34

0 0 0
                                    

-Hola, Aria -saludó la voz de Anne Hutch a través del hilo-. ¿Cómo estás tú y cómo está mi nieto?

El sonido de una voz amiga la alegró y se sentó en un sillón cercano sonriendo por primera vez en muchos días.

-Los dos estamos bien -contestó alegremente.

Anne llamaba cada dos o tres días desde que conoció la buena noticia.

-Eliot estaba preocupado por tus mareos -reveló su madre, sorprendiendo a Aria por completo.

- ¿Ah, sí? -preguntó con un hilo de voz.

-Sí, cariño. Me llamó el otro día para preguntarme si sabía de algo que pudieras tomar.

Arianno sabía qué decir.
Eliot había estado tan frío y distante con ella que era una sorpresa saber que se preocupaba.

-No me ha dicho nada.

-Bueno, ya sabes cómo son los hombres. Unos blandengues, lo que pasa es que no les gusta que se sepa -dijo riendo al otro lado del teléfono.

Desde luego, Eliot se estaba asegurando de que ella no se enterara, pensó Aria. Hubiera seguido pensando que no le importaba si no hubiera sido por su madre. Ahora sabía que se preocupaba por ella y su corazón se calentó un poco. Eran esas pequeñas cosas las que mantenían viva su esperanza.

Durante los siguientes minutos las dos mujeres hablaron sobre varios remedios. Sólo entonces Anne recordó la razón de su llamada.

-Llamaba para recordaros la fiesta que organizamos el sábado para simon y Jessica, los amigos de Eliot ¿Recuerdas?. No olviden que prometieron quedarse a pasar unos días.

Aria lo había olvidado, lo que no le sorprendía, considerando todo lo que estaba pasando. El mejor amigo de Eliot, simon, iba a organizar su fiesta de compromiso y habían planeado quedarse unos días para celebrarlo. No podía haber llegado en peor momento, pero sabía que sería imposible cancelar el viaje.

-Estaremos allí, no te preocupes. Seguramente saldremos mañana por la tarde.

-Estupendo, cariño. Estamos deseando veros. Tengo que colgar, me están llamando por la otra línea. Dale un beso a Eliot de mi parte. Adiós.

Aria colgó el teléfono lentamente. Se imaginaba que Eliot también lo habría olvidado. La fiesta había desaparecido de su mente con los acontecimientos de los últimos días. No podrían librarse, eso desde luego. Tendría que hablar con él. ¿Pero cómo? Llamó a su oficina y le dijeron que había estado en los Juzgados todo el día y que aún no había vuelto. Dejó el mensaje de que la llamara y estuvo toda la tarde esperando, pero el teléfono no sonó. Si no hubiera tenido que hablar con él urgentemente, lo habría mandado al infierno. Pero era algo importante, así que se sentó en la cama, dispuesta a esperarlo.

Era casi medianoche cuando oyó el coche y, levantándose de un salto, se puso la bata de seda y se dirigió a las escaleras. Eliot estaba cerrando la puerta y ella se paró, mordiéndose los labios, cuando vio su aspecto cansado. En ese momento él parecía tan infeliz como ella y Aria se hubiera lanzado a sus brazos si no hubiera sabido que la rechazaría. Él levantó la mirada y, frunciendo el ceño, dio un paso adelante.

- ¿Qué ocurre, aria, te encuentras mal? -preguntó.

Había preocupación en su tono y eso levantó su ánimo.

-Estoy bien.

Bajó un par de escalones y la expresión de preocupación fue reemplazada por un frío cinismo.

- ¿Entonces qué haces levantada tan tarde? ¿O quieres que lo adivine? ¿Me estás dando una pista de lo que me estoy perdiendo, querida?

Ella se ruborizó en parte por la ira y en parte por el dolor, pero apretó los dientes y siguió bajando la escalera.

-No pienso hacer nada que me condene más ante tus ojos.

-La necesidad olvida la precaución -dijo él, sonriendo cínicamente. Aria sintió la necesidad de darle una bofetada pero resistió la tentación.

-Tengo más respeto por mí misma de lo que crees. Estoy aquí simplemente porque tengo que hablar contigo. Te he dejado un mensaje en el despacho diciendo que me llamaras.

-No he vuelto a la oficina. Y, por lo que a mí respecta, no tenemos nada de qué hablar -dijo fríamente sin especificar dónde había estado.

el prometido de mi hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora