Extra Navidad

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Las cosas no fueron fáciles para nosotros dos. Ni de cerca.

Algunos seguían buscando mi cabeza por simple compromiso y tuvimos que cambiar de aires.

Dejamos Chicago después de cuatro estresantes semanas en las que él apuntaba y yo jalaba del gatillo. Fue en el avión rumbo a la nueva ciudad que decidimos levantar bandera blanca para mantener la paz dentro de nuestra extraña relación, hasta que aproveche lo obstinada que me sentía y decidí formalizar todo.

— ¿Me estás pidiendo que sea tu novio Irina?

El tono burlón en su voz hizo que volteara los ojos y le gritara que sí por onceava vez en la noche. Probablemente los pasajeros a bordo ya estaban cansados de los gritos. Pero no pueden culparme, ¡estaba nerviosa!

— ¡Ok entiendo! Deja de gritar por favor.

— Habla ahora o calla para siempre Jeux.

Sus ojos celestes parpadearon con astucia durante unos cuantos segundos y antes de poder detenerlo ya lo tenía sobre mi besando todo mi rostro.

— ¿Eso es un sí?

Su risa ronca y burlona me dio la respuesta. Y yo al fin terminé con esa incesante búsqueda de estabilidad y protección. Ya lo tenía a mi lado de una manera un poco menos independiente.

Antes de subir a ese avión habíamos tenido la discusión más fuerte de toda la vida. Había dejado la milicia pero no creí que iba a ser tan jodido el proceso cuando reveló la verdad en su tardanza para encontrarme.

Lo detuvieron tres meses por no revelar el paradero de Massimo y después le quitaron la licencia por comenzar una investigación sin permisos y proceder con armas ante mi rescate.

Se había jugado la carrera y la vida solo por mi y realmente valoraré eso.

Entonces dejo la milicia cuando su padre juzgó su juicio y decidió aceptar el apellido Cuneo de una vez por todas.

Esa empresa de "seguridad" solo era la fachada perfecta para el Arsenal que importaba para agentes y agencias secretas conectadas al antiterrorismo.

Resultó ser igual de rompe reglas que yo.

Lo que más dolió dejar en esa ciudad fue a Celine, aunque lo tomo con ligereza y consiguió un excéntrico compañero de piso.

Así que este escape se volvió mi nuevo comienzo. (El tercero) pero necesario.

— ¿Te estás oyendo idiota? Te pedí que masajearas el cerdo, no que lo estrellaras contra la encimera hasta cuartearla.

Cambiamos Chicago por la gran ciudad, Nueva York y puede ser que últimamente el clima o la gente hayan marcado una vena más explosiva de lo normal. Aunque no puedo culpar solo a los neoyorquinos, Evian suele sacar lo peor de mi con su sarcasmo sobre pensado.

— Pues cuando lo pediste gesticulabas con tus manos y me dio la leve impresión de que querías al lechón contra la encimera.

Salta a la defensiva. Está jugando con fuego.

— Se trata de sentido común. —sujeto el puente de mi nariz con rudeza. —Te quiero fuera de la cocina ahora.

Levanta su ceja derecha con desafío y en menos de dos segundos ya lo tengo sujetándome por la cintura.

— ¿Por qué gritas tanto todo el tiempo? Podría abrir la ventana ahora mismo y dejar que vueles entre las nubes para que te relajes un poco.

Me remuevo molesta para intentar apartarme, pero sus brazos apretándome fuerte nublan toda intención de mi cabeza.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora