Capítulo 4

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Los ojos color miel son inconfundibles, los labios gruesos y curvados siempre hacia arriba; la mandíbula puntiaguda al igual que sus pómulos cubiertos por una capa de piel aceitunada

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Los ojos color miel son inconfundibles, los labios gruesos y curvados siempre hacia arriba; la mandíbula puntiaguda al igual que sus pómulos cubiertos por una capa de piel aceitunada. A simple vista puedes darte cuenta de que es una de ellos, solo hace falta prestar un poco de atención a los detalles de su fino rostro. Si observas el lunar encima de su labio, la forma de sus cejas y el color de su cabello, realmente tendrías las respuestas en bandeja de plata.

Escúchala hablar, el acento pronunciado y la fluidez de las incoherencias te confundirían. Lo harían en un santiamén. Me cabrea la manera en la que dice "Señor" alargando la "r", me cabrea todo de ella

Su madre me lo advirtió, no sabía que una pequeña niña podría ser tan...

Sensual.

Torpe.

Su nariz llena de hematomas me genera gracia. ¿Quién se distrae reclamando un insulto? Ella. ¿Quién exige un permiso para faltar el día de hoy solo por un golpe en la nariz? Ella.

— Escuche Capitán, me siento completamente indispuesta. -finge somnolencia y hace una mueca de dolor cuando la pelirroja de su amiga toca el puente de su nariz.

— ¿Enserio? ¿Entonces desea tomarse el día soldado? -sugiero y sus ojos se iluminan.

— ería muy b...

— De la vuelta y empiece a trotar si no quiere que los perros hagan que corra. -le devuelvo la sonrisa con falsedad y deja caer sus brazos rendida.

Se aleja con la pelirroja y comienzan a trotar para igualar a los demás. Su cabello se agita en el viento y pone una cara de molestia total cuando me ve observándola.

Carcajeo internamente y me regocijo viéndola saltar las llantas con cansancio. Es divertido ver cómo contiene sus ganas de gritar y cómo se muerde la lengua cuando quiere decirme algo que le molesta.

Es todo un numerito.

Doy la vuelta cuando el celular interrumpe mi pacífico silencio y contesto con seriedad.

— Que salga.

— Aún no es carnada señor.

— Ahora lo es, que salga y no quiero quejas.

Aprieto mi mandíbula con fuerza y volteo nuevamente para ver al escuadrón en el circuito cuatro.

Una pequeña parte de mi, una muy diminuta realmente siente pena por ella y la otra me recuerda que órdenes son órdenes.

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Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora