Último llamado al perdón

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Con Damián iniciamos, sin pesar, algo así como un "romance" una aventura de niños, de quinceañeros, que parecían dos locos enamorados por primera vez. Me sentía viviendo una ilusión. Saliendo los 3 al parque, durmiendo y despertando juntos, desayunos a la cama, flores, bailes, cenas, más flores, más cenas... Ha sido un hombre excepcional conmigo estos últimos meses. Porque si, hace ya casi tres meses que no sé nada de Franco. Era realmente difícil pensar en un vida normal, estando en constante estado de alerta pensando que en cualquier momento podría aparecer. Pero, con Damián a mi lado, ese estado de alerta, a ratos, desaparecía.

La policía no había logrado ubicarlo, aunque se decía, que ya había dejado México. Hablé con Camilo, la semana pasada. "Isa, no viene a trabajar desde la semana siguiente que tú te fuiste.. Lo he llamado, dice que está bien, solo que sin ánimos de retomar las cosas en la oficina... Hace dos días, dejó de responder el teléfono. Antes, hablábamos seguido, y parecía muy calmado"

Eso me preocupaba. No creía que Franco se hubiese cruzado de brazos a esperar que volviera. Tampoco que se conformaría con la idea de perderme y perder a su hija. Era iluso creer que no estaría buscándome, y quizá, porque no, ya se encontraba en Chile. Tenía influencias de sobra para evadir a la policía.

Una tarde salí al supermercado. Necesitaba comprar cosas para Amanda y Damián ofreció quedarse con ella.
Los guardaespaldas tenían el día libre, así que como era cerca de casa preferí caminar, tomando todas las precauciones, claro. Damián me había comprado un disfraz, y tenía unos anteojos oscuros. En mi cinturón llevaba un botón. Si lo apretaba, los guardaespaldas y Damián, eran alertados enseguida. 

Iba camino al supermercado, cuando divisé a una pareja. La mujer me parecía muy conocida. Me escondí tras unos arbustos. Quería asegurarme que mi visión no me engañaba. 

 La conversación era clara.

- Porque insistes en buscar a esa perra, mi amor. Déjala, que se vaya con la niña a donde le pegue la regalada gana. Total, se notaba que las cosas no andaban bien entre ustedes.

- Esa perra, es mi esposa. Que no se te olvide. Luché demasiado para tenerla a mi lado, no la dejaré ir así no más. Mucho menos con mi hija.

Marina y Franco, frente a mis ojos. 

Esperé un rato, hasta que los vi alejarse. Entonces corrí a casa, hasta que....

- Te tengo, mi amor. 

Lo miré a los ojos. Fue una mirada de rabia, furia, decepción, y de miedo. Mil emociones mezcladas, mientras yo intentaba soltarme, y él me tenía agarrado el brazo con fuerza.

- ¡SUELTAMEEEEEEEE! ¡AYUDAAAA! ¡¡¡¡ERES UN ENFERMO, DEJAMEEEE EN PAZ!!!!!!! NO SALDRÁS DE ESTA TAN FÁCIL. 

Grité lo más fuerte que pude. Pedí ayuda, supliqué. Pero la gente que pasaba, parecía no inmutarse con mis gritos desesperados. Solo pasaba y miraba. Apreté el botón, pero tampoco parecía ayudar.

- Isa, vámonos a casa. Hago lo que quieras, pero no me dejes... Me dijo en tono suplicante.

- Lo sé todo, Franco. Sé que tú, has manejado mi vida todo este tiempo. Sé que tú me enamoraste a la fuerza, y sé también, que lo planeaste todo desde el principio. 

- Isa, las cosas no son como tú crees...

- Lo peor que apareció en mi vida, fuiste tú. Maldigo el día en que te dejé entrar a mi vida. 

Entonces, sacó un arma. 

- O te vas conmigo o te disparo aquí mismo.

No dudé en que fuera capaz de eso. Notó mi nerviosismo, y se acercó más a mi.

- No me subestimes, querida esposa. Soy capaz de eso, y mucho más.

Me disponía a correr a casa, cuando Marina me agarró por la espalda, y me inyectó algo en el brazo.

- Dulces sueños, bella durmiente. Me dijo con una sonrisa falsa, y un tono aterrador.

Lo último que recuerdo, fue que le dije a Franco: "Nunca voy a perdonarte todo el daño que me has hecho" y Franco respondía "Me queda un último llamado al perdón"

Acto seguido, me desvanecí. 

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora