Capítulo 15

6 1 1
                                    

Abby:

Salimos del hospital y el chico comienza a caminar. No sin antes decir que me quede detrás de él y lo siga.

En estos momentos no tengo idea de en lo que me metí o si me arrepentiré, sólo sé que no podía pasar un día a más encerrada.

— ¡Abby! — escucho frente a mí — te dije que te quedes atrás pero no parada, tienes que seguirme.

No me había dado cuenta de que me había quedado paralizada pensando en todo eso.

— ¿Cómo sabes el nombre que poseo? — pregunto confundida.

— Tu papá lo gritó cuando nos vio, y además lo decía en tu cuaderno — responde algo irritado.

¿Siempre tengo que irritar al mundo? Soy insoportable.

— ¿Mi cuaderno está en tu poder ahora mismo? — pregunto con algo de miedo, no quiero irritarlo de nuevo.

— Sí, aquí lo tengo — responde dándomelo — Abby, ¿por qué hablas así? — pregunta algo más tranquilo.

— ¿De qué manera? — pregunto confundida.

— Así... No sé... Con... ¿Propiedad? Supongo.

Nunca me había dado cuenta de que lo hacía y en realidad no tengo una respuesta inmediata para eso.

— No tengo idea. Tal vez sea porque los habitantes de mi hogar hablan de esta forma también — le explico, pero al mismo tiempo lo trato de entender.

— ¿Puedes hablar normal? Por favor — pregunta parando de caminar, por lo que hago lo mismo.

Asiento con la cabeza sin ganas de decir nada más. Eso era lo que lo irritaba, eso era lo que le molestaba... Mi forma de hablar.

Intento no hablar en todo el camino y él no me habla demasiado tampoco, por lo que la mayoría del camino vamos en silencio.

Luego de una largo rato caminando, veo una casa grande con un patio gigante. Mucho pasto, árboles. Es muy bonito, ¿vivirá aquí?

— Llegamos — dice y yo asiento.

Acabo de caer en cuenta de que no sé su nombre. Tengo miedo de preguntar ¿qué si lo digo con propiedad otra vez? Él me está dando alojamiento.

— Disculpa — él voltea ante mi llamado — no pretendo molestarte, pero me acabo de percatar de que desconozco el nombre que posees.

— ¿El nombre que poseo? — pregunta burlón.

— Sí — respondo cabizbaja — ya sabes, el nombre que te pusieron tus papás.

— Me llamo Adam — responde seco, muy diferente a cómo me respondió la primera pregunta.

— ¿Dije algo malo? — pregunto temerosa.

— No, no dijiste nada malo. Ahora entra, pero callada.

Obedezco sin decir nada y entro. La casa por dentro es incluso más bonita, juega con los tonos blanco y negro, es muy elegante y grande. Al entrar, lo primero que salta a la vista, es una gran sala con un sofá color negro, una mesita de centro y un televisor de pantalla plana.

Luego veo una mesa de comedor, lo que me sorprende es que es igual a la que teníamos antes de que mi mamá fallesca, supongo que venden muchas de éstas aquí.

Mientras entro me doy cuenta de que no tengo idea de qué haré, ¿dónde dormiré? ¿Cómo conseguiré dinero? No tengo ni un dólar. Mi padre es rico pero yo no lo soy, no sé qué haré de ahora en adelante.

De pronto empiezo a perder el aliento, ¿qué haré con mi vida ahora? ¿Qué será de mí? Sin siquiera darme cuenta otra vez estoy arañandome la cara y los brazos y gruesas lágrimas caen de mis ojos.

Me visualizo a mi en la calle, sin hogar, sin lugar a dónde ir, sin nadie que me proteja o me ayude, sola.

— Abby — escucho a Adam llamándome — siéntate, ¿estás bien?

No me había dado cuenta de que estoy en un cuarto color carne con pósters de bandas de rock pegadas por todas partes. ¿Será su cuarto?

— ¿Adam? ¿Qué voy a hacer? No tengo casa, ni plata ni nada, estoy sola — lloro aún más fuerte.

De pronto siento sus brazos rodeandome, me envuelve en un cálido abrazo que me hace sentir mejor.

— No estás sola, nunca lo vas a estar mientras estés aquí Abby — sus palabras me tranquilizan y mi respiración comienza a volver a la normalidad.

— Gracias — logro decir cuando me calmo.

— Mis padres me abandonaron cuando apenas era un bebé — dice de la nada después de un largo silencio — viví en un  horfanatorio de mierda hasta que cumplí diez años que fue cuando el jefe me encontró y me trajo aquí. Entiendo cómo te sientes, pero no estás sola.

Aprecio mucho que haya decidido contarme algo tan personal, por lo que decido hacer lo mismo.

— Mi mamá murió cuando yo tenía once años y la extraño cada día más. Mi padre no me ha dejado salir desde entonces, es por eso que te pedí que me traigas, ya no quería estar encerrada.

— Te entiendo completamente, y siento mucho lo de tu madre — dice sincero poniendo una mano en mi hombro — mientras nadie te vea estarás bien aquí.

¿Mientras nadie me vea?, me sigo preguntado ¿por qué nadie podrá verme?, ¿cuál será el problema? Tengo muchas más preguntas en mi cabeza, pero creo que ya fueron bastantes confesiones por hoy y la verdad no creo que quiera responder ninguna de ellas.

Nos quedamos sentados en silencio un largo rato, pero no es un silencio incómodo, es agradable, siento que me desahogué y estoy feliz de saber más sobre él.

— Cantas muy bonito — lo halago recordando su presentación en el festival.

— ¿Me escuchaste desde tu cuarto? — pregunta sonriendo y yo asiento en afirmación.

— Me agradó la canción, fue muy bonita y profunda.

— Gracias — agradece — nadie nunca había apreciado mi música — hace una larga pausa y vuelve a hablar — El otro día me vio un cazatalentos, pero no le gusté.

— Pues es un tonto, cantas hermoso y nunca debes dejar que te digan lo contrario — lo reconforto.

Él me mira sonriendo y yo lo miro a él, no me había fijado en que tenía tan lindos ojos, o que estábamos tan cerca.

Sólo Por Ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora