44

0 0 0
                                    

Eliot se acercó para recoger los platos.

-Lo que no puedes hacer es ponerte enferma.

-No, doctor -devolvió ella bromeando.

-Lo digo en serio, Aria -insistió él.

Entonces ella supo por qué lo decía. No confiaba en ella en absoluto.

-No te preocupes. No tengo intención de hacerle daño al niño -dijo fríamente.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- ¡Quiero decir que sé que no confías en mí, pero que nunca le haría daño a nuestro hijo!

-Lo creas o no yo no quería decir eso. Lo he dicho sólo pensando en ti -dijo él apretando los dientes.

-Si no te he entendido bien, lo siento -se disculpó ella secamente.

-Olvídalo.

Cuando estaba a punto de marcharse, se volvió hacia ella y preguntó:

-simón y yo nos vamos a pescar. ¿Te importa quedarte sola?

Ella lo miró, intentando descifrar su expresión. ¿Se quedaría si ella se lo pidiera? Decidió que era mejor no intentarlo.

-No, no me importa. Ve y pásalo bien.

Después de unos segundos, Eliot asintió con la cabeza.

-Si necesitas algo, puedes pedírselo a Maudie. Volveremos a la hora de la cena. Cuídate.

Se pasó toda la mañana sentada a la sombra, leyendo o dormitando. La sentaba bien no pensar y dejó que el calor borrara todas sus preocupaciones. Maudie, obviamente por recomendación de Eliot, se encargó de prepararle el almuerzo y de llevarle bebidas frías durante toda la tarde. Cuando volvió a la casa para bañarse y vestirse para la cena, se sentía más relajada de lo que se había sentido en mucho tiempo.

La sensación persistió hasta que Simon llamó suavemente a la puerta. Aria sonrió ante su aspecto de pescador de pacotilla.

-Parece que han tenido un buen día.

-Sí, hemos pescado mucho. De vuelta a casa entramos un momento en el bar y Eliot se encontró con Chelsea, una amiga de la infancia. Bueno, el caso es que como ELiot sabía que yo tenía que venir a ducharme antes de salir con Jessica, me ha pedido que te diga que se queda a cenar con ella. Ha dicho que tú lo comprenderías.

Aria lo entendía muy bien. Eliot seguía evitándola. Con sus padres y sus hermanos fuera, esa noche hubieran estado solos en la casa. Habrían tenido que pasar horas juntos y quién sabía qué podría haber ocurrido. Él no quería arriesgarse y había salido corriendo.

-Sí, claro. Gracias por decírmelo, simón. Dale un beso a Jessica y al bebé de mi parte -dijo con calma.

Simon salió silbando para ducharse e ir a buscar a su prometida. Aria cerró la puerta del dormitorio y se apoyó en ella, con una mano en el corazón. Sabía que estaba en lo cierto y eso la tranquilizaba. Después de días de peleas y silencios, un segundo lleno de esperanza y el siguiente de desesperación, era un alivio saber que no todo estaba perdido. Podría evitarla esa noche, pero no podría evitarla siempre. Esa noche no le importó cenar sola porque se sentía llena de confianza. Después se sentó frente al televisor para ver una película y, cuando terminó, como Eliot no había regresado, se fue a la cama.

No podía dormir y cuanto más lo intentaba más difícil era conciliar el sueño. Dio muchas vueltas pero sabía que sólo una cosa la haría tranquilizarse, que Eliot volviera a casa. No tenía ni idea de qué hora era cuando abandonó la lucha y pensó que quizá algo caliente la ayudaría a dormir.

Se puso una bata de seda que hacía juego con el camisón y bajó descalza hasta la cocina. Cinco minutos más tarde, estaba sentada a la mesa, tomando una taza de chocolate caliente. Cuando oyó que alguien abría la puerta trasera, levantó la mirada.

- ¿Qué haces levantada tan tarde, Maudie? -preguntó Eliot antes de darse la vuelta y comprobar que no era la criada. Se quedó parado en la puerta observando la bata de seda y el cabello despeinado de Aria.

Ninguno de los dos se movió.

-Creí que estarías en la cama.

Sus ojos la quemaban incluso desde esa distancia. Aria dejó la taza sobre la mesa, sabiendo que él no quería sentir lo que estaba sintiendo. Ahora sabía que no estaba equivocada y se preparó para atacarlo abiertamente.

-Esperabas que estuviera en la cama, querrás decir -sonrió burlona.

-Esperaba, sí -asintió Eliot a regañadientes-. Maldita sea, ¿por qué no estás durmiendo?

-No podía dormir. No me gusta dormir sola -confesó honestamente. Aria vio algo en sus ojos y supo que había tocado una fibra sensible.

-Por favor, Aria, ¿por qué haces esto? Sabes que voy a herirte - Eliot respiró con dificultad, acercándose a ella.

el prometido de mi hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora