Puesta de sol

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No podía dejar de pensar en ese diario. En si debía o no, enfrentar a Franco. Si debía huir, contárselo a alguien, o esperar a que Amanda creciera un poco más, y devolverme a Chile.

Necesitaba mi trabajo, mi casa, recuperar mi vida anterior. Pensaba mucho en como habrían sido las cosas de no haberme cruzado con Franco. De no haberle dicho que si, que me quería casar con él. De haber viajado a estudiar teatro a Madrid, como planeaba. Me crucifiqué por muchas decisiones que había tomado, aunque no me arrepentía de ser abogada. Pensé, en que todas las alternativas se me habían presentado casi como obligaciones, desde que Franco entró a mi vida. La beca no salió, nunca entendí porque. Mis padres comenzaron a oponerse con la idea de que estudiara teatro- camino que tenia decidido desde pequeña- y se mostraban fascinados con la idea de Franco. Porque si, Franco les habló de la opción de que estudiara derecho, de continuar en España, y de hacer un curso en Argentina. ¿Qué tiene eso de extraño? Que todo eso lo hice. Así. Tal cual. 

Desde que empezó a venir a verme a mi casa, mucho antes de que fuéramos novios, había embobado a mis padres. Ellos cambiaron muchísimo conmigo. Sobretodo mi padre. Mi madre, al principio, se mostró algo esquiva con él. "Es como si se creyera tu dueño" me dijo una vez. Alma, en cuanto nos hicimos novios me comentó: "Demasiado príncipe perfecto, algo tiene que tener"

Ahora, después de mucho darle vueltas a mi historia, muchas cosas me hacían sentido. Pensé, en porque no le había hecho caso a esas pequeñas corazonadas, que aunque débiles, trataban de mostrarme cosas. Pero ya nada de eso tenia que importarme. Ya no podía echar a correr el tiempo atrás.

El miedo ahora, no era por mi, ni por mis decisiones del pasado...

Era por mi hija.

Era por tener que criar a mi hija, al lado del que ahora creía un perfecto desconocido. Cada palabra que me decía, era para mi una mentira. Todo en él, me parecía falso, arreglado, demasiado pensado. Sentía que tenía pensado nuestro futuro, el de Amanda, y todo lo que tuviese que ver conmigo. Que manipularía las cosas para que tuviéramos más hijos, para que las cosas estuvieran lo suficientemente bien como para querer quedarme más en México, y ojalá        -porque si, lo estaba empezando a pensar- alejarme de todos los que me querían. Porque me quería para él.

Sólo para él.

Pero si creía que todos sus secretos, estarían bajo llave para siempre, se equivocaba. Había perdido el control, y yo no pensaba dejar que lo recuperara.

No volví a dormir en su pecho, ni a mirarlo de la misma manera. No volvieron esos silencios, en los que le rogaba, con mis ojos llenos de ese "Brillo de amor" que solo él percibía, que me hiciera el amor, o a pedirle que me abrazara en las tormentas, porque le temía a los truenos.

"Huir" Solo tenia esa palabra revoloteando en mi cabeza. Pero no sabia en que momento. Cuando Amanda cumpliese un año, o talvez decir que iría a ver a mis padres, y nunca volver, o quizá aprovecharme de uno de sus viajes largos y escapar...Pero me paralizaba que Franco me conociera como me conoce. Porque podría intuir mejor que yo mis pasos. Porque podría deducir que algo no anda bien. O talvez, contratar a alguien que me siguiera, o simplemente, ya tenia pensando que hacer cuando me enterara de la verdad. Algún plan, alguna estrategia debía tener para enredarme de nuevo en su juego.

Su error más grande, había sido subestimarme. Quizá me creyó demasiado tonta, o talvez no, y por eso me escogió. Porque me escogió. Habiendo no pocas mujeres detrás suyo, él parecía no cansarse de insistir conmigo.

El tiempo comenzaba pasar, como un tren frente a mis ojos. Como si estuviera en el andén de una estación de ferrocarriles, mirando como bajaban los pasajeros, sin yo subirme a un vagón. Sentía, que mi vida pasaba frente a mi, como si yo fuera espectadora de ésta... No protagonista.
Tampoco sabía como detenerla.
Solo quería cerrar los ojos, y amanecer en un lugar muy muy lejos. Ese fin de semana, Franco había ido a un congreso, y decidí irme a la playa con Amanda y mi madre, que había venido a visitarme. Quería alejarme de todo. Quería, aunque fuera solo un momento, dejar de pensar.

Mi madre insistió en quedarse con mi hija, y que fuera a dar un paseo. No me negué. Quizá necesitaba eso. Despejarme, caminar. Solo yo, y el ruido del estallido de las olas.

La puesta de sol, comenzaba a iluminar el paisaje. Me senté a mirarla. Hace años, que no me detenía a mirar una postal como esa. Era verdaderamente un regalo en días como estos.

Entonces, invadida en una tranquilidad absoluta, fue que lo escuché.

- Demasiado lindo el paisaje, pero no más que tú.....

Esa voz, ya lo conocía. No fue necesario voltearme, porque el mismo fue quien se cruzó frente a mis ojos en un salto repentino.

Damián.

Miré la puesta de sol. Hice como si no estuviera. Como si no me percatara de sus ojos sobre mi, o de como intentaba poner su mano sobre la mía. Fingí, que no sentía como temblaba o que no escuchaba que balbuceaba palabras.

Hasta que deje de oírlo. Volví a mirar, y ya no estaba sentado junto a mi.

La puesta de sol se consumía, igual que su silueta a lo lejos. A mi lado, había una nota.

- Creo que es hora, de que sepas algo. Necesito que hablemos.

Al día siguiente, lo esperé en la playa, justo donde me decía que nos viéramos. Pero no llegó.

Y ahí, nuevamente frente a la puesta de sol, pensé en la idea, de que talvez, si quería confesarme algo, nunca más lo volvería a ver.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora