaba contestarle ni una.

Llegué a mi casa sana y salva, después de que encontré doscientos pesos en mi cartera y le rogué al taxista que me arrimara a mi barrio y que yo después le daba el resto de la plata, porque quedaba lejísimos.

Tuve que pagar como setecientos pesos de taxi, un dolor en el bolsillo me dió.

Al llegar a casa, ignoré a Tadeo lo más que pude y me dormí enseguida, ya que al día siguiente, tenía que ir a darles la plata que había juntado aquel mes a los de la boca. Cada vez me faltaba menos para terminar de pagar la deuda, pero era banda de plata y tardaba mucho en juntar cada cuota.

Y cuanto más tardaba, más se aparecían en mi casa a darme advertencias de mierda, que siempre resultaban en hacerme pedazos la casa.

Me desperté al día siguiente con dolor de cabeza. Aunque la cama me pidiera por favor que me quedara en ella, tenía que ir a trabajar al diner como toditos los días del año.

Me pegué una duchita rápida para sacarme el sudor del cuerpo, ya que hacía un calor impresionante y salí con mi uniforme puesto, porque no me daría el tiempo par cambiarme allá.

Salí apurada hacia la parada del colectivo. No había visto a Tadeo, supuse que estaría durmiendo en la casa de alguno de sus amigos como siempre que salía de joda y suspiré al pensar en eso, mientras bichaba si venía el colectivo, prendiendome un pucho.

Él tenía veintitres años recién cumplidos, yo no podía estar diciéndole que se pusiera laburar. No era su vieja.
Además, no podía estar constantemente recordándole sobre la deuda, porque era un tema doloroso y también porque perdía mi tiempo recordándoselo; tenía que pagar todo de una vez.

Me dolía que no ayudara y no se diera cuenta de que era una responsabilidad de los dos.

Mi bondi llegó al rato, y llegué a mi trabajo media hora después, llegando cinco minutos tarde.

⎯Buenaaaaaaas ⎯me saludó Sofía y le sonreí.

Sofi era buena onda, pero a veces era demasiado buena onda y eso me exasperaba.

Nunca estaba de humor para la buena onda de mi compañera de trabajo.

Rápidamente, nada más llegar y dejar mis cosas, agarré la bandeja y la libretita con la lapicera, y comencé a pasearme por el restaurante, para tomarle los pedidos a los clientes recién llegados.

Durante un momento de descanso, donde habían solo un puñado de personas ya atendidas, Sofi se me acercó apoyándose en el mostrador.

⎯Qué cansancio, ¿no? ⎯resopoló y me reí.

⎯Sí ⎯le dije, cuando sonó la campanita de la puerta, que indicaba que alguien había entrado, me levanté del banquito del cual me había sentado⎯, imagínate el cansancio que tengo yo de trabajar todos los días.

No quería ser mala con ella, pero no quería que se me acercara mucho. Mientras menos gente se involucrara conmigo, mejor.

Me sonrió y se fue a la cocina. Yo por mi parte, fui a atender al cliente que había llegado. Era un pibe, por lo que pude deducir mirándole a la espalda, y se estaba sentando junto a la ventana. Me acerqué a él.

⎯Buenas tardes, ¿qué desea pedir? ⎯dije educadamente la frase protocolar y cuando me miró el cliente me quedé sorprendida.

⎯Hola, linda.

Trueno estaba sentado enfrente mío, en el restaurante de mala muerte donde trabajaba. No podía creerlo. No tenía pinta de ser un pibe que comiera en restaurantes como éste.

𝙈𝙊𝘿𝙀𝙇𝙊; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora