Destellos

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Damián. Debí imaginarlo antes. En cuanto mencioné lo del embarazo, palideció. No dejaba de mirarme, como desconcertado, incrédulo. Casi sorprendido, diría yo. Le pidió a sus hombres -matones, según yo- que me soltaran y se bajaran del auto.
Quería que nos quedáramos solos.
Se cambió al asiento de atrás, y le pidió a su chofer que nos llevara en dirección desconocida.

-No sabía que estuvieses embarazada...
- Tampoco es algo que te importe.. Le dije tratando de calmarme. Quiero ir a mi casa.
-Me importa todo lo que te pase.
- No debería. Entre nosotros ya no hay nada.
-Yo no me atrevería a decir eso...
-Yo si.
Estaba cansada del juego de Damián. Imposible poder verlo con los mismos ojos de lujuria, si lo que me provocaba ahora, era todo lo contrario. Asco. Miedo. Era lo único que podía sentir ahora por él.
A punta de amenazas, mentiras, juegos sucios, y ahora secuestros, creía tener la estrategia perfecta.

 Pero se equivocaba.

-¿Ese hijo es mío?

Lo miré de reojo.

-Sabes que no.

Me dejó en la puerta de mi casa, después de una vuelta, que se me hizo eterna.
-Me iré muy lejos de todo esto. No quiero volver a verte más.
-Quiero que volvamos a vernos, hablar...
-Ya es muy tarde.
- Supe que te estaban extorsionando. No debe ser fácil en tu estado ¿No?

Palidecí. Como sabía Damián de los anónimos.

Su auto desapareció en la neblina de la noche. Se fue sin decir nada, pero dejando destellos de una idea, que me quedó clavada a fuego en la cabeza.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora