—¿Hola? –contesto. La secretaria espía desde su escritorio la misteriosa llamada y me volteo para que no vea mi rostro.
Cotilla.
—Irina. –susurran al otro lado de la línea. Mi respiración se detiene y mi corazón olvida como latir.
Un pinchazo en mi cabeza me marea y contengo las náuseas repentinas que me produce oír su voz.—¿Qui..en es? –pregunto temerosa.
Que todo sea un mal sueño, por favor.
— Tú sabes quién soy. –responde. –Necesito pedirte un favor aibnat.
— ¿Qué clase de favor? –suelto un pequeño chillido.
— No hoy. Quería que sepas que estoy pendiente de ti. –cuelga.
El miedo me golpea como un balde de agua helada y tengo que llevarme el teléfono conmigo camino al baño.
Entro al primer cubículo con la puerta abierta y vacío los rabioles que comí esta mañana en el inodoro.Un sollozo traicionero y sin lágrimas escapa después de la última arcada y lavo mi rostro entre temblores de manos.
Dejo el teléfono inalámbrico encima del escritorio de la mujer que espera furiosa y salgo del edificio, ignorando la presencia de Evian.
Mis ojos crispan gracias a las lágrimas, el miedo y la falta de aire.
¿Qué demonios es todo esto?Camino hasta que me duelen las piernas y el gran muro de granito advierte que llegué al límite. El pasto alto se convierte en el mejor escondite y me recuesto para esconder mi cuerpo.
Recuerdo su voz, recuerdo el auto azul y las paredes de papel. Otra arcada se hace presente y tengo que enderezarme para vomitar nuevamente en el pasto.
Mis oídos zumban y vuelvo a vomitar. No sé cuánto tiempo llevo vaciándolo todo, pero cuando me detengo, los párpados me pesan y ya no puedo moverme.
[...]
Hacía frío, como siempre en el pueblo. Convencí a mi madre de que me dejara salir junto a Daniel y Sam al cine. Es el estreno de una nueva película de magos que ambas chicas mueren por ver.
—Ten. –me tiende veinte dólares, Sam.
—¿Quieren dulces? –pregunto. Ambas asienten y se pierden por el pasillo. Hago la fila para las chucherías y el chico de la caja me recibe con una sonrisa.
Michelle Capri me está sonriendo. Es dos años mayor, está en el equipo de básquetbol y es de las personas más atractivas que he visto en mi vida.
—Tres paquetes de skittles, dos de M&M's y tres sodas de naranja. –le tiendo el billete.
Completa la orden en silencio y me devuelve el cambio.—Que disfrutes de la función Irina. –guiña su ojo.
—Gracias. –me escondo detrás de las sodas y amago con alejarme. ¿Sabe mi nombre?
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Fresas Y Dagas
Roman pour AdolescentsAmargo. La derrota tiene un sabor tan amargo que provoca nauseas gigantes. No le puedes prohibir a una planta crecer. No puedes solo llegar y exigirle al sol desaparecer. Eso es considerado un acto estúpido y egoísta. A mi me han cortado las alas...