¿Cómo lo haces?

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Era un día tranquilo en el Lago Negro, te gustaba la sensación del aire chocando con tu rostro y levantando algunos mechones de tu cabello

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Era un día tranquilo en el Lago Negro, te gustaba la sensación del aire chocando con tu rostro y levantando algunos mechones de tu cabello. Los chicos se encontraban reposando bajo la sombra del frondoso árbol que los protegía del potente sol, Remus y Peter con las cabezas juntas y los ojos cerrados, se veían realmente tiernos; James estaba acostado boca abajo sobre el pasto al parecer dormitando y Sirius, él mantenía su cabeza sobre tu regazo.

Había algunos estudiantes nadando con el Calamar Gigante y otros haciendo lo mismo que los merodeadores y tú, simplemente disfrutar de aquel precioso día de verano. Sentiste un pequeño jalón en el cabello y tu vista se dirigió casi de inmediato hacia el chico sobre tu regazo.

-Me gusta tu cabello- Dijo Sirius enrollando un mechón de tu cabello en su dedo. Negaste divertida, por Merlín, si seguía haciendo esa sonrisa podías sentir que te desmayabas. 

-Supongo que gracias- Dijiste volviendo la vista al frente pero con una sonrisa sobre tu rostro. El chico no dejó de juguetear con tu cabello, de vez en cuando sentías algunos jalones aunque no te importaba, estabas feliz de que Sirius te haga caso. Al estar él siempre ocupado besuqueando a medio Hogwarts, casi nunca te prestaba atención, te sentías invisible ante sus ojos ya que las veces que te hablaba era para pedirte la tarea o platicar sobre las bromas que hayan hecho durante la semana. 

James fue el primero en darse cuenta de que veías a Sirius con otros ojos, intentó convencerte muchas veces de decirle sobre tus sentimientos pero pensaste en que sería una terrible opción, Sirius sólo te veía como su hermana pequeña a la que debía proteger a toda costa. Los chicos no se te acercan ni para pedirte la hora puesto que los merodeadores se creían realmente intimidantes cuando se trataba de 'pretendientes'. 

-¿Cómo lo haces?- Preguntó de pronto Sirius. No sabías a lo que se refería, lo miraste a ver con extrañeza.

-¿Qué cosa?- Dijiste con el ceño fruncido.

-¡Eso!- Señaló tu rostro con su dedo- Ser hermosa y ni siquiera hacer el intento- Por Santo Godric Gryffindor, sentiste el calor subir por tus mejillas y sabías que estabas del mismo color que el cabello de Lily Evans. Retiraste la mirada de él y seguiste viendo hacia el Lago sintiendo los nervios recorrer tu médula espinal.

-Pues...no creo que sea así- Respondiste en un murmullo. Con los dedos sobre tu barbilla, Sirius te obligó a bajar la mirada hacia él, con sus profundos orbes grises recorrió todo tu rostro sin dejar si quiera un sólo centímetro sin recorrer. Te sonrojabas salvajemente evitando por completo verlo a los ojos, inconscientemente bajaste la mirada a sus labios, sus suaves, carnosos y dulces labios con sabor a cigarrillos, o al menos así los describían las chicas con las que se había besado.

-Si- Dijo como si confirmara algo después de varios minutos observándote- Eres hermosa y lo haces inconsientemente, completamente natural- Afirmó.

Sentías tu corazón palpitar como si estuvieras en un maratón, tragaste saliva sonoramente cuando el chico se llevó un mechón de tu cabello a la nariz, cerró los ojos disfrutando del aroma que desprendía tu cabello- Vainilla- Susurró- ¿Recuerdas esa clase con Slughorn en la que todos pasamos al frente a oler la amortentia y decir ante todos los olores que distinguimos?- Asentiste como respuesta, claro, recordabas perfectamente esa clase donde confirmaste tus sentimientos hacia Sirius después de oler en la poción algo como perro mojado y cuero.

-Desde que te conocí en el tren, desprendes ese delicioso aroma a vainilla, me volví adicto tan sólo lo olí la primera vez- Siguió explicando- Al principio creí que fue mi imaginación, pero un día que nos encontrábamos los chicos y yo en la sala común, y minutos después tú llegaste, el lugar olió a vainilla hasta que te fuiste de nuevo. No entendía lo que pasaba hasta esa clase con Slughorn, que tan sólo entré al salón sentí tu fragancia, y de hecho creo que te culpé de colocarte demasiado perfume- Dijo entre risas.

¡¡¡POR DIOSITO SANTO!!!

Sentías tu cabeza dar vueltas y vueltas, ¿era una declaración? SANTÍSIMO MERLÍN, estabas gritando en tu interior, tus neorunas hacían una gran fiesta en la que tu corazón se encargaba de la música y tu estómago no paraba de bailar, estabas casi a punto de convulsionar cuando su mano viajó a tu mejilla ahuecando esa parte de tu rostro.

-Supongo que por tu expresión entiendes a lo que me refiero- Dijo sonriendo sinceramente.

Te habías quedado muda...la voz no te salía y no eras capaz de argumentar una sola palabra. Lentamente y sin dejar de observar tus ojos, Sirius levantó la cabeza de tu regazo y comenzó a acercarse cada vez más a ti. Fue tal vez por instinto o tu cuerpo tomó el control de tus acciones, pero tú igual comenzaste a acercarte a él quedando a poca distancia de su rostro.

Sentías su aliento mezclándose con el tuyo, ninguno daba el paso, simplemente se veían a los ojos disfrutando de su cercanía. Ambos hacían un gran esfuerzo para no mirar sus labios, pero al parecer, la tentación terminó ganando y Sirius viajó la mirada a tu boca, sus ojos tenían un brillo de travesura que no pudiste ignorar.

Fue en ese momento que bajaste la mirada observando detalladamente sus filosos labios, sin darte cuenta relamiste los tuyos haciendo que la tentación de Sirius por besarlos sea más grande. Se veían tan apetitosos que no aguantaste más y los besaste.

Por unos segundos sólo eran tus labios los que se movían sobre los del pelinegro, pero el beso te fue correspondido con ansias y pasión. Dios mío, te derretías ante el toque de Sirius, por un momento hasta te olvidaste que los merodeadores se encontraban ahí. Sus labios eran realmente dulces con un sabor a cigarrillo, exactamente como las chicas los habían descrito, podías sentirles un ligero sabor a menta que hizo la experiencia más sabrosa.

Se movían con agilidad y a un ritmo que ambos habían puesto, era perfecto. Una de sus manos estaba sobre tu mejilla mientras que la otra en tu cintura, propinando caricias con su dedo pulgar sobre la tela de la falda. Instintivamente tus manos viajaron a su pecho, pasándolas lentamente sobre este hasta volver a encontrarse por detrás de su cuello, jugabas con su cabello siguiendo a la vez el ritmo del beso y profundizándolo cuando hundiste las manos por su nuca atrayéndolo más a ti.

Por culpa del odioso oxígeno tuvieron que separarse, ambos con los labios rojos e hinchados, pero no les importaba, porque al fin y al cabo se dieron cuenta que sus sentimientos eran correspondidos.

Sirius Black One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora