Capítulo 14

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Tenía miedo, porque sabía que aquello que te lleva una vez, puede llevarte dos...

Tenía miedo, porque sabía que aquello que te lleva una vez, puede llevarte dos

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Winston deja las fotografías sobre la mesa y se sienta algo conmocionado.

— Quince heridos de gravedad, diez muertos y tres desaparecidos. –murmura por lo bajo. –Tenemos catorce horas para encontrar a los rehenes o la gente comenzará a hablar. Te quiero liderando tu equipo ahora Jeux. –insiste.

— Tengo órdenes del general para quedarme en la academia hasta que los Tattaglia hagan un movimiento. –digo.

— ¡No sé en que pensaban cuando decidieron enviarte a ese agujero! –golpea la mesa. –Eres un agente, no un jodido profesor.

— Escucha Winston. –llamo la atención del anciano. –Tenemos al jodido rehén más valioso dentro de la academia, si me quedo ahí, aplastaré a los Barzini y a los árabes en un solo pestañeo.

— Enserio no debieron ponerte en esa ratonera. –niega la cabeza, resignado. –El terror de la mafia, jugando a ser un profesor por pura sed de venganza. –me señala. –Cuando tengas algo que perder Evian, lamentarás mucho jugar a ser el verdugo de esa familia.

— Enviaré a tres de mis hombres. –recojo las fotografías y las guardo en mi mochila. –Pero yo me quedo hasta tener la cabeza de Massimo.

Entre todo el gentío, su cabello rojo se distingue de cualquiera

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Entre todo el gentío, su cabello rojo se distingue de cualquiera. No pasa mucho tiempo cuando ya la tengo sobre mí, gritando y zarandeándome.

— Estás preciosa. –se aparta para verme de pies a cabeza. –Ya no eres Irina la virgen, ahora eres Irina la promiscua.

Peñizco su brazo para que baje la voz y realmente me siento más normal ahora que hay más almas en estas paredes.

— Deja de gritar. –la arrastro hasta su habitación y escucho todas sus experiencias en Argentina. –Le mostré a mi primo tu foto y se volvió loco, dijo que hará lo que sea para ser transferido desde la academia del norte hasta el caluroso West Falls.

— ¿Entonces si le mostraste mi foto a todo el mundo?

— Por supuesto, dije que lo haría y cumplí mi promesa. –abre la puerta y le ayudo con sus maletas. –Ahora tu cumple la tuya. –se cruza de brazos y me observa con una ceja levantada.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora