Unidos

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La vista del castillo se hacía cada vez más y más lejana conforme el vagón seguía avanzando, extrañarías Hogwarts, demasiado

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La vista del castillo se hacía cada vez más y más lejana conforme el vagón seguía avanzando, extrañarías Hogwarts, demasiado. Pero estabas feliz de ver a tus padres, volver a tu casa y pasar los próximos dos meses con tu familia.

Tu primer año resultó ser realmente agradable, conseguiste buenas notas al igual que increíbles amigos. Viviste muchas aventuras y sobre todo hiciste algunas travesuras, pero jamás te arrepentirías de este año, porque había sido el mejor de muchos en tu vida.

Acariciabas tranquilamente a tu gato que se encontraba dormitando sobre tu regazo, su suave pelaje y esponjoso era muy relajante. La puerta de tu compartimento se abrió y entró un niño de tu mismo curso, cabello negro y revuelto que le caía sobre el rostro como dos cortinas. No pudiste evitar aquella sonrisa que se formó en tu rostro.

-¡Sirius!- Chillaste espantando levemente al felino. El pelinegro se volvió hacia ti con una gran sonrisa e inmediatamente tomó asiento a tu lado.

-Hola, florecita- Dijo el niño plantando un pequeño beso en tu mejilla que te hizo sonrojar un poco.

-El hecho que me gusten las flores no significa que debas llamarme así- Murmuraste tratando de ocultar tu sonrojo mirando a la ventana.

-Pero a mi me gusta decirte así, te diferencia de los demás- Respondió Sirius sacando el pecho orgulloso de su apodo. Rodaste los ojos divertida sin dejar de acariciar el pelaje de tu gato- Hola Don Gruñón- Saludó el pelinegro al felino dándole pequeños golpecitos en la cabeza.

Tu gato sacó los colmillos en dirección a Sirius bastante ofendido para después volver a dormirse como hacía antes de que el niño lo fastidiara- Ese gato me odia- Murmuró el pelinegro.

-Porque tú lo fastidias- Espetaste obvia.

-¡Se supone que estarías de mi parte!- Chilló ofendido el pelinegro asustando de nuevo al felino. Te reíste de su dramática expresión, por Merlín, no había ni un sólo día en el que Sirius no pudiese sacarte una sonrisa.

-¿Qué te trae por acá?- Preguntaste curiosa por saber su respuesta.

-Te vi sola y quise pasar el rato contigo- Se encogió de hombros.

-¿Y tus amigos?

-Fueron a comprar dulces, pero al parecer querían todo el carrito y se quedaron ahí tratando de llevarse todo entre ellos- Dijo alzando los hombros como si fuese algo normal- Por cierto, te traje esto- Agregó comenzando a rebuscar entre el bolsillo de su pantalón.

Estiraste levemente la cabeza intentando ver lo que estaba sacando, pero a pesar de tus intentos no lograste ver nada. De pronto, Sirius sacó una preciosa y sencilla pulsera hecha con un pedazo de cuerda delgada y unas cuantas florecillas secas. Era preciosa.

-¡Wow!- Exclamaste viendo con admiración la pulsera- Es hermosa.

-Lo sé, ya sabía que te gustaría- Respondió el niño alzando la cabeza altanero. Sonreíste divertida posando de nuevo la vista en la pulsera- Toma, es tuya- Dijo Sirius extendiendo la pulsera a tu dirección. Inyercalaste la mirada entre tu amigo y el objeto hasta que por din lo tomaste.

-Gracias- Murmuraste observando con detenimiento la pulsera que tenías en tus manos- No es mi cumpleaños.

-Ya sé- Respondió Sirius.

-Tampoco es una fecha especial...¿o sí?- Dijiste arrugando un poco la nariz al tratar de recordar.

-Nop- Negó el pelinegro riendo levemente por tu expresión. Sólo se trataba de un regalo que el niño quiso hacerte, nada del otro mundo.

-¿Tú la hiciste?- Preguntaste después de ver algunos pequeñísimos errores en el objeto.

Sirius se llevó una mano a la nuca sonriendo apenado- ¿Se nota mucho?- Dijo refiriéndose a los intentos fallidos de nudos que había ahí.

-Un poco...¡Pero es realmente linda!- Agregaste al ver la decepción en el rostro del pelinegro. El niño recobró su sonrisa sintiéndose orgulloso por su trabajo- Umm...¿Me ayudas?- Inquiriste sabiendo que te costaría bastante ponértela tú sola.

Sirius asintió con la cabeza animado tomando la pulsera entre sus manos. Extendiéndole una de tus manos con las que acariciabas a tu gato, Sirius hizo un nudo con las puntas de la pulsera colocándotela con cuidado sobre tu muñeca.

Murmurando un agradecimiento, te quedaste observando con interés lo bien que te quedaba el objeto- ¿Sabes? Yo también tengo la mía- Dijo Sirius arremangándose un poco una de las mangas de su camisa y mostrando otro pedazo de cuerda, sólo que a diferencia de la tuya éste estaba decorado con una pequeña roca lisa y blanca que se encontraba en medio.

-¡Increíble!- Exclamaste observando su pulsera. Sirius tomó tu mano juntándola con la suya dejando ver las dos pulseras juntas, relucías hermosas y había algo en ellas que te recordaba a la primavera.

-Cuando esté en mi casa, esto me ayudará a soportar las estupideces de mi dulce madre- Murmuró el niño con algo de irritación al pensar que regresaría al lugar de sus pesadillas, su cercanía no requerría que hablaran en el tono que normalmente utilizaban poe lo que bastaba con un simple susurro. Sabías sobre las cosas que Sirius debía pasar en aquella casa, y realmente estabas pensando muy seriamente en secuestrarlo para que no pasara tales cosas.

-Te escribiré todos los días- Ofreciste con seguridad tomando su mano y dándole un apretón que el niño te devolvió sin dudar. Ambos se miraban fijamente como tratando de decirse muchas cosas con sólo una mirada- Gracias por la pulsera- Dijiste con una sonrisa- En serio, es preciosa...Pero yo no tengo nada para darte- Murmuraste con una mueca sintiéndote decepcionada.

-No importa- Dijo Sirius sacudiendo su mano restándole importancia al asunto.

-No, pero en serio...

-Si quieres agradecérmelo hazlo con un beso- Te interrumpió coqueto el niño. Te asombraste un poco por su pronta declaración, aunque realmente ya estabas acostumbrada a esas frases algo seductoras. Pusiste los ojos en blanco ganándote unas carcajadas del pelinegro- Muchas chicas morirían por un bes...

Sirius se calló en seguida después de sentir una pequeña presión sobre su mejilla, sintió que el calor inundaba su cuerpo y trató por todas las formas de no sonrojarse. ¡Era Sirius Black! No debía sonrojarse por cosillas como esas. Sintiendo una extraña sensación de sofocamiento, se aflojó un poco el cuello de la camisa tragando saliva sonoramente.

-Bueno, yo...Ejem, esperaba algo...mejor- Intentó bromear en medio de un carraspeo para aclarar su garganta. Reíste un poco sabiendo igual que tus mejillas y casi toda tu cara estaba completamente roja por la acción que acababas de hacer.

-Sigue soñando, Sirius Black- Dijiste entre risas revolviéndole un poco el cabello al niño. Éste puso un pequeño puchero tratando de arreglarse el cabello con sus dedos mientras que tú volvías a acariciar el esponjoso pelaje de tu gato. Ninguno se dio cuenta aún de sus manos unidas, parecían haberse olvidado de aquello y realmente se sentían muy a gusto sintiendo ese calor agradable que sentían por sus manos unidas.

Un gran bostezo salió de tus labios, te estaba entrando el sueño. Sintiendo que tus párpados se cerraban y que no podrías aguantar por más tiempo, recargaste la cabeza en el hombro del pelinegro tomándolo por sorpresa, subiste los pies encima del asiento tomando una posición cómoda, y dejando unas últimas caricias en el felino terminaste cayendo por completo en el mundo de los sueños.

Sirius no tardó mucho tiempo en terminar de la misma forma, apoyando su cabeza en la tuya y disfrutando de tu cercanía, cerró los ojos con el último pensamiento en su cabeza: extrañaría aquellas tardes junto a ti, jugando y divirtiéndose con sus amigos, haciendo bromas a las serpientes o salpicando agua al nadar en el Lago Negro.

Extrañaría Hogwarts. Extrañaría su casa. Pero más extrañaría la simple cercanía de sus más seres queridos a los que les adoptó un gran cariño durante este gran curso escolar.

Sirius Black One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora