Su piel era suave, como un peluche recién comprado, como quien acaricia un gato arisco, aunque ella la tuviese de gallina. Me quité mi chaqueta y la envolví en su menudo cuerpo. Su cabello estaba enredado delante de su rostro sin ser visible. Esto había sido lo que habia imaginado media mañana y por fin lo había conseguido. Aparté con toda la delicadeza del mundo que pude utilizar algún que otro mechón junto a otro mechón de su cara. La tenía negra, a causa del rímel corrido por las lágrimas que no dejaban de cesar.
Me levanté como si tuviera todo el tiempo del mundo, lentamente. La tomé en mis brazos con cautela como si se fuese a romper en mil pedazos con sólo rozarla con algo que la hiriera. Fuí caminando hasta llegar a la sala de mantenimiento. El único lugar donde no había nadie, solamente cuando acaban las clases las señoras de la limpieza entran allí.
La senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared y fui a cerrar la puerta dejando una escoba para atrancarla. Cuando me volví vi que se había puesto mi chaqueta bien, y la capucha incluida.—¿De que vas? ¿Del príncipe azul que va salvando a las damas heridas que van llorando por las esquinas? ¿O solo un gilipollas de turno que se ríe de ellas?
Para nada me esperé ese comentario. Tan sólo quería un simple "gracias" por haberle dejado la chaqueta o por darle un abrazo en aquel delicado momento.
—Tal vez la segunda pero no me conoces y preferiría que el misterio siguiera.
—Pues muy bien. Ahora, ¿Me dejas salir?
—No.
—¿Por qué?
-Porque no.
—Ahora tu y antes yo... No si Lauren tenía razón.
—¿Quien es esa tal Lauren?
—Una amiga.
—¿Con la persona que discutias?
—¿Cómo sabes...? Bueno, mira, déjalo, no quiero seguir con esto.
Me apoyé en la puerta sin tener la mínima intención de dejarla salir.
—En teoría tendría que estar en clase.
—Ya somos dos, bueno yo en el baño aunque ya he tardado demasiado. ¿No crees?
—Pues por eso mismo—me dedicó una sonrisa e inmediatamente noté que había más sarcasmo que amabilidad en ella.—Tu querido profesor se enfadará.
—¿Me ves con cara de que me importe si se enfada?
Solté una risa seca y no muy duradera.
—Tienes cara de ser el niño de mamá.
Sin pensarlo, la cogí del cuello de mi chaqueta que, por cierto, le iba enorme y la acerque a mi. Pude ver como su garganta se movió al tragar saliva y su respiración parecía normal. No mostraba nada. El "nada" era lo que me resultaba desconcertante.
—¿Ahora que? ¿Me vas a besar?
—Ni se te ocurra mencionar a mi madre.
La corté en seguida soltándola de golpe, empujándola y haciendo que se tambalease hacia atrás, sin llegar a perder el equilibrio.
—¿Vas de protector de tu familia o qué?
—No. No sabes nada. No te metas donde te llaman
—Pues eso es lo que acabas de hacer conmigo. ¡Si discuto con mi amiga o si lloro o lo que coño haga, no te importa!
—¡Pero si no había nadie contigo!
—¡Sí! Ella estaba delante de mi, diciéndome que debo o no debo hacer, provocándose y poniéndome más histérica.
—No había nadie.
Mi voz sonó más débil, casi en un susurro. Observé como intentaba esconder sus manos entre las mangas de la chaqueta prestada, aunque desde un principio no se veían, ella seguía estirando de la manga sin dejarla quieta.
Su mirada fue de un lado a otro sin mirar un punto fijo. Me di la vuelta y sólo vi más oscuridad que luminosidad ante nosotros. No sabía que estaba haciendo. No comprendí...
—¡Dejamé! ¡Para! ¡Para!—no dejaba de gritar ni de cogerse de la cabeza como antes cuando estaba en el patio.—¡Para! ¡Déjame en paz!
Sus movimientos fueron cada vez más bruscos y parecía que fuesen incontrolados, intentaba apartar algo de su alrededor, como si tuviese una mosca pesada nada más en ella. Pero no había ninguna mosca, no había nada. Absolutamente nada y fue por eso lo que hizo que me estremeciera y se me erizara el bello de todo el cuerpo.
Empezó a dar golpes con los puños a la pared que tenia justo de tras de si hasta que vi una mancha roja en esa pared gris. Entonces fue cuando decidí actuar rápido, no podía dejar que siguiera actuando de esa manera. Rodeé con fuerza con mis brazos su cuerpo para inmovilizarla pero me costó mucho. Ella ejercía la suficiente fuerza como para estar a punto de librarse de mi. Obligué que se sentará en el suelo sin dejar de sujetarla e hice que me mirará a los ojos. Los suyos eran azules pero más oscuros que los míos. Brillaban y eso los hacía preciosos. En ellos se podía ver reflejado el miedo que sentía y lo nerviosa que estaba.
Cuando consiguió tranquilizarse después de unos minutos, dejé de ejercer fuerza sobre el, fue cuando me lancé a saber más de ella.
—¿Cómo te llamas?
Ella miraba al frente como si el horror de antes ya hubiese desaparecido.
—Diann.
—¿Qué más?
—Clawson.
Ahí se acabó la conversación.
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¡Muchas gracias!

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Run away
Novela Juvenil"Ambos eran el error en persona. Ambos intentaron huir del mundo. Ambos se unieron por necesidad" Diann, una chica fría y distante que ha sufrido muchos cambios durante el ultimo año y piensa que todo es culpa suya, puede que tenga razón y que una...