Capítulo 12. Dubái

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—Debiste verla cuando era pequeña, le encantaba subirse a los árboles. En una ocasión tuvimos que ir por ella con una escalera para bajarla. Estuvo llorando toda la tarde -contaba el padre de Victoria a Franco.

Era sábado por la mañana, y los padres de la joven la habían invitado a su casa a desayunar.

Como el pelinegro aún estaba en horario laboral, y tenían unos pendientes a medio día, este también había sido invitado. Por supuesto, el padre de Victoria no había dejado pasar la ocasión de contar anécdotas sobre su hija.

La familia de la joven CEO no había cambiado para nada comparados con la vida antes de que Victoria construyera la empresa. Si, ahora gracias a ella disfrutaban de una vida sin preocupaciones y llena de lujos, pero seguían mostrándose amables y cálidos con todos los demás. Aunque ella  había insistido en contratar más empleados, solo tenían un jardinero y una ama de llaves que también ayudaba con la limpieza. La pareja hablaba constantemente con ambos, considerándolos ahora amigos de la familia. Esa misma forma de ser, les hacía conocer y convivir con los asistentes de Victoria, como si fueran amigos de esta.

Tanto sus padres como su hermano menor habían ayudado indirectamente a el establecimiento de NeoTech, apoyando a la chica con lo que antes Danna, y ahora Franco hacían como parte de su trabajo: llevar la agenda de Victoria, cuidar que sus comidas estuvieran listas (y que esta comiera), preparar sus outfits para las reuniones a las que acudía, organizar sus citas y conseguir el transporte... ellos se habían ganado todo lo que tenían.

Sin embargo, ahora la joven prefería que estuvieran fuera de todo ese mudo y vivieran sus propias vidas; por una parte, su hermano estaba estudiando arquitectura en la Universidad de Berkeley, así que solo estaba en casa algunas veces al año. Mientras tanto, sus padres seguían viviendo en San Francisco, solo que, a diferencia de su hija, ellos vivían a las afueras. No obstante, y aunque ellos no estuvieron muy de acuerdo al principio, actualmente tenían tres guardaespaldas trabajando para ellos.

—¿Es cierto, Victoria? - su madre le pregunto, sacándola de sus pensamientos.

—Perdón mamá, no escuche. ¿Qué preguntaste?

—Franco nos estaba contando que su trago de sidra con tequila es muy bueno, ¿es así? - le indago la mujer de cabello negro a su hija.

Victoria asintió totalmente de acuerdo.

—Si, así es. Tengo la suerte de que me lo prepare cuando lo deseo – respondió halagándolo.

Franco le agradeció con una discreta sonrisa.

—Tampoco abuses hija, recuerda mantener el asunto del alcohol bajo control - le aconsejo su padre algo preocupado.

La chica negó, quitándole importancia.

—No te preocupes papá, solo tomo un poco de vez en cuando. De cualquier manera, me sería imposible volverme alcohólica. Mi trabajo me obliga a mantenerme sobria al menos de lunes a viernes - bromeo la chica, pero su padre negó con la cabeza desaprobando sus comentarios.

—Si gustan podría preparárselos ahora mismo - se ofreció el pelinegro.

Los demás se alegraron, ya que tenían la duda de como sabría.

—¡Que amable eres! -le dijo el padre —mira, en la cocina creo que debe haber todo lo que necesitas. Amalia te puede ayudar si lo necesitas.

Franco asintió y se encamino a la cocina mientras Victoria se queda conversando con sus padres.

Amelia no estaba, al parecer había subido para asear la habitación de la madura pareja. Sin otra opción, Franco busco por él mismo las cosas que necesitaba para el trago; le costo un poco (ya que no conocía la casa), pero al final había dado con todos los ingredientes para su cometido.

El mayordomo y la princesa de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora