Capítulo 23

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Hay belleza en las cenizas de un corazón que ardió por lo que amaba

-Ron Israel

Temo morir con el corazón partido en dos

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Temo morir con el corazón partido en dos.

Ya no me quedan lágrimas para llorar, solo sus palabras repitiéndose una y otra vez en mi cabeza. Todos se han burlado en mi cara y me han mentido pintándome un cuento diferente, sin embargo, me duele más que él también haya formado parte de ese complot.

Evian Jeux logró hacerse hueco en mis necesidades. Cuando me di cuenta del vacío que me dejó en la pista de despegue, ya era demasiado tarde.

Me enamoré de él.

La peor parte viene cuando no puedo odiarlo por lo que hizo y dijo. ¡Debería estar detestando su recuerdo en estos momentos! No utilizando su existencia como una pequeña esperanza para salir de este sitio. Cosa que me urge.

Durante estas semanas me di cuenta de que Arkam Yihad no solo es un maldito asesino, sino que está loco.

Me ha llamado Adira en incontables ocasiones, cree que reencarne en mi tía muerta y que volví a la vida solo para darle el amor que no pudieron vivir.

¿Por qué cuando salgo de una maldita locura, entro en otra?

—Es hora de la cena. –entra uno de los perros sirvientes de Arkam.

Me dan comida una sola vez al día. ¡Una sola! La peor parte se la llevan mis pies, soy brutalmente obligada a llevar tacones cada que bajo al comedor.

En la habitación donde me tienen, apenas hay ventanas, está cubierta de polvo y cada noche las paredes tiemblan horrorosamente. Sería un milagro que me cayeran encima.

Mis tobillos al fin pueden mantenerse quietos mientras camino y mi pierna aún se queja por lo mal curada que está la herida.

Bajo las escaleras cubiertas por un tapete color vino tinto y llego al comedor. La mesa está repleta de comida y Arkam espera ansioso a mi llegada.

— Preciosa. –besa mi mano apenas me ve. La aparto con incomodidad y me siento lo más lejos posible. –Te tengo malas noticias.

— ¿Qué es peor que estar aquí?

Sus ojos se oscurecen y golpea la mesa con su puño.

— Estás donde tienes que estar. –levanta su copa de champagne. –Tu soldadito de metal está muerto.

Dejo caer el vaso de agua que estaba llevando a mi boca y volteo la cabeza con fuerza.

— Estás mintiendo.

— Mis hombres lo encontraron esta madrugada, de camino a nuestro escondite secreto. –sonríe enseñando sus dientes. Dos de ellos bañados en oro. –Ya sabes lo que les pasa a los intrusos. –simula una explosión con sus asquerosas manos. –Algunos pedazos volaron al estanque, si te portas bien te llevaré a verlos.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora