Capítulo 11. Ayúdame

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Era domingo por la mañana, y como ya era costumbre, Franco venia de camino de comprar su desayuno

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Era domingo por la mañana, y como ya era costumbre, Franco venia de camino de comprar su desayuno.

Ese era su único día completamente libre del trabajo. Y de verdad lo necesitaba: casi todas las semanas estaba lleno de pendientes en la oficina. Pero su trabajo no terminaba una vez finalizado el horario laboral. Aún tenía que darles salida a los empleados domésticos, checar sus turnos con los guardias y organizar los pendientes en la casa para el día siguiente.

Quién dijera que el trabajo domestico era sencillo no sabía nada de eso: el solo hecho de olvidar pagar el agua podría terminar de manera garrafal. Y es que su jefa trabajaba mucho, para preocuparse por esas tonterías.

Para eso estaba él, y no podía fallarle.

Siempre había pensado que la frase "ponerse la camiseta" era algo estúpido. Pero era la primera vez que se sentía parte de algo, y no solo utilizado para hacer crecer algo en lo que no creía. En el trabajo con Victoria se sentía escuchado, y podía ver como sus ideas hacían cambios. La empresa ya estaba bien establecida cuando el llego, pero en el poco tiempo que llevaba allí, había crecido junto con él.

Además, era fácil contagiarse de la pasión con que su jefa hacia las cosas: nunca había visto a una mujer tan enfocada en algo: Victoria se levantaba temprano, y cada parte de su vida estaba planeada para el bien de su compañía.

Todavía recordaba lo que dijo en una entrevista para Forbes:
"¿No le da miedo que la tachen de obsesiva de su trabajo?", pregunto el entrevistador.

"Me da más miedo morir sin dejar un legado".

Victoria no trabajaba para ser más rica, ella lo hacia para ser recordada por algo grande. Y algo que hiciera un bien a la comunidad.

NeoTech Corporation era una empresa que brindaba a cualquier persona la asistencia de una inteligencia artificial, y esta usaba un algoritmo que la misma Victoria había desarrollado cuando apenas tenía 20 años; individuales, empresas, escuelas... todos lo estaban usando. Podía desde encriptar, hacer recomendaciones sumamente especializadas, detectar amenazas y patrones... cualquier cosa podía ser más fácilmente sobrellevada con Prometo (era el nombre de su producto emblema). Y ya muchas personas habían logrado beneficiarse de él.

Sin embargo, Victoria nunca había querido hacer tratos con la milicia. Ellos habían insistido mucho, pero la joven no quería que su producto se involucrara con nada relacionado a la violencia. Increíblemente, y a pesar de que él había estado en el ejército, estaba de acuerdo con ella.

Franco la admiraba mucho, y agradecía poder estar cerca de una persona tan especial e inteligente. Cada día era de aprendizaje, y eso no se aprendía en ningún otro lugar más que con un mentor. En este caso, él era afortunado de tener una: Victoria.

Sonrió.

Se supone que él era mayor y con más experiencia, pero exceptuando la cama, era Victoria la que le enseñaba mucho cada día.

El mayordomo y la princesa de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora