—Sabes muy bien que es imposible que eso pase- respondió Franco dándose la vuelta y apilando unos papeles que se encontraban desperdigados por el escritorio de su jefa —, firme un contrato donde claramente se estipula que no puedo enamorarme de ella-.
—Pero eso no quiere decir que no lo estés- afirmo la rubia.
Franco continúo acomodando la zona de trabajo de Victoria. Tratando de no hacer contacto visual con Danna; ya estaba bastante confundido con sus propios sentimientos, no podía enfrentarse a algo a lo que aún no comprendía.
—Ya te lo dije, no está pasando nada de eso- le volvió a decir tratando de sonar tranquilo.
La rubia no le quitaba la mirada de encima. Presionándolo.
—Por favor, Franco. No mientas; he notado como la vez. Parece que estas a punto de suspirar cada que estas con ella. Te desvives por sus necesidades y estas muy al pendiente de todo lo que la involucre- le dejo saber de una vez por todas.
—Es mi trabajo satisfacer sus deseos y necesidades – le argumento, mirándola a los ojos por primera vez desde que tocaron el tema.
—Si, es tu trabajo. Pero hay una línea muy pequeña entre cumplir con tus deberes, y cortejarla- le expreso bastante segura de lo que decía.
Franco dejo salir una risa en tono sarcástico.
—Piensa lo que quieras. Yo solo me preocupo porque la señorita Victoria este feliz y satisfecha – termino y se sentó en su lugar mientras encendía su portátil.
Danna decidió no seguir discutiendo.Sabía muy bien que Franco estaba enamorado de Victoria. Pero a diferencia de lo que podía parecer, él sería el que sufriría más con aquella ilusión.
Si su amiga se comportaba así de fría con Andrew, era porque el había dejado muy en claro sus intenciones desde el principio. Pero con Franco era amable y linda porque este aún no le había confesado sus sentimientos a ella. El día que lo hiciera, temía por el corazón de este y como Victoria reaccionaria al respecto.
🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥
Por fin había terminado el día laboral.
Era ya muy tarde, y acababan de finalizar una junta con un cliente en la sala de conferencias. Todo había salido bien, pero estaba muy fatigada mentalmente.
Victoria estaba estirándose mientras Franco regresaba de despedir a los últimos clientes que quedaban en la oficina.
—Cierra la puerta con seguro- ordeno la pelinegra, sorprendiendo a su asistente. No le había dirigido la palabra en casi todo el día, a pesar de sus múltiples intentos por llamar su atención. ¿Qué estaría pensando su jefa?
Sin comprender muy bien, camino hacia la puerta e hizo lo que le ordeno. Después se giró hacia ella, pero mantuvo su mirada baja.
—Ha sido una semana muy pesada, me gustaría relajarme un poco- expreso y el moreno se atrevió a levantar su cabeza; la chica estaba recargada sobre la mesa donde hasta hace unos pocos minutos se había llevado la junta, mientras lo miraba de forma lasciva.
Franco se sintió emocionado por un momento: tal vez ya lo había perdonado. Aun así, no estaba seguro... prefería esperar a que Victoria tomara la iniciativa para no cometer un error.
—Ven conmigo- le pidió de manera amable. El pelinegro camino hasta donde estaba la joven, y se quedó de pie frente a ella, muy cerca, pero aún sin tocarla.
Victoria lo tomo de las manos y lo jalo hacia si misma, haciendo así que este quedara casi acostado su cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
El mayordomo y la princesa de hielo
RomanceFranco había conseguido el trabajo de sus sueños: libertad, buenas prestaciones y un sueldo ridículamente alto. Todo le gustaba... incluida su hermosa jefa. Pero tenia prohibido enamorarse de ella. Incluso cuando su trabajo era satisfacerla fuera y...