Capitulo 5

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— ¿Por qué los malditos hombres pueden jugar a camisas mojadas y nosotras tenemos que permanecer con esto durante horas y horas? –me quejo en voz alta. El alambre de púas ya no lastima mis brazos gracias a la manga larga.

¿Enserio? ¿Manga larga en este infierno?

— Yo no tengo problema en que se quiten las camisas, tienen mi apoyo completo. –responde Jake, sus brazos moviéndose ágiles a través del lodo.

— Cierra la boca imbécil. –se queja Celine. Apoya mi idea y luego solo sale corriendo por la pista, traidora. Sigo arrastrándome por el barro y trato de ignorar la mirada de Evian.
Desde la fiesta y mi asquerosa metida de pata, no ha hecho absolutamente nada en mi contra. Sin castigos, sin gritos, se ha vuelto más afable y eso me tiene más preocupada que nunca.

Es Jeux por favor.

— ¿Tiene cemento en los brazos soldado? –gritan. Me sobresalto cuando Douglas me reprende –Entonces ¿Qué hace gateando? Rodillas abajo y muévase rápido.

¿A quién se le ocurrió poner una academia militar en esta zona? Vale, que una cárcel pegaría mucho mejor, una tortura para los reclusos. ¿Pero una academia?

Las plantas de mis pies queman bajo las zapatillas de deporte y siento que si sigo de pie la suela va a derretirse en menos de un segundo.

Dios, si aún no te has olvidado de mí, dame una señal y ayúdame.

— ¡No es una jodida pasarela! –grita Douglas trotando a mi lado. –Tiene una llamada, vaya al bloque uno, solo son treinta minutos, si se tarda dará cuatro vueltas más. –deja de trotar y se aleja.

¿Debería agradecerte, Dios? Solo espero que no sea nada malo, ya todos sabemos que la suerte nunca está de lado de mi pobre persona.

Eres un imán de problemas.

Llego al bloque uno, donde la secretaria me tiende el teléfono inalámbrico. Aprovecho y me siento en uno de los sillones de la recepción. El aire sale de mis pulmones y mis rodillas agradecen.

— ¿Hola?

— Irina. –rompe el silencio la voz de mi madre. Volteo los ojos y me preparo para colgar. –Espera, no cuelgues de nuevo.

Puede que le haya estado colgando durante toda la semana, Evian no me ha dado la cara en todo este tiempo y puede que me haya puesto un poco paranoica y de mal humor. Además, estoy molesta aún por su ausencia conmigo.

O solo es una excusa por lo de Evian.

¡Me ha descuidado, y me ha prohibido la salida! Y Evian es un imbécil.

Las veces que se ha dicho que Evian es un imbécil ya son incontables.

— ¿Qué puedo hacer por ti? –respondo, borde.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora