Entre gatos y perros

1.6K 136 6
                                    

-¡IDIOTA! DÉJALO EN PAZ- Chillabas sin parar de correr tras el gigantesco perro negro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-¡IDIOTA! DÉJALO EN PAZ- Chillabas sin parar de correr tras el gigantesco perro negro.

Tu pobre gato era perseguido por aquel can, no entendías el porqué lo hacía, pero sabías perfectamente que tanto Sirius como el Mr. Drubble no se llevaban para nada bien, eran igual que el agua y el aceite, no podían estar en la misma habitación sin que uno comenzara a gruñir o lanzar rasguños al aire.

Se preguntarán cómo sucedió todo, bueno, simplemente acariciabas al felino tranquilamente cuando de pronto sentiste que te lo arrebataban de las manos, y de ahí, sólo pudiste ver como un rayo marrón y otro negro salían corriendo. Los ladridos de Sirius se esuchaban por todo el jardín, temías por el pobre Mr. Drubble, debía estar completamente asustado o peor, muerto de miedo, literalmente, MUERTO de miedo.

Por haber salido corriendo detrás de los dos mamíferos, se te había olvidado agarrar tu varita. Un simple hechizo y pudiese lograr que esos dos paren, pero tus malditas neuronas sólo tenían espacio para la preocupación por tu gato.

Te valía un bledo Sirius, se lo merecía por querer matar a tu preciado gato.

Observaste como el Mr. Drubble se subía al árbol más cercano con Sirius pisándole los talones; Obviamente el animago no escaló por el árbol, pero se quedó parado en dos patas apoyado sobre el tronco sin dejar de ladrarle al gato.

-¡BASTA, CANUTO, BASTA!- A pesar de estar completamente enojada con él, no podías gritarle por su nombre. Conocías que tanto él como los chicos eran unos animagos ilegales por lo que no podías ir por los jardines del castillo gritando su nombre como lo harías cualquier día.

El perro te echó una mirada divertida para luego aumentar el volumen de sus ladridos. Te tapaste los oídos con tus manos, Merlín, escucharlo ladrar era peor que martillazos en la cabeza.

Ya bastante harta de su comportamiento tan...Estúpido, idiota e infantil, te quitaste tus zapatos y los lanzaste a su dirección- TE DIJE QUE LO DEJARAS EN PAZ GRANDÍSIMO...HIJO DE...¡AGH!- Gritaste con la cólera recorriendo tus venas. Sirius dejó de ladrar y te observó con sus ojos de cachorro regañado. Sin querer parar de su travesura, tomó con su hocico tus zapatos y te miró inocente.

Oh oh...

Eso no era nada bueno...En realidad, nada que viniera de Sirius era bueno.

-C-canuto- Balbuceaste cambiando tu expresión a una de súplica. El can hizo caso omiso y como el gran hijo de Walburga que es, comenzó a correr por los pasillos con tus zapatos en su hocico.

Ibas tras él con los pies descalzos, sin dejar de pensar que tal vez un Aguamenti en su cara durante unos treinta minutos podría llegar a asesinarlo.

Tal fue tu sorpresa, cuando el can paró de correr y se dio la vuelta ya sin los zapatos en su hocico. Lo veías con los ojos bien abiertos, si había perdido tu calzado...

[...]

-Ven, pequeño, el idiota ya se fue, tranquilo- Decías con un tono dulce en tu voz al igual que ligeros temblores, claro, estabas sobre una inestable rama del árbol, ¿quién no tendría miedo de eso?

Te mantenías abrazada a la rama con todas tus fuerzas, podías escuchar como se quebraba de a poco, pero tu mente sólo pensaba en mantener el equilibrio y salvar a tu gato.

El felino te miraba con atención, no hacía ni el menor esfuerzo en tratar de ir hacia ti, lo cual hacía tu trabajo mucho más difícil.

-Vamos, por favor Mr. Drubble- Suplicabas extendiendo la mano hacia el felino. Como el gato que es, el felino se preparó para saltar, y muy descaradamente, lo hizo aterrizando perfectamente en el suave pasto. Fue ahí el momento en que te diste cuenta de la distancia que estabas del suelo, Merlín, eran tal vez unos tres metros, tal vez no mucho, pero con tu caída te romperías dos que tres huesos.

Te abrazaste con fuerza a la inestable rama, rezabas a Merlín y a todos los santos que tu caída al menos sea suave y no tan brutal. La rama comenzó a quebrase, podías ver la grieta que se hacía y se extendía lentamente.

-Hay no, no, no por favor no- Suplicabas cerrando los ojos fuertemente sin dejar de abrazar a la rama, de nada servía pero te sentías algo potegida. Escuchaste el último crujido y el fuerte estruendo de tu cuerpo golpear contra la siguiente rama.

Sentías como caías rápidamente hacia el piso, creíste ver tu vida pasar frente a ti mientras seguías cayendo hacia lo que creías era el vacío.

Sentiste que alguien amortiguaba tu caída alzándote en brazos- ¿Dios?- Preguntaste creyendo que ya estabas en el cielo. Vaya, morir no duele tanto como pensaste.

-Lo sé, soy un dios magnífico, pero por el momento sólo llámame Sirius- Dijo la persona a quien menos quería ver en este momento. Tu expresión se volvió una de furia y fastidio al mismo tiempo.

-Agh, gran idiota, ¡súeltame baboso!- Chillaste dando patadas al aire. El chico, completamente divertido, te dejó suavemente en el piso sonriendo de oreja a oreja.

¡Pash!

Le borraste la maldita sonrisa de una bofetada.

-¡Auch!- Se quejó sobándose la mejilla- Te acabo de salvar de una muerte segura, me debes agradecer, no violentar.

-Te lo mereces por idiota y por casi matar a mi gato- Espetaste con furia.

-Agh, ¿no se murió ese asqueroso gato?- Dijo para sí mismo sentándose en el pasto recién cortado sin dejar de sobarse la mejilla. Rodaste los ojos con fastidio y te sentaste frente a él asesinándolo con la mirada- ¿Qué?- Preguntó el chico al sentir tu mirada- Te entiendo, soy muy guapo, pero creo que si me sigues mirando así me voy a gastar y ya no tendré belleza suficiente para que me sigas mirando.

-Sólo cállate- Dijiste sin abandonar el odio en tu voz- ¿Que acaso no entiendes que en estos momentos te odio? El violentado es mi gato, no tú menso, ¿cómo te atreves a hacerle eso a un pobre animal que lo único que quiere es un poco de cariño? En serio, tenías que ser tarado.

El pelinegro se quedó callado durante un momento sin dejar de mirarte, parecía estar entrando en razón y arrepentirse de sus acciones. Agachó la cabeza avegonzado- Lo siento...-Musitó quedamente. Tu mirada se suavizó tan sólo un poco de la sorpresa que sentías por haber escuchado esas palabras salir del joven Black, creíste tal vez que te diría algo idiota como acostumbraba a hacer, pero en vez de eso...se disculpó.

-¿Qué?- Dijiste sin abandonar la sorpresa en tu voz.

-No volveré a decirlo- Dijo haciendo un puchero como niño pequeño y cruzándose de brazos- Creo que yo...creo...creo que estaba...algo celoso de esa bola de pelos- Admitió. Sus mejillas adoptaron un ligero color rosa que te pareció realmente adorable- A esa cosa si le das cariño y a mi sólo me golpeas, a veces quisiera simplemente ser ese asqueroso gato para que me hagas caso, pero me ignoras olímpicamente y no te das cuenta de mi maravillosa presencia, ¡ni siquiera te diste cuenta cuando me arreglé para ti, so babosa! Trataba de hacer que me notes pero sólo me dijiste que no era mi estilo...Por eso mismo creí que tal vez fastidiándote te darías cuenta de...

El chico se calló inmediatamente cuando sintió tus labios chocar contra su mejilla- ¿Alguien te ha dicho lo tierno que te ves peleando por un maldito gato?- Dijiste con una media sonrisa.

El muchacho te miraba anonadado, las palabras no le salían de su boca y lo único que hacía era mirarte con la mandíbula hasta el suelo.

-Eres un dramático, paso la mayoría de mi tiempo contigo y te quejas de que le presto más atención al Mr. Drubbles- Aclaraste. Lo observabas con atención y te dio tanta ternura verlo de esa manera. Suspiraste- Tenías que ser tan idiota- Murmuraste, para luego levantarte e irte de aquel lugar sabiendo que dejabas a un Sirius con una sonrisa de idiota en la cara.

Sirius Black One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora