Capítulo 18

145 11 0
                                    

¿Qué viene ahora? Acaba de desatar mis manos y solo siento miedo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Qué viene ahora? Acaba de desatar mis manos y solo siento miedo.

Pero no cualquier tipo de miedo, sino ese asqueroso pánico que te invade cuando no sabes que hacer. Te aterroriza la reacción que podría tener la otra persona y te vuelves el ser viviente más cobarde de todos.

— ¿Estás bien? –pregunta después de un largo e incómodo silencio.

— Eso creo. –me incorporo y mis piernas tiemblan aún más ahora que ya estoy de pie. Busco mis cosas sintiéndome completamente acalorada y culpable.

¿Por qué se siente tan triste todo ahora? ¿No debería estar saciada al fin?

— Ven. –respira con fuerza y me arrastra hacia el baño. Abre la llave de la bañera y me hace una seña para que entre.

Mi ceño se frunce por instinto, pero no rechisto. Me adentro en la bañera y dejo que el agua tibia caiga y me cubra por completo. No me molesto en tapar mi desnudez, ya me vio de todas las maneras más desnudas posibles, ¿No?

Sus manos se dirigen al pote de shampoo y lo coloca directamente en mi cabeza, con la brusquedad que solo Evian puede tener. Su olor comienza a formar parte de mi cuando masajea mi cuero cabelludo con sus dedos.

Con esa acción todo acto de brutalidad se esfuma al instante.

— ¿Por qué haces todo esto? –cierro los ojos para evitar que la espuma caiga en ellos.

— ¿Hacer qué?

— Darme un baño Evian, como si fuese una niña pequeña. –pero no me quejo, se siente bien toda su atención en mí.

— Acabo de meter dos de mis dedos dentro de ti. –suelta sin pena y mi rostro se enciende. ¡Estoy harta de ser un semáforo cada que habla! –¿Enserio te molesta que te de un baño? –enjuaga el jabón acumulado en mi cabello y no puedo evitar observar su entrepierna, la que aún sigue dura como una roca.

— ¿Puedo aliviar tu dolor?

Sus ojos siguen los míos hacia su cuerpo y esos ojos azules recuperan su turbulencia.

— No tienes que sentirte obligada a devolverme nada. –peina mi cabello con sus dedos.

El ambiente ahora es mucho más íntimo que cuando estábamos en la cama, compartiendo jadeos y arañazos. Se siente menos sexual y más personal.

Por favor Dios, por lo que más quieras, no permitas que esto pase de lo físico. No sé que haría si tan solo llegase a...

Enamorarme del Capitán.

Imposible, ¿Evian y yo? Dios, por supuesto que no funcionaría ni por milagro.

— Pero aún estás un poco duro.

— Y me pondré peor si sigues hablándome y viéndome de esa manera.

— Lo siento. –me hundo aún más dentro del agua espumosa. –Hay algo que no me deja dormir. –me atrevo a soltar. Sus ojos brillan con curiosidad y levanta una ceja.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora