Capítulo 29. Rival

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—Franco... nos pueden ver...- decía la morena mientras se trataba de resistir a las caricias y besos de su amante; estaban en la oficina, y Danna había tenido un retraso debido a un problema personal, así que no llegaría hasta pasado el mediodía.
La verdad es que estaban muy apasionados desde que se reconciliaron en la casa de sus padres... y de eso ya tres semanas.
Para ser sinceros, había perdido la cuenta de cuantas veces lo hicieron desde entonces.

Pero Franco era un hombre tan atractivo y masculino al que no podía resistirse por más que lo intentara

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Pero Franco era un hombre tan atractivo y masculino al que no podía resistirse por más que lo intentara. ¿Desde cuándo le gustaba tanto?
Por supuesto, hablaba de la parte física meramente; al principio, y ante la gran oferta de guapos asistentes, el pelinegro habría pasado desapercibido, pero no era para nada un hombre simplón.
Cabello negro, recortado y peinado pulcramente. Ropa elegante y que le quedaba a la medida, acentuando su espalda y piernas. Siempre limpio, y oliendo deliciosamente a menta. Además, tenía una quijada bien marcada y unas manos bastante varoniles: era un hombre mayor y eso solo acrecentaba lo diestro y experto que era en las artes amatorias. Todo de él la atraía, y no podía negársele cuando él intentaba seducirla.
—Le puse seguro, no te preocupes- le respondió bajándole el cierre del vestido. Ella trago saliva.

Eran apenas las 10 am, así que tenían mucho tiempo para que llegara su rubia asistente, cosa que Franco sabía muy bien y decidió aprovechar; bajo rápidamente lo que restaba del vestido hasta la cintura de la joven, dejando su torso semidesnudo

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Eran apenas las 10 am, así que tenían mucho tiempo para que llegara su rubia asistente, cosa que Franco sabía muy bien y decidió aprovechar; bajo rápidamente lo que restaba del vestido hasta la cintura de la joven, dejando su torso semidesnudo. Solo cubierto por el semitransparente sostén que pronto ya no estaría estorbándoles.
Sin embargo, decidió ir esta vez con más calma, por lo que comenzó agachándose hasta la clavícula de la morena y acariciando su piel con sus labios.
Ella hecho las manos hacia atrás, apoyándose sobre el escritorio.
Le encantaba mirar como su amante se concentraba en ella, besando y pellizcando con la boca su piel.
—Sabes muy bien- dijo Franco subiendo el sostén, para después lamer sus pezones.
Victoria se limitó a contemplar a su asistente mientras la complacía. Sabía que tenía trabajo pendiente, pero ya después se preocuparían por eso.
El hombre de cabellera negra continúo devorando los pechos de su jefa, hasta que llego a un punto en que esta no pudo resistir más y atrajo su rostro hasta el suyo:
—Bésame, lo necesito- externo y se vio complacida cuando el moreno atrapo sus labios con los de él.
Victoria se estiro, y lo abrazo por los hombros, mientras su amante la tomaba por la cintura e intensificaba el beso; aprovechando también la cercanía, la tomo con sus manos para después subirla al escritorio. Llevo sus dedos hasta la falda de la joven y comenzó a subir el ajustado vestido por sus piernas, hasta que finalmente estas y sus caderas quedaron expuestas.
Ya estaba muy duro, por lo que al situarse entre las piernas de Victoria ella sintió una placentera sensación en su entrepierna.
—Mmm... Victoria... quiero sentirte mejor- le confeso, para después desabrocharse los pantalones.
Estaba a punto de bajar la bragueta, cuando el teléfono en el escritorio de la joven CEO comenzó a sonar.
—Ignóralo... después regresare la llamada- le sugirió y ella sumergida en aquel torrente de caricias y besos, no fue capaz de ir contra aquella petición.
Franco decidió retomar sus intenciones ante de ser interrumpido, y por fin pudo bajarse el pantalón; la erección fue mucho más evidente, cosa que hizo que la pelinegra lo acercara con sus piernas y atrapara a su asistente entre ellas.
Él se sintió gratamente resguardado entre las extremidades de la joven, así que le agradeció tomándola por el trasero y empujando su miembro contra la intimidad de la pelinegra.
—Mételo ya...- le pidió y el moreno no pudo estar más de acuerdo con ella; se bajó el ajustado bóxer que llevaba puesto, y tomo su erección con una mano.

El mayordomo y la princesa de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora