38

0 0 0
                                    

Intentaba parecer alegre, pero Aria sabía que estaba decepcionado.

-Estoy empezando a pensar que va a llegar el día del Juicio por la tarde -dijo ella cáustica.

-Al diablo con él. Olvídalo y baila conmigo -dijo y Aria tuvo que sonreír ante su carita de niño grande.

-Vale, pero sólo si a Jessica no le importa -accedió ella, tomándolo del brazo y yendo con él hasta el patio.

-No te preocupes por Jessica -contestó él-. Me ha enviado ella a buscarte. Dijo que parecías sentirte sola.

Aria se preguntaba si su cara sería un libro abierto en el que todo el mundo podía ver lo que estaba pasando.

-Estoy a punto de pasar de sentirme sola a sentirme muy enfadada.

-Eso digo yo. Si no llega pronto, aquí va a haber un asesinato. Además que la señora Anne ofreció prestar su casa para esta fiesta.

- Siento que Eliot no esté aquí, simon -se disculpó Aria cuando empezaron a girar en la pequeña pista de baile.

-No te preocupes -se encogió él de hombros-. Me vengaré. Espera y verás.

Ella sonrió como él esperaba y se dejó llevar por la música. Después de un par de bailes, Aria insistió en que volviera a bailar con Jessica, pero él se la llevó del brazo y los tres charlaron animadamente. Aria no sabía cuánto tiempo había pasado cuando sintió que sus sentidos se encendían de una forma muy familiar.

Eliot había llegado. Siempre sabía cuando había entrado en una habitación. Era como si tuviera una antena que recogía la energía de Eliot y que hacía que se le pusiera la piel de gallina. Empezó a buscar entre las parejas que estaban bailando y unos segundos después se encontró de frente con sus ojos verdes. Su mirada era tan intensa que se sintió hipnotizada y no pudo apartarla. Sintió el corazón en la garganta como si fuera algo al rojo vivo.

Había algo en el aire y era el conocimiento instintivo de que la otra persona era su alma gemela, el ser que la completaba. Aria experimentó un sentimiento de euforia, porque sentía que era recíproco. Eliot no podía mirarla de esa forma, a menos que él también lo estuviera sintiendo. Unos segundos más tarde, había desaparecido y se había perdido entre la gente, pero ella sabía lo que había visto. La esperanza volvió a renacer como una llama débil pero estable en su corazón. Quizá pudiera recuperar lo que había perdido.

-Ha llegado Eliot -le dijo a simon. Éste dejó de hablar inmediatamente.

- ¿Dónde está? -preguntó mirando alrededor. Aria ya había empezado a hacerse paso entre la multitud, así que Simon la siguió.

Entrando en el menos abarrotado comedor, que había sido vaciado para colocar el bar y las mesas, Aria encontró a Eliot hablando con sus padres. Ya había subido a la habitación porque llevaba puesto el esmoquin que ella había guardado en su maleta. Cuando se acercaba vio cómo levantaba la cabeza y que, como ella, sentía su presencia. Lentamente se volvió.

-Eliot.

Su nombre era un susurro en sus labios y se dirigió hacia él como solía hacerlo, poniéndole las manos sobre el pecho y levantando la cara para besarlo. Sólo entonces se percató del brillo frío de sus ojos y supo que él iba a intentar luchar contra lo que sentía. No era un placer para él saber que estaban hechos el uno para el otro. Él se dio cuenta de que ella había entendido y sonrió.

-Aria .

el prometido de mi hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora