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El hospital parecía extrañamente tranquilo mientras Aria se dirigía hacia la habitación. Se paró en el umbral mirando la habitación a oscuras, excepto por un círculo de luz de la lámpara que había sobre la cama de bruno

Era tarde y sus padres debían de haber vuelto al hotel hacía horas. Se acercó a la cama y se permitió el lujo de mirarlo. Se había convertido en alguien tan importante para ella en un período de tiempo tan corto que daba miedo. Suspirando, extendió la mano para apartar un mechón de pelo de su frente y, antes de que pudiera apartarla, bruno abrió los ojos y la miró.

—Sabía que vendrías —dijo suavemente.

Incapaz de apartar la mirada de esos ojos magnéticos tan cerca de los suyos, ella contuvo el aliento.

— ¿Lo sabías? —susurró ella.

Estaban tan cerca, que podía sentir el calor que desprendía y su aroma de hombre la hizo sentir un poco mareada. Nunca en toda su vida había sentido algo tan intenso, tan poderoso como lo que sentía cuando estaba con él.

—Sí. Desde el accidente hay como una carga de electricidad entre nosotros, Aria . Yo lo he sentido y sé que tú también.

Desde luego que lo había sentido. Lo estaba sintiendo en ese mismo instante, pero sabía que no debía dejarse arrastrar.

—Eliot.. —protestó ella, aunque incluso a ella misma le sonara falso.

— ¿No me vas a besar? Sabes que lo estás deseando y yo me estoy volviendo loco sólo de pensarlo.

Sus palabras eran una tentación y ella se quedó temblando cuando miró la boca a unos centímetros de la suya. El quería que lo besara y ella lo deseaba tanto que era una agonía negárselo. Pero ella sabía que besar a ese hombre sería un error. Un grave error. Por el momento lo único que había hecho era preguntarse cómo sería si lo hiciera. Si aceptaba su invitación, lo sabría y, dado que tendrían que separarse pronto, podría convertirse en un recuerdo insoportable. Si había un momento en el que tenía que ser sensata, aquél era ese momento.

Usando lo que quedaba de su sentido común, ella comenzó a formular una negativa, pero las palabras murieron en sus labios cuando sus miradas se cruzaron de nuevo.

—Aria .

Su nombre no era más que un suspiro, pero a ella le pareció que lo oía en cada fibra de su ser. No habría podido moverse aunque hubiera querido. La razón se desvaneció bajo el peso del deseo. Su único pensamiento era que tenía que saber, que necesitaba saber cómo eran esos labios, cómo sabían. Su vida entera parecía depender de ello y, prendida en una red tan fina como una tela de araña pero tan fuerte como el acero, lenta pero firmemente empezó a acercar su cara a la de bruno.

El roce de sus labios con los suyos fue como una llama y tuvo que contener el aliento. Miró a Eliot para comprobar que ambos habían sentido la misma sensación increíble. Sin sonido, sus labios formaron su nombre y, empujada por una fuerza más fuerte que su voluntad, apretó su boca contra la de él.

Eliot levantó la mano para presionar su cabeza y sostenerla allí y el beso fue como un incendio. Nada en el mundo le importaba salvo que ese beso no terminara. Cayó sobre el borde de la cama, olvidándose de todo excepto de que la boca apretada contra la suya le daba un placer que no había conocido nunca. Su corazón latía con violencia. Se sintió enfebrecida, caliente y fría a la vez. Sólo se apartó, respirando con dificultad, cuando oyó a bruno gemir de dolor.

— ¿Qué ocurre?.

¿Era su voz la que sonaba entrecortada y embriagada de pasión?

— ¡Se me había olvidado que estaba encadenado a esta maldita cama y he intentado moverme! —Eliot dijo entre dientes.

Aria se mordió los labios. ¿En qué demonios estaba pensando para hacer algo tan poco sensato? Ese hombre tenía las costillas rotas y ella se había echado sobre él.

—Perdóname, por favor. ¿Te he hecho daño?.

Se habría levantado, pero la mano de bruno en su muñeca se lo impedía.

— ¿Tú qué crees? —contestó Eliot levantando la voz.

Ella se irguió inmediatamente, indignada. Lo tenía claro si pensaba que iba a cargar con toda la culpa.

— ¡No me grites, Eliot ! Nos estábamos besando los dos, no sólo yo. Fuiste tú quien me pidió que te besara.

— ¿No me digas? —dijo mirándola con un brillo muy especial en los ojos. Sintiendo esa mirada hasta en los dedos de los pies, ella intentó resistirse, aunque sentía una atracción magnética hacia él.

— ¿Qué quieres decir?.

—Quiero decir que me has dado algo más de lo que esperaba.

A ella se le hizo un nudo en la garganta.

— ¿Ah, sí?.

Sabiendo que la había puesto nerviosa, su boca dibujó una leve sonrisa.

—Sí...

Aria apartó la mirada para recuperar el control, y después, lo miró a través de las pestañas.

— ¿Cuánto más?.

—Como un cien por cien más —dijo sonriendo. Los ojos de ella se abrieron con sorpresa.

—Ese beso ha sido algo especial. Nunca me habías besado así —siguió él.

Esa afirmación hizo que su corazón se desbocara de nuevo, pero por una razón completamente diferente.

— ¿Nunca? —preguntó buscando la confirmación de una posibilidad que parecía increíble. Eliot la tomó de la otra mano y entrelazó sus dedos en los suyos.

—Nunca. No sé por qué, pero desde el accidente hay algo especial entre nosotros. No puedo entender por qué y, francamente, no me voy a romper la cabeza. Algo me ha pasado, nos ha pasado a los dos y es mejor. No es que no disfrutara besándote antes, pero tendrás que admitir que esto es mejor.

Esa confesión hizo que su estómago se contrajera de alegría. Era increíble. Tan increíble que podía sentir cómo temblaba por dentro.

—Sí, es mejor —asintió ella con una risa entrecortada. ¡Tenía que tener cuidado de no desvelar nada hasta que pudiera pensar!—También me ha sorprendido a mí.

—Al menos ha sido una sorpresa agradable —dijo el acariciando su mano. Mientras lo hacía, tocó el anillo de compromiso y levantó la mano para mirarlo.

—Entonces, ¿has decidido quedártelo?.

— ¿Quedármelo? —preguntó confusa.

—Me di cuenta de que no te gustaba. Creí que lo habrías cambiado por otro.

el prometido de mi hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora