Capítulo 3

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—Vamos Irina, no es tan difícil, solo tienes que mover tu trasero

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—Vamos Irina, no es tan difícil, solo tienes que mover tu trasero.

Jadeo y limpio el sudor que resbala de mi frente.

— Sube y baja, maldita sea, sube y baja Irina sube y baja. –grita, hago una mueca y me disculpo. Coloco las manos sobre mis muslos y trato de seguirle el ritmo a "Hips dont Lie" de Shakira. –Eso así. –aplaude. Muevo mis caderas con menos torpeza y más soltura. –Ahora da vueltas, siempre funciona.

Obedezco y puedo sentir como mi oxidado cuerpo cobra vida, uso mis brazos para moverme mejor y me dejo llevar por la agradable canción.

— No, quieta. –trata de detenerme. –Seguirás cayendo si no abres los ojos, esto no es una película, o ves lo que haces o terminarás con la frente abierta.

Me siento en el césped y le pido un descanso.

— ¿Descanso? Si fueras a Latinoamérica ya estarías muerta por decir eso, niña tonta. –ríe. –Vamos, levántate y practica un poco de magreo, es lo mejor que puedes hacer.

Asiento y me levanto, coloca una movida canción y empiezo a bailar. No lo hago mal, es un ritmo fácil y sencillo para empezar.

Celine sujeta mis manos y hace de pareja.

— Siempre van a colocar las manos en tu cintura, no te asustes.

— ¿Y si sus manos bajan?

— Si te gusta que lo hagan, no hay problema alguno, pero si te sientes mal con eso, sabes defenderte, estas en una academia militar listilla. –golpea mi frente.

El ritmo repetitivo de la canción cambia y regresamos a Hips Dont Lie. Respiro profundamente y sigo los pasos de Celine.

— ¿Ves lo fácil que es mover el trasero? –ríe y baila con soltura.

Celine es una preciosa latina con un cuerpo de infarto, Kyle y ella nacieron en Argentina, se mudaron a Italia cuando eran niños gracias al trabajo de sus padres, soldados certificados del E.F.I.

— Listo, me rindo. –caigo al suelo nuevamente. Respiro jadeante y sujeto mi estómago.

— Estás lista para el meneo de hoy. –se recuesta a mi lado, saluda a unos cuantos soldados que pasan. — Mereces un cambio de imagen. –sonríe, recoge el estéreo y nuestras cosas en una sola mano. Con la otra me levanta de un tirón y me arrastra hasta su habitación.

Entramos y trae una silla para mí, rebusca en sus cajones y trae una tijera.

Abro los ojos y niego repetidamente.

No me he cortado el cabello desde que tengo uso de razón. Un día me pegué goma de mascar a propósito para cortarlo, pero mi madre encontró la manera de retirarlo. Siempre se sale con la suya.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora