36

0 0 0
                                    

Aria abrió la boca para respirar.

-No me ha pasado nada.

Sus miradas se cruzaron y los tormentosos ojos verdes la devoraron. Sabía que no estaba equivocada, esa mirada decía que seguía amándola. Podía no querer admitirlo, pero seguía en su mirada.

Lo único que tenía que hacer era acercarse un poco y...Obviamente, Eliot lo había leído en sus ojos, porque se apartó de ella física y mentalmente, ayudándola a levantarse con un despego que partió su corazón .Cuando la hubo puesto en pie, volvió a colocar el muro entre los dos.

-Antes de que te rompas una pierna, te informo que tengo que entrevistar a un testigo el sábado por la mañana. Es fundamental para el caso en el que estoy trabajando y no puedo arriesgarme a que no quiera testificar. Por eso he sugerido que te vayas mañana y yo tomaré el tren en cuanto pueda.

Una mirada bastó para saber que era cierto. Maldiciéndose a sí misma por haber reaccionado como una tonta, aunque no era sorprendente dadas las circunstancias, Aria dijo:

-Ya veo. Entonces, te dejaré la maleta preparada, ¿no?

-Te lo agradecería.

-No tienes por qué agradecerme nada. Es lo que cualquier mujer normal haría por su marido.

-Nosotros no somos exactamente un matrimonio normal -dijo él secamente-. Y ya que hablamos del tema, espero que no digas nada a mis padres sobre nuestros problemas.

-Vamos a jugar a la familia feliz, ¿no? ¿Crees que puedes confiar en mí para eso?

-Confío en que sepas qué es lo que más te conviene.

- ¡Maldito seas! ¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero tu dinero? ¡Sólo te quiero a ti! -dijo desesperada. La fría expresión de su rostro le decía que estaba perdiendo el tiempo-. ¿Para qué seguir hablando?

Cansada y derrotada, Aria se dio la vuelta y empezó a subir la escalera.

- ¿ Aria? -Eliot la llamó haciendo que se parara y se girara hacia él.

-Estoy cansada, Eliot.

Un cansancio que no era sólo debido a falta de sueño. Estaba dolida y agotada.

-Es sólo un segundo. Quería saber si habías comprado un regalo para simon.

Aria negó con la cabeza.

-No. ¿Quieres que lo compre o prefieres hacerlo tú?

-Hazlo tú. Confío en tu buen gusto.

Lo dijo con tanta sencillez, como si no lo dudara ni un momento. Cómo hubiera deseado que confiara en su amor por él de esa manera.

-Muy bien.

Siguió subiendo la escalera, cerró la puerta de su dormitorio y cayó sobre la cama. Hubiera deseado llorar, pero el dolor que sentía era demasiado profundo. El futuro parecía horrible. Eliot nunca admitiría que seguía amándola. Había decidido quedarse porque esperaba poder recobrar su confianza y que él la perdonara. Pero, ¿y si no lo hacía?

el prometido de mi hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora