Epilogo. Parte I

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Eran las diez de la mañana, y Victoria dormía plácidamente al lado de su prometido. Ambos estaban abrazados, descansando después de la actividad tan vigorosa de apenas unas cuantas horas antes.

Franco se había emocionado demasiado  cuando además de aceptar su propuesta de matrimonio, ella le informo que esperaba un hijo de él. No paro de agradecerle por hacerlo tan feliz, y como muestra de su estado de animo, no paro de hacerle el amor hasta que el sol comenzó a salir.

En ese momento ella le pidió un descanso, ya que a pesar de que lo deseaba con toda su alma, también se sentía con menos energía que en el pasado, debido a su condición. Y como el hombre amoroso que era, se sintió sumamente apenado por no haber sido más empático con ella.

Fue entonces, que finalmente los dos se dispusieron a dormir, mientras su prometido la arrullaba diciéndole cuanto es que la amaba al oído.

Sin embargo, aquella paz que trajo una noche bastante apasionada, fue interrumpida por un repentino ruido que los despertó a ambos:

—¡Victoria!, ¿Dónde estás? - pregunto su rubia amiga entrando a la casa totalmente emocionada y llamándola en voz alta.

—¿Qué está pasando? - pregunto Franco abriendo los ojos, un tanto confundido.
—No se... ¿acaso es Danna? - contesto Victoria tallándose los ojos, tratando de identificar quien era la persona causante de perturbar su sueño. Y  de repente recordó un detalle —oh... si, antes de dormir le mande un mensaje diciéndole que nos casaremos...jeje...- explico la chica —creo que se emociono más de la cuenta, debo ir a verla- afirmo disponiéndose a levantarse de la cama, pero Franco la retuvo tomándola de la mano y atrayéndola de nuevo a su lado.
—No te vayas mi amor, quédate conmigo...- le pidió dándole besos por toda la espalda.

"¿Este hombre no se llena?", pensó la pelinegra sintiendo los labios de Franco recorrer su cuerpo, alternando con pequeñas mordidas y caricias de su lengua.

—Mmm... cariño... - decía ella encantada. Amaba lo insaciable que era el hombre encima de ella, realmente la tentaba. ¿Cómo decirle no a aquel cuerpo de infarto?
—Vamos bonita, ¿no prefieres estar aquí y que vuelva a hacerte el amor? - le ofreció, cosa que  puso entre la espada y la pared por un momento  a la joven.

Sin embargo, Danna ya estaba ahí y seria muy maleducada de su parte no bajar a recibirla. Debió haberlo pensado antes de mandarle aquel mensaje tan importante a su amiga.

—Lo siento, debo ir- declaro finalmente zafándose de los brazos del moreno y poniéndose una pijama muy a su pesar.

Franco suspiro, aceptando su derrota.
—Esta bien, ganaste esta vez princesa- respondió y también se puso de pie —aprovechare para ir al gimnasio y hacer algo de ejercicio mientras tu pláticas con ella - explico poniéndose unos ajustados bóxer y la joven se quedo embobada por un segundo. El cuerpo de Franco parecía tallado a mano; tenia una espalda ancha y unos brazos bastante musculosos, además de un abdomen marcado con unas entradas hacia su zona baja que le provocaban quitarle aquella prenda y devorar lo que tenia entre las piernas.

—¿Nos vemos en la comida? - pregunto él con una sonrisa al pillarla mirarlo de manera lujuriosa —¿o prefieres quedarte y  comer ahorita?- le ofreció con la voz ronca, hablando de otra cosa diferente a la comida.

—Ejem...- Victoria comenzó a aclararse la garganta —creo que nos vemos mejor más tarde.
—Por supuesto, futura esposa- contesto y la chica esbozo una amplia sonrisa.
—Hasta entonces, futuro esposo.










—Hasta entonces, futuro esposo

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El mayordomo y la princesa de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora