Capítulo quince

60 10 2
                                        

Busqué desesperadamente aquellos rizos característicos de Diann. Intenté hallar sus ojos celestes entre la multitud. Pero no lo logré.

Después de las clases deambulé por las calles solitarias de mi ciudad fantasma. No dejaba de recordar aquél día que marcó un antes y un después en mi vida. El día que me hizo cambiar por completo.

Estaba a mitad del último curso de la educación primaria cuando llegó una niña nueva. Helen se llamaba, como olvidar su nombre. Era imposible hacerlo. Antes de todo aquello, yo era feliz, sin muchos amigos pero sí con algunos pocos de verdad. Pero ella... ella cambió todo y dio un giro a mi vida por completo.

Me enamoré de ella nada más verla, fue como si Cupido me lanzase una flecha en mi corazón. Intenté acercarme a ella ofreciéndole parte de mi almuerzo o mi material escolar. Típico de un crío inconsciente que no sabe lo que hace. Que no sabe que el amor en la mayoría de casos es tan dañino. Que duele más que un disparo en el pecho.

Ella se negaba a todo lo que le decía. A cambio yo recibía palabras nocivas. Eran veneno para mis oídos y tenían un gran poder de convicción para llevarse a su terreno a los que había tenido a mi lado toda la vida. Era increíble ver cómo la gente se dejaba llevar por falsas esperanzas y yo fui para Helen una simple marioneta con la que ella jugaba.

Me llevó al punto de comer hasta hartarme y luego sacarlo todo por la boca con la ayuda de mis dedos que, con el tiempo, se volvieron amarillos al igual que mis dientes. Y mientras repetía esa acción una y otra vez, después de comer cualquier cosa, cada día, me hacía recordar porqué hacía aquella estupidez acordándome de sus palabras. "Gordo". "Feo". "Bola de cebo". Muchos más insultos.

El pitido de un coche me sacó de mis pensamientos. Me había quedado embobado dentro de mi cabeza. Me paré en medio de la carretera aturdido y seguí cruzando el paso de cebra. Cuando llegué a la acera vi que había cruzado mientras que el semáforo se encontraba en rojo para los peatones. Ni siquiera supe cómo había acabado allí. Estaba desorientado pero volví a saber dónde estaba cuando pude ver que me encontraba a escasos metros del mar. Bendito mar. Cuantas terapias ha hecho. Cuantos de mis tristes monólogos ha escuchado Cuantos de mis secretos ha guardado. Cuantas lágrimas saladas como su agua he vertido en él. Se podría decir que él era mi mejor amigo. Quien había estado ahí para mí y para cualquiera que tuviese problemas.

De repente me volvió a la mente Diann. A pesar de ser una chica preciosa, ya no sentía tanto interés en ella físicamente, si no en saber de ella. En saber por qué actuaba de aquella manera y porque llegaba a ver cosas que los demás eran incapaces de ver.

Llegué a uno de los acantilados. Sus rocas estaban mojadas por el furioso mar que hacía romper sus olas en ellas. Me senté en el filo dejando caer los pies al vacío. Me quedé así, sin mover ni un músculo observando la espuma blanca de las olas que formaban al romperse. Cuando reaccioné me di cuenta de que había anochecido y estaba completamente a oscuras. Miré la hora en mi reloj de pulsera. Las nueve menos cuarto.

Me volví sobre mis pasos, pero decidí cambiar de camino y dar un rodeo. No quería llegar a casa. No quería envolverme de la frialdad de ésta y estar sólo hasta que mi padre se dignara a volver a casa.

Pasé por delante del hospital, cosa que no me hacía ninguna gracia. Me desvié lo antes posible por unos callejones casi sin iluminación. No sé si fue una ilusión óptica o era la realidad pero sentía que las paredes se iban juntando a medida que avanzaba. El callejón se hacía cada vez más largo y la oscuridad aumentaba.

Llegué a ver una silueta humana. De una mujer, siendo exactos pues podía llegar a ver una larga y abultada melena. Entonces me di cuenta que se trataba de Diann. ¿Qué hacía ella allí?

Corrí hacia ella con la misma sensación de opresión de las paredes. Ella se detuvo sabiendo que había alguien detrás pero ni se inmutó. Esperé alguna reacción, pero nada. Le cogí del brazo e intenté darle la vuelta. Diann no se opuso. Llevaba el poco maquillaje que le había quedado antes corrido, los ojos rojos y húmedos al igual que sus pestañas. Se podía ver el camino que sus lágrimas habían formado por sus mejillas empezando por los ojos y terminando en el infinito.

Me miró fijamente clavándome sus ojos como espadas.



----------------------------------

Hola,

Espero que os guste este nuevo capítulo. No dudéis en votar y comentar que es lo que os ha parecido. Siento mucho no actualizar seguido pero no me queda tiempo.

Podéis ver el booktráiler de "Run away" en multimedia. 

Un saludo,

_lifeisbooks_

Run awayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora