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-Ah, aquí estás cariño -dijo Eliot amablemente cuando entró ella. La tomó del brazo y la acercó al hombre.- Quiero presentarte a Liam Ross.

Aria se encontró estrechando la mano de un hombre alto de unos treinta y pocos años, que se quedó mirándola fijamente como si estuviera viendo un fantasma.

-Y a su mujer -siguió Eliot haciéndola girar hacia el sofá-, Aria.

Esa fue la presentación. Aria esperaba encontrarse con una mujer de la misma edad que el señor Ross, pero la mujer que estaba sentada tranquilamente en el sofá, vestida con un ajustado traje rojo era la última persona a la que hubiera esperado o deseado ver. Se quedó pálida. El mundo, que hasta esa mañana era perfecto, acababa de derrumbarse por completo. Danielle estaba tan atónita como ella.

- ¿aria ? -Preguntó, irguiéndose en el sofá y lanzando una mirada acusadora sobre Eliot-. ¡No me habías dicho que te habías casado con mi hermana! -En medio de ese drama, la aguda y asombrada voz de Liam Ross sólo pudo articular

- ¡Gemelas! ¡Por Dios, son gemelas!.

-Y aparentemente las dos se llaman aria -dijo Eliot intentando parecer divertido.

Pero Aria sabía que no lo estaba. Giró la cara hacia él. Estaba furioso. Fría, salvajemente furioso. Aria cerró los ojos y se dijo a sí misma que no debía derrumbarse. Pasara lo que pasara, no sucumbiría al horror que le estaba helando la sangre. Abriendo los ojos, se forzó a sí misma a dirigirse hacia su hermana quien, por una vez en su vida, parecía insegura. Como Aria, se sentía parte de una escena en la que no tenía ningún control.

Era Eliot quien movía las cuerdas.

-Yo soy Aria, ella es mi hermana gemela, andrea o andy . Pero le gusta que la llamen aria -informó a los dos hombres mientras la besaba en la mejilla.

- ¡Por amor de Dios! ¿Cómo las diferencias? -preguntó Liam Ross fascinado.

Eliot se encontró con la mirada de Aria y sonrió glacial.

-Por el pelo. ¿Verdad, cariño? -preguntó buscando una confirmación que no necesitaba.

Su mirada decía que sabía eso y mucho más. De nuevo Liam Ross, aparentemente ajeno a la tensión que había a su alrededor, dijo:

-Sí, es verdad. ¿Qué te parece? Si no fuera por el pelo, nadie podría notar la diferencia. Vamos, que si una de ellas dijera que era la otra, ¿quién se lo podría discutir? -preguntó sin darse cuenta de que esa frase era como clavar una daga en el corazón de Aria .

-Desde luego -murmuró Eliot.

-Voy... voy a echarle un vistazo a la cena -Aria se excusó y salió precipitadamente de la habitación sin preocuparse de lo que pudieran pensar.

Empujó las puertas batientes de la cocina y se paró delante de la mesa, sujetándose fuertemente al borde. ¡Por Dios, él lo sabía! Un enorme dolor la atravesó pensando en el frío intento de venganza que había detrás de la idea de traer a Aria sin avisarla. Se había enterado de todo y quería castigarla.

-Bueno, ¿qué demonios está pasando aquí? -preguntó casi a gritos Andy desde la puerta de la cocina, haciendo que Aria diera un brinco.

-Parece dolorosamente obvio -respondió Aria notando que su hermana había recuperado su habitual seguridad y no le gustaba nada la situación.

Con las manos en las caderas, andy la miró acusadora.

- ¿Qué significa esta charada?

Aria respiró profundamente e, inconscientemente, se protegió el vientre con los brazos.

-Eliot ha querido decirme que se había enterado de que yo no soy tú.

- ¡Pues claro que no eres yo! Lo sabe perfectamente -exclamó Andy-. ¿O no lo sabe? -Preguntó mirando fijamente a Arua que evitó la mirada - ¡Dios mío! No se lo has dicho, ¿verdad? ¡Te has hecho pasar por mí! Claro, por eso estaba tan raro esta tarde. Yo esperaba que estuviera furioso conmigo; después de todo, lo abandoné. Pero en lugar de eso, estaba asombrado. No tenía ni idea de que éramos dos personas diferentes. ¡Pensaba que yo era tú, porque tú le habías dicho que eras yo! -dijo riendo-. Dios mío y yo que pensaba que estaba siendo generoso por invitarnos a cenar. Creí que lo que quería decir era que me perdonaba. ¡Cuando estaba lívido porque seguía creyendo que se había casado conmigo!

Aria se apartó de la mesa con un gesto de dolor.

-Si lo único que puedes hacer es recrearte, lo mejor será que vuelvas al salón -dijo Aria tomando los guantes del horno para sacar las bandejas.

el prometido de mi hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora