Acabando con el deseo

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Apagó su cigarrillo. Encendí el mío.

Al parecer, aún no entendía la diferencia entre desear y querer. Se la había explicado hace un rato, después de hacer el amor, fumar un par de cigarrillos, y encender la chimenea. Se lo había dicho a mi manera, de la forma más sutil, hilando palabras dulces y sinceras, intentando, que no pudiera notar la seriedad y la amargura detrás de ellas.

Aunque nada en mi, era sutil. Y nada en él, era comprensión. Esa, precisamente, no era una de sus virtudes, siendo que tenía muchas.

Llevaba una bata de terciopelo azul, y se hallaba hace horas sentado a los pies de la cama. Estaba mirando fijamente la lluvia que caía por cada rendija de la ventana, acompañado -claro-de sus 2 habituales copas de martini que bebía cada vez que nos encontrábamos y terminábamos en la cama.

Había sido una noche larga. 


Esperé hasta el amanecer para decírselo, pero el sol, apenas se dignaba a salir unos segundos para después volver a la oscuridad absoluta. 

Parecía que jamás amanecería.

Cuando notó mi inquietud, comenzó a llenarme de besos suaves  y a recorrer mi cuerpo con caricias delicadas.... 

Pero yo seguía inquieta.

- ¿Me vas a decir que es lo que te ocurre? Me dijo intentando desvestirme de nuevo.

Entonces, le lancé sin rodeos, ese pensamiento que me rondaba en la cabeza hace meses con relación a lo que teníamos. ¿Era amor realmente? ¿O solo una relación extra-marital dejándose arrastrar por pasiones culpables?

El casado era él. La que tenia novio, era yo.

- ¿Es por tu noviecito que quieres dejarme? Me dijo, rompiendo el hielo interminable que era su silencio.

- ¿Por qué no? Es justo. Podría ser por tu esposa también.

Palideció. Quizá pensó que nunca me enteraría.

- Yo te adoro, Isabella. Mucho. No sé que haría si...

- Esto se acabó Damián.

Vi como sus ojos se llenaban de lágrimas, que intentaba disimular dándome la espalda.

Me vestí, me rocié en perfume, si, ese que tanto adoraba y lo volvía loco, y me pinté los labios de ese rojo intenso que le encantaba.

Tomé mi abrigo, y cuando me aproximaba a la puerta, le oí decir:

- Si sales por esa puerta, no volveré a buscarte....

- Quizás eso es lo quiero Damián.

Y me fui, con un nudo en la garganta, a pleno amanecer, y con una lluvia torrencial sobre mi que parecía que fuera a inundar la ciudad.

Y no lo volví a ver, ni tampoco a engañar a mi novio, nunca más.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora