Capítulo doce

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–¿Tu madre conoce a tu amiga?

–Sabe que existe pero nunca la he llevado a casa. No me gusta que mis amigos conozcan la mierda de vida que tengo que llevar con el jodido novio de mi madre y su hija repipi.

–¿Por qué te cuesta aceptar el matrimonio de tu madre con ese hombre?

–Porque ella es una guarra. –Dije como si nada–. Nada más separarse de mi padre ya tenía un novio.

La mujer soltó un suspiro al ver como pensaba de mi madre

–¿Por qué has dicho que se separaron?

–Por qué no se soportaban, bueno era mi madre quien no soportaba a mi padre. Él no tiene la culpa.

–Entonces, ¿la culpa es de tu madre?

–Sí, bueno también...

Me callé de repente. No podía decir nada de eso. Lo había estado evitando todo este tiempo y ahora por unas cuantas preguntas no voy a decir nada.

-¿También qué?

–Nada, supongo que mi padre tiene algo de culpa, pero quien se lleva la palma es mi madre.

–Está bien. –Apuntó en su libreta más cosas ilegibles desde donde me encontraba y me volvió a mirar–. ¿Eres hija única?

–Ya te lo he dicho, tengo una hermanastra aunque no la considero como eso, sino más bien como... –Pensé algún nombre ingenioso que comportara un tono sarcástico–. Una mascotastra.

–No, no me refiero a ella. Me refiero si tus padres tuvieron otro hijo o hija aparte de ti.

Mis ojos se clavaron como espadas en los de ellos y note en mi misma como palidecía completamente al sacarme ese tema. "Debes evitar habar de él", me dije a mí misma.

–¿Que ha sido de tu hermano o hermana?

Supuse que por mi expresión dedujo que sí que tenía y que ya no estaba conmigo.

–No tengo ninguno.

Sin que me diese el permiso me levanté y me fui de aquella habitación completamente blanca. Pero allí encontré al chico de antes en la puerta. A pesar de que no le conocía a penas, averigüé en ese rato juntos que podía llegar a ser muy insistente con lo que quería. Intenté evitar pasar por delante de él así que caminé en dirección contraria pero él se interpuso en mi camino. S encontraba demasiado cerca de mi.

Su respiración era algo agitada y sentía el calor que proporcionaba su cuerpo. Me estremecí al notar como me aparaba el pelo de la cara con total delicadeza. Como si me hubiese estado a punto de romperme. Entonces fue cuando nuestras miradas se cruzaron durante un instante antes que él pronunciara una sola palabra que arruinaría el momento.

–¿Qué tal ha ido?

–No lo sé.

–Algo sabrás, digo yo.

–No. Déjame en paz, inútil.

–Está bien, está bien. Búscame si quieres hablar.

Permanecí inquieta durante unos instantes hasta que vi como Ray desaparecía por la gran puerta. Ese era mi momento de salir. Necesitaba verle. Caminé hasta salir del instituto y me dirigí hasta la parada de autobús más cercana que había. Una vez subida en él, me relajé hasta dejar ir mi mente hacia otra parte donde se encontraba él. La estúpida psicóloga hizo acordarme de él.

–¡Charlie! ¡Charlie! ¡Charlie!

Zarandeé su cuerpo para que se despertara. Seguramente se había quedado prácticamente toda la noche estudiando para sus exámenes finales. Él era el listo, quien sacaba buenas notas y quien no se metía en problemas. Yo en cambio, era todo lo contrario, odiaba estudiar, salía siempre de fiesta con mis amigos, subiendo por la ventana de mi habitación para que mis padres no me descubrieran de madrugada borracha y más de una vez habían llamado a mi madre desde el instituto por mi culpa. Pero a pesar de nuestras grandes diferencias, éramos como uña y carne. No nos podíamos separar nunca, todo lo hacíamos juntos y como él ya tenía la edad para poder conducir un coche él era quien me llevaba a cada sitio que se me encaprichaba, pues ir en la moto en invierno era un reto complicado. Como en ese caso. Mi grupo favorito de música, Counterfeit, venía ese mismo mes a mi ciudad y no pretendía dejar pasar esa magnífica oportunidad de verlos a los tres subidos en un escenario enfrente de mí.

–¿Qué quieres ahora?

Se echó a un lado para dejarme un hueco en la cama y meterme con él. Sin pensármelo dos veces, lo hice. Fuera aun hacía bastante frío y yo tan solo llevaba un fino pijama.

–Sabes que me gusta muchísimo Counterfeit, ¿Verdad?

–Sí, ¿Qué pasa con ellos?

–Pues mira... -Puse mi mejor cara de cachorrito–. Vienen el 28 de marzo aquí, ¿no es genial?

–Para ti sí, Diann. Para mí no, más bien es una pesadilla.

Soltó una carcajada y yo le empujé pero aun así me reí con él.

–Me gustaría ir, Charlie.

–Pues ves, si quieres.

–¡Pues claro que quiero! Pero hay un problema... Mamá seguro que no me deja ir sola... Yo podría conducir con la moto, así no tienes que gastar gasolina ni tener la preocupación por si te rallan el coche. Necesito a alguien que tenga dieciséis años o más y tú los acabas de cumplir... Te juro que el año que viene cuando ya los tenga yo no te volveré a pedir nada más.

Nos llevábamos menos de un año pero él nació en un año diferente del mío. Yo cumplía los años a finales de enero y él a principios de marzo.

–Vale, pero se lo dices tú a mamá y a papá.

–¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

Empecé a darle besos por donde pillaba y a abrazarlo subiéndome encima de él e iba ganando pues él odia que le den tantos besos. Lo que fueron besos y abrazos pasó a ser una guerra de cosquillas y ahí perdí yo.

–Eres el mejor hermano mayor que he podido tener.

–Y tú la mejor hermana pequeña, enana. Te quiero.

–Yo también.

Le regalé mi mayor sonrisa posible y él hizo exactamente lo mismo.

El autobús frenó enfrente del hospital y me bajé.


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