—Mmm... Franco... -musitaba la chica mientras su amante pasaba los labios por sus pechos y cuello.
Estaban sobre la cama, uno frente al otro; Victoria sentada sobre Franco abrazando con sus piernas su cintura. Este le tomaba por el trasero, mientras la chica lo atraía hacia ella, reclamando sus labios.
Llevaban unos veinte minutos en aquella posición, y ya se habían acostumbrado a que les faltara el aire.
Franco la estrecho más contra él, y la chica pudo sentir como el miembro se introducía dentro de ella por encima de su ropa interior.
Ambos gimieron de placer.
El moreno poso su cara sobre el pecho de la chica por un momento, mientras ella recargaba su mejilla en su cabeza. Aquel breve contacto los había excitado tanto, que tuvieron que poner pausa por un segundo.
—Aquello...se sintió muy bien -dijo la chica sin despegar su rostro del cabello de su amante.
Este le dio la razón.
Cada noche tenían la intención de ir lento, pero el deseo ardía más rápido que su paciencia.
Juntos eran como fuego que consumía lo que encontraba a su paso, sin entender de planes o razones. Una vez llegado a cierto punto, sus cuerpos pedían unirse a la brevedad.
Así que cediendo como cada que se acostaban, el moreno tomo a Victoria por la cintura y la acomodo debajo suyo. Después levanto un poco su pelvis y se quitó los bóxer.
La joven bajo la vista y observo el duro y grueso miembro del pelinegro.
—¿Le gusta, señorita Victoria? -pregunto con voz ronca.
—Lo quiero dentro -declaro más como confesión que como una orden.
Franco se acostó sobre la chica, y acaricio su mejilla. Después comenzó a besarla de nuevo.
Victoria cerró sus ojos, y lo estrecho con sus brazos. Él bajo su mano y retiro la tanga de la chica, por un lado, exponiendo su intimidad.La joven noto aquel movimiento y abrió sus piernas, pero sin dejar de besarlo. Este llevo su mano ahora a su pene, tomándolo firmemente mientras lo guiaba poco a poco a la vagina de la pelinegra.
—Aaahhh... -la chica se abraso fuertemente a la espalda de Franco al sentirlo dentro de ella. Él le tomo entonces por las caderas y comenzó a penetrarla con un ritmo que Victoria no tardó mucho en imitar; sus cuerpos subían y bajaban con cada estocada, mientras ambos sentían placer con cada movimiento. Franco quería llegar hasta lo más profundo de ella, pero se estremecía al sentir como las paredes de su vagina lo apretaban. Victoria era muy estrecha y cada empujón le retaba a poner más energía en el siguiente, sin embargo, a él le encantaba la sensación que le daba llegar más profundo cada vez.
—Oh... se... señorita -gimió de forma apenas audible su amante, mientras Victoria marcaba ahora el ritmo con sus caderas; con cada penetración, la chica sentía que sus piernas le fallaban y quería apretarlo para que no saliera ni un centímetro de ella. Le gustaba mucho tener sexo con Franco, era una sensación inigualable.
Pasaron unos minutos, hasta que la chica sintió que no podía más y se vino.
El moreno continúo penetrándola unas cuantas veces más mientras observaba su rostro vulnerable y exhausto. No paso mucho tiempo y él también llego al orgasmo.
— ¿Quiere que me retire, señorita Victoria? - pregunto Franco acostado a un lado de le chica.
Victoria miro la mesita de noche que estaba a su lado, y tomo su celular para ver la hora.
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El mayordomo y la princesa de hielo
RomanceFranco había conseguido el trabajo de sus sueños: libertad, buenas prestaciones y un sueldo ridículamente alto. Todo le gustaba... incluida su hermosa jefa. Pero tenia prohibido enamorarse de ella. Incluso cuando su trabajo era satisfacerla fuera y...