Caminaba decidida, sin vacilar en ningún paso que daba observando todo a mí alrededor. Los chicos observándome como si hubiesen visto un espíritu o un ángel. No entendía como podían llegar a ser todos iguales, admiradores de chicas guapas. Estaba algo desorientada pero prefería disimularlo y caminar como si nada. Busqué la oficina de la orientadora, quién me diría todo lo que necesitaba saber. Entré en su despacho cuando averigüé cual era. Era bastante acogedor con estanterías llenas de libros, papeles sobre la mesa marrón y en la otra parte del escritorio había una silla negra de piel giratoria. Allí permanecí esperando hasta que una mujer de unos treinta y pocos años con el pelo rubio que le llegaba a la altura de los hombros, entró por la misma puerta que había entrado yo hacía un par de minutos antes. Se sentó con cierta tranquilidad en la silla y buscó unos papeles entre el montón de éstos que había al lado de un ordenador portátil. Cuando por fin los encontró, se dirigió a mí con una amplia y amable sonrisa, y yo, en cambio, seguía mostrando una indiferencia.
—Tú debes ser... Diann Clawson, ¿No es así?
La sala donde permanecimos se llenó de una voz dulce y tranquila que expresaba amabilidad.
—Sí —asentí moviendo la cabeza de arriba abajo.
—Y dime, ¿Cuántos años tienes?
Intenté contener una respuesta poco apropiada para ser mi primer día en el centro así que me limité a contestar su pregunta.
—Dieciséis.
—Perfecto, así que iras a la clase de segundo grado.
Anotó algo en el papel que tenía enfrente de ella i, por lo que pude observar, vi una fotografía arriba del todo del folio. Debería de ser mi ficha. Picaba mis dedos de la mano derecha en la mesa algo aburrida.
—Eres hermana de Giny Becker, ¿verdad?
—No, ella solo es la hija del nuevo marido de mi madre.
—Está bien—soltó un suspiro.—Dime, ¿por qué has cambiado de instituto?
No estaba muy segura si debería contarle nada sobre mi vida privada pero decidí decir la mitad y alguna cosa inventada.
—Mi madre quiso irse de la ciudad cuando mis padres se separaron. También vinieron incluidos su marido y la hija.
En ese instante, se escuchó dos golpes a la puerta y seguidamente se abrió. Me di la vuelta hacia la entrada donde Ginny estaba en la puerta con la mochila colgando de la espalda. Llevaba un jersey de manga larga rosa pastel con una camisa blanca que le asomaba los picos por el cuello, las mangas y por abajo. Sus tejanos eran de un azul claro que la parte de abajo eran tapados por unas botas medianamente altas de color negro.
—Hola—dijo con su insoportable tono de voz infantil.
—Hablando del rey de Roma...—murmuré por lo bajo sin que ninguna de las dos personas que permanecían en la misma habitación me escuchara.—¿Puedo irme ya?
Me giré para ver a la consejera. Un mechón de pelo de mi lado derecho se me interpuso en medio de mi visión, pero ni me inmuté.
—Oh, claro. Mi nombre es Donna Evans, si tienes cualquier problema académico no dudes en acudir a mí —dijo con una amplia sonrisa dibujada en su rostro.—Tu aula se encuentra todo recto, luego giras a la izquierda y en ese pasillo a la derecha está la clase.
Me puse en pie y sin decir ninguna palabra más salí de allí apartando a mi hermanastra del medio de la puerta. Donna y Giny se quedaron hablando, seguramente de lo mismo que me dijo a mí. Caminé con tranquilidad y sin ninguna prisa por llegar a clase por los pasillos solitarios. Cuando llegué me paré en la puerta. Inspiré y expiré tres de veces relajando mis músculos que estaban algo tensos. Llamé dando un par de golpes a la puerta y sin obtener ninguna respuesta la abrí. Pude ver como veinticinco cabezas se giraron para mirarme con exaltación, el profesor me invitó a pasar dentro y sentarme en una mesa vacía del final de la clase.
Dejé mi mochila colgada en el respaldo de la silla y tuve que presentarme delante de toda la clase obligada por el profesor que estaba dando la lección antes de que yo llegara e interrumpiera lo que estuviese explicando a los alumnos desinteresados que estaban sentados delante de él.
Cuando estuve delante de todos me cogí con fuerza la muñeca derecha con la mano izquierda dejando ir un poco de tensión.
—Soy Diann Clawson. Vine aquí hace unas semanas...—arrugué mi nariz como solía hacer cuando no estaba conforme con alguna cosa o, cuando no tenía nada que decir y en ese caso, me pasaban ambas cosas.—¿Me puedo ir a mi sitio ya?
Me volví hacia el profesor y con un asentimiento por parte de éste, me fui travesando el aula hasta llegar a la mesa donde había dejado todas mis cosas.

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Run away
Ficção Adolescente"Ambos eran el error en persona. Ambos intentaron huir del mundo. Ambos se unieron por necesidad" Diann, una chica fría y distante que ha sufrido muchos cambios durante el ultimo año y piensa que todo es culpa suya, puede que tenga razón y que una...